Uno de los mandamientos más importantes de la Torá es respetar a tu madre y a tu padre, faltarle el respeto a tus padres es tan grave como despreciar a D-os. Esta historia muestra el respeto tan grande que le tenía un hijo a su padre incluso después de muerto. Nos enseña varias cosas entre ellas que la muestra de amor más grande parte por el respeto.

La segunda enseñanza es que la herencia hacia los hijos no sólo es material. El legado más importante es aquel que es espiritual y aquel que se guía a través del cariño y éste último no necesariamente es genético. El hijo que merece una herencia es aquel que amo a su padre, no aquel que nació de él. Esperamos les guste nuestra historia.

El verdadero heredero

– Deberías de ser más cuidadosa con tus asuntos amorosos – le advirtió una madre a su hija– Después de todo, no me gustaría que te pasará como a mí.
– ¿Cómo a usted, madre? – preguntó la hija.
– Sí – respondió la mujer -. Te voy a confiar un secreto. Tengo diez hijos pero, no obstante, sólo uno de ellos es descendiente del hombre al que llamáis padre.

Sin que se dieran cuenta, el marido de aquella mujer estaba escuchando a conversación, pero no dijo nada. Años después, en su lecho de muerte, dio instrucciones para que todas sus propiedades fueran a parar a su único hijo.

Después de su muerte, todo se convirtió en confusión. Sus familiares más allegados estaban sumamente turbados.

Cada uno de los hijos deseaba para sí el derecho de herencia. De modo que fueron a ver al rabí Banaá para pedirle consejo.

– Id a la tumba de vuestro padre – les dijo sabiamente – y llamad con los nudillos hasta que se levante. Después, pedidle que os diga lo que quiere que se haga.

Nueve de sus hijos fueron hasta su tumba y dieron golpes en ella, esperando recibir alguna señal. Pero hubo uno que se negó a mostrar tal falta de respeto y se quedó en casa.

Al ver esto, el rabí Banaá dijo:
Éste es el verdadero heredero. Toda la herencia debe ir a parar a sus manos, puesto que es el único que demostró el respeto debido a su padre.

Fuente talmúdica: Baba Batra 58 a
Fuente: Parábolas del Talmud