La conferencia difundió una declaración a la que nadie prestó atención, y cinco días más tarde el presidente de EE.UU. Donald Trump asumió el cargo.

HERB KEINON

Fue una augusta ceremonia que no significó absolutamente nada, la Conferencia de Paz de Oriente Medio celebrada en París hace apenas seis meses.

Representantes de unos 70 países, entre ellos los ministros de Relaciones Exteriores de 30 de ellos – junto con el secretario de Estado estadounidense saliente John Kerry – participaron en el debate el 15 de enero.

El acontecimiento no causó el mínimo grado de consternación previa en Jerusalem, preocupados de que pudiera producir una declaración final que establecería los parámetros para la paz que, en el último suspiro de la presidencia de Barack Obama, sería adoptada y codificada en una resolución por el Consejo de Seguridad de la ONU.

Tanta energía gastada en nada.

Muchos de los héroes de la cumbre de París de 2017 ya no están en la escena: el presidente francés François Hollande, no está; el ministro francés de Relaciones Exteriores Jean-Marc Ayrault, no está; Kerry, no está.

También se ha ido, al menos de momento, el obsesivo foco europeo y francés en el proceso diplomático israelí-palestino, en los asentamientos.

De hecho, han transcurrido meses sin que la reunión mensual de ministros de Asuntos Exteriores europeos emita declaraciones sobre el proceso de paz, a menudo de manera desequilibrada para poner el peso del estancamiento diplomático en los hombros de Israel. ¿Quién recuerda la última vez que la directora de política exterior de la UE Federica Mogherini fue mencionada en un reportaje de noticias israelíes? Se oye mucho menos últimamente de la Unión Europea o países europeos individuales considerando sanciones contra Israel por la continua construcción de asentamientos.

Por supuesto, emiten declaraciones condenatorias después de cualquier noticia de la construcción de nuevos asentamientos.

Pero el asunto generalmente se detiene ahí.

Por supuesto, el presidente francés Emmanuel Macron planteó la cuestión palestina y – a diferencia del presidente indio Narendra Modi o Trump cuando estuvieron en Jerusalem durante los últimos dos meses – prometió lealtad a la solución de dos estados con Jerusalem oriental como capital conjunta, durante una conferencia de prensa con el primer ministro Benjamin Netanyahu en París el domingo.

También puso énfasis en criticar los asentamientos, algo que ni Trump ni Modi hicieron públicamente. Pero no lo hizo con la misma pasión que se espera de los franceses en estos asuntos.

¿Por qué no? ¿Por qué ya no es un tema tan candente para los franceses y para otros europeos como lo fue hace apenas medio año? Hay varias razones.

La primera tiene que ver con que Trump sustituye a Obama. Durante los años de Obama, éste no evitó las discusiones públicas ni usar la diplomacia del megáfono para castigar a Israel.

Esto quitó las trabas de algunos europeos que pensaron que si Estados Unidos criticaba a Israel – siendo el mayor aliado de Israel – entonces seguramente tenían luz verde para hacerlo también.

Otra razón tiene que ver con Europa. Francamente, la UE tiene cuestiones mucho más apremiantes que tratar, desde mantener la unión después de Brexit, hasta hacer frente a importantes desavenencias internas entre los 28 países, a hacer frente a una crisis masiva de refugiados y a combatir a los terroristas.

Si bien la UE siempre ha tenido sus propias crisis internas, solían venir como espías solitarios, no en batallones, como ahora.

Actualmente, la UE no sólo se ocupa del Brexit, o de los restos de la crisis financiera, o de la crisis de los refugiados, o del terrorismo – se están ocupando de todas juntas, y eso tiene un peaje. Eso significa que la cuestión israelo-palestina no es una prioridad tan alta, ni siquiera para los europeos, como lo fue en otro tiempo.

Además, existe la tendencia de muchos de los países de la UE a querer tener estrechas relaciones bilaterales con Israel, por lo que tienen menos reflejos en relacionar sus vínculos con Israel para avanzar en la cuestión palestina o detener la construcción de asentamientos. Esto se puede ilustrar mejor mirando a Bélgica -no necesariamente considerada de los mejores amigos de Israel en Europa- de hecho, un país que tradicionalmente ha sido muy crítico con Israel.

En poco más de un año, el primer ministro belga ha visitado Israel, al igual que el ministro de Relaciones Exteriores, el ministro de Finanzas y el ministro del Interior -en dos ocasiones- para comprender cómo se ocupa Israel de las amenazas terroristas a las que se enfrenta Bélgica. Y Bélgica no está sola.

Macron también dijo en la conferencia de prensa que quería reforzar lo que él llamaba los “vínculos de larga data” de Francia con Israel, y enviaba a su ministro de Economía a Israel para “extender esos vínculos”.

Como resultado de los ataques terroristas en Francia, Israel también es más valioso para París, no sólo porque quiere cooperar con el vibrante “ecosistema” de Israel, como dijo Macron, sino también cooperar con Israel en la lucha contra el terrorismo.  A pesar de que Jerusalem no ha tomado las medidas que Francia desearía que tomara para hacer avanzar el proceso diplomático.

Nada de eso significa que Francia, o la UE, no sean muy críticas con las políticas de Israel. Simplemente que Europa y Francia ahora tienen una necesidad más urgente de poner orden en sus propias casas.

Y realmente se dan cuenta.

Fuente: The Jerusalem Post – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención siguiente: ©EnlaceJudíoMéxico