Enlace Judío México.- Escribo esto con tristeza. Días difíciles estos, cuando más de cien venezolanos, la mayoría adolescentes, han muerto por la represión militar del régimen en Venezuela. Miles de heridos, otros detenidos, algunos torturados, encarcelados, jóvenes cuya única culpa ha sido el querer defender la libertad de su país, que se ha convertido en un Estado represivo y corrupto representado por el régimen de Nicolás Maduro.

O.W. DESDE VENEZUELA PARA ENLACE JUDÍO

Hace tiempo muchos creían todavía en los logros del chavismo. En las promesas reflejadas en los discursos de los líderes del gobierno. Pero la realidad ha sido como un golpe en la cara durante estos 18 años y la paciencia de los pueblos tiene un límite. No se condena a las mayorías nacionales a la pobreza, ni se les niega los bienes de consumo más elementales para la subsistencia: comida, medicinas, seguridad, y menos aún, se les quita el derecho a decidir el destino de su país.

En estos últimos años en que he vivido en Venezuela he visto el diario acontecer de los habitantes de poblaciones y ciudades, donde para su subsistencia han tenido que hacer colas durante horas enteras, dejando su trabajo diario y cargando a sus pequeños, muchas veces bajo un sol también inclemente.

La vida en Venezuela se ha ido deteriorando cada día más. Como consecuencia de la devaluación de la moneda y los subsidios, se fue desarrollando un contrabando de extracción, lo cual no ocurría cuando el bolívar, la moneda nacional, era fuerte. Esto ha creado un tremendo desabasto de alimentos, medicinas, gasolina, gas, materiales de construcción, maquinaria, repuestos, producción agrícola y pecuaria. El bolívar se ha empobrecido cada vez más con respecto al dólar.

La carestía y la escasez se fueron extendiendo por todo el territorio nacional, y aunque el gobierno decía que esto era resultado de la “guerra económica”, ya nadie lo creía, y poco a poco se desarrolló aún más la buhonería y su especialidad en Venezuela, el “bachaquerismo”, que día a día se alimenta de la corrupción por medio de la distribución de alimentos.

Las carreteras que forman la red vial del país se han ido convirtiendo en fuente de trabajo informal, lo que se llama buhonería de carretera, que antes sólo existía en los semáforos y en las aceras de las grandes ciudades. Por la necesidad de subsistir, los caminos se fueron transformando en fuente informal de trabajo para los campesinos, que han ido desertando del trabajo agrícola, porque la Reforma Agraria prometida por el chavismo no cumplió con el objetivo de crear fuentes de trabajo estables. No se consigue abono, fertilizantes, venenos, alimentos para los animales etc. etc.

En Venezuela todos están familiarizados con el término “policía acostado”, que consiste en construir frente al rancho o poblado que está a orilla de la carretera, un lomo de cemento a lo ancho de la vía, obstáculo que obliga al conductor del vehículo a reducir la marcha, lo cual le permite al campesino ofrecer su mercancía: café en taza, chucherías, frutas, alimentos, cargadores de celulares, queso, lápices, etc. Pero el policía acostado, además de ser fuente de trabajo informal, es un gran destructor del sistema de frenos, amortiguadores, desajuste de la carrocería, y daño a la salud de las personas que viajan en los vehículos, ya que en cada policía acostado, reciben en la columna vertebral un latigazo, al chocar las ruedas del vehículo con el lomo de cemento o policía acostado. Entre El Vigía y Barquisimeto, ciudades que visité, conté 150 frenazos y latigazos.

La corrupción se apoderó de todo el país y en todos lados, tanto en la importación como en la distribución de los alimentos y los bienes de consumo, que hoy son desviados al contrabando. ¿Qué pasó con el proyecto del hombre nuevo que eliminaría la corrupción? Y fue entonces que se inventó el CLAP, que muchas veces llega de México ¿Y qué es el CLAP?

El clap es una caja o bolsas de comida que se suministran a la población como limosnas, para que subsista. El único problema es que no a todos les llega y aparece cuando le viene en gana al gobierno, ya que no tiene periodicidad. El territorio nacional, de 916 mil kilómetros cuadrados, el gobierno lo transformó en un gran campamento donde sobreviven 30 millones de personas que reciben esta limosna. Una de las conversaciones más comunes hoy en día entre las amas de casa es algo así: -¿Y qué viene esta vez en la bolsa del clap? Ah, pues arroz, una bolsa de caraotas, pero no vayas a creer que leche en polvo. Ya hasta se me olvidó a qué sabe.-

Y es que el pueblo solo puede comer lo que el gobierno le da. Los venezolanos se ufanaban antes de tener “La mejor Constitución del Mundo”. Ahora todos se preguntan: ¿Por qué reformarla entonces?

Algunos se acordarán de lo que pasó en Turquía en 2016, cuando sobre la base de un mini-golpe, Erdogan logró modificar la Constitución y aseguró la absoluta lealtad de los militares, que al parecer querían darle un golpe de estado. Difícil pronosticar lo que sucederá en los próximos días en Venezuela, pero no podemos dejar de ver cierta similitud entre Erdogan y Maduro.

Si los militares continúan apoyando una vez más a Maduro, al igual como lo hicieron con Erdogan, que logró transformar al ejército en su guardia personal, aunque de hecho ya lo es en Venezuela, la prensa y la televisión serán silenciadas aún más de lo que ya están. ¿Será este el camino de Maduro para lograr la conquista del poder total? Lo que nos hace recordar a Hitler, cuando en 1933, al incendiarse el Reichstag, se convirtió en gran dictador.

Hoy Venezuela amaneció silenciosa por el paro cívico. Los amigos se conectan por Twitter, Facebook, algunos por teléfono, pero tienen poco que decirse. Percibo una cierta tristeza e incertidumbre por lo que vendrá. Beatriz me dice que solo ve la corteza de los árboles y las azoteas de los edificios desde su departamento en Caracas. Pero a ratos se escuchan un par de detonaciones. Bombas tal vez. De repente se oye un grito, más gritos, sirenas, otra vez silencio, algunos carros deambulando vacíos. Pienso en el desierto. Donde se escucha un silencio que habla.

La protesta no cesará, estoy seguro, porque aunque la fuerza represiva generadora de miedo la tienen el gobierno y los militares, la fuerza del hambre ha generado la rabia, la valentía, la nueva piel que tienen la inmensa mayoría de los venezolanos. Y una enorme hambre de justicia y libertad…