Enlace Judío México – En su columna semanal, Mylen Saadia y Shoshana Turkia nos hablan sobre el tema de la violencia económica, ¿qué es? ¿cómo identificarla? ¿qué hacer para salir de un ciclo de violencia económica y encontrar el amor económico?

Mylen Saadia: Sabemos que en las parejas hay muchos tipos de violencia, y hoy les queremos hablar de lo que nosotras bautizamos como “violencia económica”.

Shoshana Turkia: El término violencia económica se conoce en muchos foros, sobre todo cuando hay un sistema donde hay un proveedor y un receptor de bienes económicos y materiales.

Para hablar de esto vamos a empezar primero por la definición de qué consideramos nosotras en Presente Continuo como autonomía económica, que sería la antítesis o la solución de esta violencia.

La autonomía económica es obtener, utilizar y procurar los recursos suficientes para lograr el proyecto de vida.

Esto quiere decir que hay un proyecto para el cual se obtienen los recursos y para lo cual se usan. Los recursos no sirven nada más para acumularlos. Hay que utilizarlos para crear y para construir.

Si esa es la definición de autonomía económica, entonces la violencia económica sería la supresión o la restricción de estos bienes económicos para que se logre ese proyecto.

¿Qué sucede? Que en el sistema cultural y social en que vivimos, generalmente hay dentro de las parejas una persona que es el proveedor, que en este caso en la gran mayoría de los casos, es el hombre, y una persona que recibe esos recursos y que tiene otras obligaciones dentro de la familia, que generalmente son las mujeres.

¿Cómo funciona ese acuerdo? Ese acuerdo generalmente no se habla previo a la boda. Se habla posteriormente a la boda cuando llega la intención de tener a los hijos.

La primera maternidad o los primeros años de maternidad, en donde los requisitos físicos de tener un bebé son muy demandantes: se duerme poco, se come peor, y hay que estarlos atendiendo 24 horas, por lo menos los dos primeros años de vida.

Muchas mujeres deciden relegar sus actividades profesionales y sus remuneraciones económicas para poder cumplir con este rol que en apariencia o en una primera instancia sí era un pacto en común.

Es decir, tú sales y traes el dinero a la casa y yo me encargo de que esta criatura no se muera. Y hasta ahí todo bien.

Pero ¿qué pasa cuando esta mujer deja de estar interactuando en un mundo económico y en un mundo profesional? Se va quedando relegada con respecto a sus compañeros, a sus colegas o al mismo mercado en el cual ella está acostumbrada a interactuar, por estar cuidando a los bebés.

Estos bebés se convierten en niños y se van a la escuela. Entonces queda un vacío. Hay una necesidad de crear un proyecto, además del proyecto de la familia.

Porque lo que es cierto es que el proveedor, el que está cargando con toda la responsabilidad de traer esos recursos, en una parte está sacrificando su tiempo y su energía para que este proyecto familiar se realice, pero lo que es cierto es que también sus actividades económicas y profesionales están satisfaciendo un proyecto individual y personal.

MS: Una de las cosas que empieza a pasar es que el dinero se convierte en una herramienta de poder, donde el proveedor busca cómo no sentirse menos o fuera de la familia.

Puede usar ese dinero para controlar, para tomar las decisiones, para decir lo que se tiene que hacer y para saber hacia a dónde encausar los recursos económicos.

En ese momento el receptor pasa a tener menos importancia en el sentido de decisiones económicas de la familia. Pero muchas veces este control económico es nada más un pretexto.

Cuando la pareja ya está fallando, se usa el dinero como una herramienta para ponerle el pretexto de que con eso se pueden pelear eternamente.

Y no se van a la profundidad de lo que realmente está lastimando a la pareja, que en la mayoría de los casos es la falta de comunicación de no atreverse a platicar de esos temas desde un principio. A ponerse de acuerdo y a expresar de los dos lados, los anhelos, las necesidades, los gustos.

“¿Qué me gustaría estar haciendo en este momento de mi vida?” Y para eso muchas veces se necesitan recursos, muchas veces se necesita tiempo. Cosas que probablemente el receptor no ha generado y que necesita del apoyo del proveedor.

Pero el proveedor a veces tiene miedo de perder esa posición en la familia, o de perder ese vínculo de relacionarse así con los miembros de la familia. Si pierde esa capacidad de proveedor, esta persona no se siente importante dentro de la familia, por ello se aferra a este rol para seguir siendo importante.

Esto genera en el receptor mucho resentimiento, muchos reclamos, muchos enojos de no sentirse ni reconocido ni importante.

ST: Y tenemos nuevamente dos dolores. El primer dolor es el del receptor. Un dolor de “yo dejé mis sueños” o “puse en segundo plano mis sueños, mis anhelos, mi proyecto personal de vida a cambio de este proyecto en común”, que deja de ser común porque ya no tomo las decisiones.

Pueden ser decisiones que parecen tan triviales como “¿a dónde nos vamos a ir de vacaciones?” o tan profundas como “¿qué educación van a recibir los niños?”.

El proveedor empieza a tomar todas las decisiones de meter a los hijos en tal o cual escuela porque cuesta más o cuesta menos, o porque aquí tienen una educación más religiosa o menos observante; de con qué médico van a ir los niños, porque él está pagando la consulta. Y vivimos en un sistema donde el que paga manda.

Y mandar, cuando no es por consenso y cuando no está comunicada la relación, se vuelve muy frustrante. Es una responsabilidad que el que está proveyendo el dinero no necesariamente quería en un principio, que no soñaba.

Tal vez esa persona quería ser un músico o un escritor y no quería ser un empresario con N número de obligaciones. Y la persona que está recibiendo el dinero, que en este caso sería la madre, además de ser mamá tal vez quería ser profesionista, o tal vez quería ser emprendedora o quería tener una maestría.

Hablemos de un caso en concreto para que entendamos en qué casos sí hay violencia y en qué casos no. Cuando los recursos están disponibles, hay violencia. Cuando los recursos no están disponibles, no hay violencia.

Es decir, hablemos de una mujer que ya tenía una licenciatura y una carrera previa al matrimonio y previa a la maternidad. Y deja de trabajar en el momento en que llegan los hijos y deja de tener también ingresos económicos independientes.

Los niños crecen y se van al jardín de niños y ella ya tiene más espacio para estudiar la maestría, que se vuelve importantísima para poder reconectarse con el mundo laboral. ¿Quién va a pagar esa maestría? Si en los últimos 5 o 7 años ella estuvo dedicada a las funciones del hogar. ¿Quién le va a dar ese dinero?

Podría decirse que el marido, o que busque una beca, o que buscara apoyo de otros lados. ¿Y el tiempo? Porque el tiempo es otro factor y es otro recurso. Si la pareja dice: “Tú te vas ir a la maestría y entonces ¿quién va a cuidar a mis hijos?” ahí hay violencia.

No nada más estamos restringiendo el dinero sino también el apoyo y el común acuerdo de quién va a soportar a esa familia y a ese proyecto en común. No nada más podría haber violencia.

Si esta mujer dice “Ok, no tengo los recursos ahorita, entonces voy a hacer toda una estrategia para tenerlos” y decide poner un negocio simple, digamos una florería, y nada más va a vender flores para shabbat. Y su pareja se la pasa diciéndole: “Lo que tú quieres hacer es una tontería”, “no vas a ganar dinero”, “deja de gastar tiempo y recursos en esas bobadas”, “deja de estar perdiendo tiempo en estupideces”.

No nada más está restringiendo el dinero sino también el apoyo y el talante que se necesita para emprender, porque todos sabemos que para emprender un nuevo negocio requieres muchos recursos pero quizá el que más requieres es la valentía de dar los primeros pasos. Y si esta persona que es tu pareja y que supuestamente es tu socio para emprender el proyecto familiar y el proyecto individual no está ahí, entonces también está habiendo violencia.

MS: También podemos encontrar violencia económica del otro lado, en el caso de que no hubiera suficientes recursos, o que sí los hay pero el receptor decide de repente ir al Palacio de Hierro y comprarse una bolsa que no estaba presupuestada. ¿Por qué? Porque se le antoja, porque ve a todas sus amigas, porque esto es parte del status.

Eso también es una manera de violentar al proveedor, porque cuando un gasto no está presupuestado, es un gasto que puede mermar a la familia. Decido no tomar en cuenta el proyecto familiar y yo por mi cuenta ir a gastar lo que quizá no se podía en ese momento. No significa que no te puedas comprar una bolsa del Palacio de Hierro, lo que quiere decir es que hay que planearla, hay que presupuestarla, hay que tomarla en cuenta como parte de los gastos familiares.

ST: Muchas parejas encuentran mucho más difícil hablar de dinero que de intimidad sexual. Porque nos enseñan por un lado a proyectar una imagen de éxito, de ser ganadores, de ser campeones en lo público y en lo privado y de ser muy cautelosos y no hablar de dinero.

Es muy difícil que si no hay realmente comunicación dentro de la pareja, este entendimiento económico se ve. Pero es muy doloroso. Porque la economía hoy en día como está, ya es de conocimiento público lo que puedes y lo que no puedes hacer.

Si eres un macho, que aparte tienes que ser un macho alfa, porque tienes que proveer y ser muy galán, traer mucho dinero a la casa y no lo estás logrando, y es la única participación que tienes dentro de tu familia, pues estás siendo un fracasado dentro de ese sistema. Y ese fracaso duele y hay que ocultarlo. Y eso genera también mucho rencor dentro del proveedor.

MS: No nada más es la carga o lo lastimoso del receptor. También para el proveedor es muy difícil la carga de todos los días tener que traer el pan a la mesa y de sentir que jala la carreta solo, que no tiene ese apoyo de descanso.

También para él es muy difícil soltar esa parte y decir “Ok, sí, vamos, te pongo el dinero de tu maestría o de tu viaje”. Porque hay esa presión que también a veces no somos lo suficientemente conscientes para entender la carga que tiene el proveedor para generar esto en la familia.

ST: Lo que nosotras estamos sugiriendo es que haya una revisión del sistema, tanto familiar como socioeconómico en el cual se desenvuelvan estas dos personas que están en un estado de estrés, e imposiblemente de sufrimiento, y que después de revisar el sistema se den cuenta de cuáles son sus prioridades y cuál es el proyecto en común.

MS: Y también que tomen en cuenta las habilidades de cada uno. Porque muchas veces por el simple hecho de que tenemos preconcebido que el hombre es el proveedor, no conceptualizamos que quizá es la mujer la que pueda ser mejor proveedora y que él tenga la capacidad impresionante de encargarse del hogar y de los niños.

ST: Lo primero que hacemos en sesión es, primero, el reconocimiento de estos talentos. ¿Para qué eres bueno? Muchas veces nos encontramos con mujeres que llevan 10 o 20 años haciendo trabajo voluntario y nos dicen “Es que yo no sé trabajar y no soy buena para nada”. Pero las ves coordinando eventos para 400 personas y haciendo una labor de relaciones públicas y de publicidad que ya quisieran grandes corporativos.

Vemos dónde están los talentos y para qué sirven. Segundo, donde están los anhelos, ¿qué quieren hacer con ese talento? Y tres ¿cómo nos reacomodamos como equipo para que los dos logren lo que quieren hacer?

Para llegar a ese tercer punto hay un ejercicio de conciencia muy profundo que hay que hacer. Porque hay que reacomodar todo. Reacomodarnos como pareja, pero también hay que reacomodar a los hijos ¿cómo nos ven? ¿cómo nos perciben? Y después hay que reacomodar las voces afuera que nos dicen “así no se hace”.

Pero este sistema hoy en día está lastimando mucho más de lo que está soportando la vida, la bendición y la abundancia dentro de la comunidad.

MS: Y una de las conversaciones que debemos de tener con las parejas es ¿en dónde está puesto tu valor principal? Y desde ese valor poder comunicar cada uno su valor o sus valores importantes y ¿cómo puedo conseguirlos y materializarlos económicamente?

A veces nos vamos por algunas cosas que parecen ridículas. ¿Cómo es que hoy quieres pensar en un viaje cuando el problema principal que tenemos es la colegiatura?. Puede ser una discordia de pareja o una de valores profundos.

Porque el viaje tal vez es mi conexión con el placer, con el disfrute, con lo desconocido, con nuevas experiencias, con aprendizaje. Y que quizá mi pareja no le está dando ese valor que es tan importante.

Y para el otro tal vez no, hay que invertir en la hipoteca de la casa. Quizá porque esa persona nunca tuvo un techo a su nombre y lo más importante hoy en día para él o para ella es la casa.

Revisar los valores de cada uno nos lleva a conciliar este conflicto de pareja y entender cuál es el valor imperante para cada uno y desde ahí reconectar.

ST: Y desde ahí también, además de reconectar a la pareja, construir un sistema que soporte al proyecto de vida. Muchas veces vemos proyectos de vida completamente desasociados de la realidad, donde alguien quiere hacer grandes viajes, ir a estudiar al extranjero y tener grandes propiedades, pero decide no trabajar, o no esforzarse o no prepararse para las funciones profesionales que debería estar cubriendo para tener esos ingresos.

Una vez que ya se reacomodó el sistema y que ya está en un sistema más armónico, entonces sí, revisamos cuáles son los recursos que necesitarían tener para llegar a su nivel de vida y alcanzarlo.

Creemos que todo el mundo debería tener derecho a la abundancia. Creemos que todo el mundo debería tener el derecho a la dignidad y al placer. Pero eso no quiere decir que eso va a venir solo. Tenemos que esforzarnos, tenemos que trabajarlo y tenemos que construirlo, y cuando hay una estrategia es mucho más sencillo lograrlo.

MS: Y entonces poder pasar de la violencia económica al amor económico.

Para contactar a estas dos extraordinarias mujeres, pueden escribirles a [email protected] y para obtener mayor información, ir a la página www.presentecontinuo.com.mx.