Enlace Judío México.- Como muchos sabemos, paisano (para términos de la Meidele), se refiere a los judíos que viven en la Ciudad de México. Sin embargo, los paisanos se han comenzado a extender por todo el mundo y han dejado la gran ciudad para buscar vida en otro lugar (especialmente San Diego, Miami o Israel). Pero eso no significa que no conocen perfectamente bien el estilo de los dichos paisanos, ni que hayan dejado de serlo por completo, por más agringados o israelizados que estén.

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Estos paisanos que se fueron de casa, aman y adoran regresar de manera recurrente a sus raíces… aunque quién sabe si les gusta tanto por lo que extrañan de esta vida o porque se dan cuenta lo mucho que aprecian haberse salido de ella. Y ojo, no es en mal plan, pero si de por sí los papás y suegros paisanos se caracterizan por ser super hyper, duper intensos, imaginen cómo se ponen cuando viene su añorado hijo o hija del extranjero.

Primero que nada (obviamente) es comida, comida y más comida; es impresionante cuánto cree una mamá que su hijo puede comer. Parecen las brujas de Hansel y Gretel, cuyo objetivo es lograr engordar al sujeto. Hay que hacer su comida favorita de chiquitos, la comida mexicana que seguramente tanto extrañan, la comida que les dijeron el otro día que probaron y les gustó, la comida que seguramente le sale mejor que a su suegra y poner en la mesa comida endémica de su nuevo lugar de origen para que no extrañe su casa. En fin… ya saben cómo está la cosa; digamos que regresan de casa bastante empachados.

Ya que están bien comidos y tras rechazar la cuarta y quinta ronda de postres, comienza el interrogatorio. Que si está flaco, que por qué enflacó, que si está gordo que por qué engordó (¿neta, me vas a preguntar que por qué estoy gordo después de lo que me acabas hacer comer?), que si piensa regresar a casa, etc.

Y como buenos padres paisanos les entra la sobreprotección y el famosísimo “pobreteo”. Aunque probablemente sus hijos tengan mejor calidad de vida en otro lugar que en México se la pasan diciendo: “Pobrecito que se tiene que ir al trabajo en metro” (¡¿Qué?! Pobres de nosotros que estamos en México y hacemos 2 horas y media de tráfico al trabajo) y más cosas por el estilo… Y apenas llegan y en la bienvenida les preguntan que cuándo vuelven a venir, que si van a estar aquí para Rosh Hashaná y para la boda de su prima tercera. Apenas llegan y sus padres paisanos ya empezaron a llorar de que ya mero se van a ir de regreso.