Rab. Raymond Beyda. Realmente desearlo.

David y Jacobo eran mejores amigos. Tenían la misma edad, casi la misma altura y el mismo peso y ambos eran muy talentosos en muchos aspectos. Cada uno generaba un ánimo competitivo en el otro. Ya sea que se tratara de aprendizaje, deportes, negocios o popularidad, uno podría asegurar que cuando estos dos se juntaban habría un toque de competitividad rondando.

Un día David y Jacobo se dirigían a una boda. Para transportarse debían alcanzar el autobús que pasaba a unas cuantas cuadras de sus casas. Empezaron a caminar juntos, hablando y riendo y planeando la ocasión festiva y estaban tan sólo a una cuadra de la parada. Cuando David gritó: “Ahí está nuestro autobús. ¡Hay que correr!”

Los dos corrieron, pero sólo David lo alcanzó y cuando el autobús se fue, Jacobo se quedó esperando el siguiente.

Un observador casual que no los conociera podría pensar que David corre más rápido que Jacobo, y por ello alcanzó el autobús. Pero la realidad es que David no era mucho mejor corredor que su amigo. La diferencia entre ambos radica en que David estaba ansioso por llegar a la ceremonia a tiempo. Mientras que Jacobo era un amigo casual del novio, estaba feliz de asistir a la fiesta, pero no tenía una prisa particular por llegar desde el inicio.

La fuerza que impulsa a una persona a la acción, su motivación, es su deseo. Entre más una persona desea lograr algo, más esfuerzo pone en realizar su meta. En nuestra historia, Jacobo no quería llegar a la boda tanto como David y por ello, perdió el autobús.

La vida es una serie de retos, que requieren esfuerzo para realizarse. Cuando una persona quiere triunfar en lo que es bueno, debe desarrollar un deseo genuino por esa meta. Leer sobre los beneficios de una cualidad particular o las recompensas de un patrón de comportamiento específico le da a la persona un mayor deseo de adquirir esa característica positiva. Incluso hablar en voz alta sobre la belleza de determinado comportamiento despierta en la persona deseos de adquirir esa forma de acción. Decir que quieres algo y realmente quererlo son dos mundos aparte. Antes de que puedas lograr cualquier cosa, debes convencerte a ti mismo que genuinamente quieres obtener éxito.

Fuente: Raymond Beyda Online / Traducción Séfora