Enlace Judío México / Eduardo Huerta – Parece que terminó la euforia de Pokémon GO!, sin embargo la franquicia de Pokémon ha estado desde antes y sigue, de tal manera que podemos seguir aprendiendo de ello, cuándo Pokémon GO! estuvo en su apogeo, hubo un frenesí, la gente caminaba por las calles de ciudades y pueblos alrededor del mundo completamente metidos en sus teléfonos, no enviaban mensajes de texto ni estaban en Facebook, sino que jugaban Pokémon GO!

El juego aún está disponible, aunque son pocos los jugadores que quedan, el juego consiste en “capturar” monstruos virtuales llamados Pokémon, recogerlos y ponerlos a pelear entre sí mientras la gente recorre calles reales. Usando las coordenadas GPS y la cámara del smartphone, los Pokémon se pueden “ver” en la pantalla, aparentemente viviendo en las calles. Múltiples jugadores pueden reunirse en lugares físicos para interactuar dentro del juego, sin embargo Pokémon no se limita a Pokémon GO!, sino que la franquicia incluye juegos para consolas Nintendo, películas, libros de manga, souvenirs, juguetes, juguetes de peluche, y una gran cantidad de personas aficionadas a este fenómeno, la pregunta es por qué les gusta Pokémon.

En el animé de Pokémon, así como en las películas, el personaje principal “Satoshi” (Ash Ketchum), es un niño de 10 años (aunque en el manga ya tiene aproximadamente 17 años), que siempre está dispuesto a ayudar a los demás, entre ellos a sus amigos, viaja por el mundo teniendo aventuras con su amigo Pikachu así como con otros compañeros de viaje, y el mensaje que siempre deja es que no debes rendirte, sino que debes seguir adelante, enseña a valorar la vida y que debes hacer amigos y disfrutar la vida. Estas enseñanzas son sutiles pero efectivas, pues podemos decir que son las mismas enseñanzas del Tanaj,  Mishlei 18:24 dice “Quien se muestra como amigo, tiene amigos, y “un amigo es más unido que un hermano”, Pokémon también enseña sobre la importancia de la amistad. Y así como muchos dejaron de Jugar Pokémon GO!, también hay varios aspectos de la observancia de Torá que por parecer ilógicos, muchos han rechazado, pues son observancias que no entienden.

La mitzvá de la vaca roja, cuyo secreto fue concedido sólo a Moisés, nos enseña que nuestro entendimiento de Torá es directamente proporcional a nuestra disposición a abandonar nuestros impulsos personales en acatamiento a la voluntad de D-s. Conforme vamos soltando nuestra propia voluntad, podemos ir entendiendo la Voluntad Divina.

Nuestros ancestros en Sinaí captaron la verdad de este principio cuando ellos respondieron al unísono, Naasé venishmá (“Nosotros haremos y entenderemos”, Shemot 24:7). Es característico de la Torá que su entendimiento no precede a su observancia, sino sigue a esta, para aprender Torá, no basta leer, sino que el aprendizaje se complementa leyendo. Aranza Gleason, columnista de este medio, explica que aprender Torá es como aprender a tocar un instrumento, no puedes simplemente leer un libro y ya, sino que debes tener el instrumento y practicar, pues sólo así se complementa el aprendizaje.

En contraste a lo que algunas personas pueden creer, la Torá no está más allá de nuestro entendimiento, pero debemos estar dispuestos a hacer los sacrificios personales que tal entendimiento requiere. En el pensamiento Jasídico tradicional, la bestia salvaje que debe ser capturada y entrenada, es la inclinación del mal, pues esta se compara con un animal salvaje -una fuente poderosa, salvaje y sin explotar de energía primordial. Sólo cuando es capturado, aprovechado y entrenado puede ser transformado de un buey salvaje a una criatura domesticada que puede arar campos y a su manera, construir un mundo mejor.

El Rebe Mitteler, el rabino Dovber de Lubavitch, dijo una vez a uno de sus jasidim: “Cuando dos personas hablan entre sí sobre el servicio de D-s y estudian juntos, hay dos almas divinas contra un alma animal”. Debes encontrar un compañero aventurero y trabajar en domesticar a ese animal salvaje, entrenarlo y unirse para construir un mundo mejor mediante la Justicia Social, la Caridad así como tu propio crecimiento espiritual y personal.

Basado en un artículo de Chabad.org