Enlace Judío México.- Iosef Neira, autor de esta serie de artículos sobre la Historia de Israel, los publica, dice, “sin mayores pretensiones que dar una sucinta mirada a los momentos más relevantes y a veces también más desconocidos e interesantes de la historia de nuestro pueblo”.

IOSEF NEIRA

Tras la muerte de Shlomo Hamelej, el rey Salomón (928 a.E.C.), la tierra de Israel quedó dividida en dos reinos, el de Israel en el norte y el de Judá en el sur. Israel, el más rico y vasto de ambos, estaba compuesto por muchas tribus y sufría de constantes guerras civiles. Judá, más pequeño y menos rico, contaba con una población más homogénea, una tradición dinástica estable y de una unidad religiosa simbolizada por el Templo de Jerusalém.

En 721 Samaria, la capital de Israel cayó luego de tres años de sitio por las fuerzas asirias, poniendo así fin a la independencia del reino del norte, siendo deportados casi 30.000 israelitas. La llegada de nuevos inmigrantes y sus matrimonios con la población nativa, y la asimilación de sus tradiciones, pero sin poderse identificarse espiritual ni físicamente con los hebreos, dieron origen a una nueva población, a la cual llamaron samaritanos, por su capital Samaria, quedando la región como una nueva provincia del imperio asirio.

Judá, el reino sobreviviente, debió resistir el ataque de fuerzas asirias en forma constante, hasta que debilitada por las invasiones llegadas desde el norte, Asiria se derrumbó ante Nueva Babilonia y Egipto. Debiendo sufrir invasiones de Egipto en un inicio, tras la derrota de éstos en frente a los babilonios en Cardemish en 605, fue el turno babilonio entonces de invadir Judá. Los babilonios luego de dos rebeliones judías, quemaron el Templo de Jerusalém en 586, y deportaron a los jefes judíos en masa a Babilonia.

Durante generaciones, los profetas habían venido vaticinando el derrumbe del Estado hebreo, pero mientras se sobrellevara con humildad el castigo y se sintiera sincero arrepentimiento, aún había esperanza para el futuro. El pueblo de Israel, políticamente diezmado, continuó viviendo de acuerdo con su fe, sostenido por la promesa profética. Israel como estado parecía haber terminado, pero el judaísmo como religión que trascendía el suelo patrio, había comenzado.

La historia de Israel, con el cautiverio en Babilonia asume un carácter único. Muchos pueblos han conservado su nacionalidad en su propio suelo, bajo el yugo de la conquista extranjera, pero hasta entonces ningún otro pueblo había podido nunca conservar su identidad y sus características nacionales en el exilio durante miles de años con vitalidad suficiente para brindar la seguridad de un renacimiento final. En Babilonia ciertamente, hubo mucha asimilación, pero el núcleo principal quedó intacto. Se conservó separado y único. El Pueblo Judío había nacido de Israel, el judaísmo como sistema de ideas y tipo de vida nació en la diáspora babilónica. Y con el anhelo del regreso a Sión había nacido también el sionismo en su forma más pura.

Resulta imposible saber con exactitud cuántos hebreos fueron desterrados, pero si que lo fue la flor y nata de la sociedad de Judea. Los dirigentes políticos y militares, los sacerdotes, los artesanos prósperos y los obreros especializados fueron al exilio en Babilonia.

Babilonia no repobló Judá con elementos extranjeros, como habían hecho los asirios con el norte de Israel, algunos pueblos como Moab y Edom, cuyos reinos habían sido destruidos por Nabucodonosor, se radicaron permanentemente en el sur de la montañosa Judea. Sin embargo Gilead y Galilea, como partes del Neguev, siguieron conservando considerables poblaciones judías…