Enlace Judío México – Muchas veces las personas religiosas que estudian mucho las Escrituras y tienen a D-os presente en su pensamiento, se enfocan demasiado en la argumentación teológica que se les olvida educar las emociones. Sin embargo, D-os se encuentra en el corazón de la persona y la sabiduría en la experiencia. De nada sirve el crecimiento intelectual si no se ve reflejado en el carácter y actuar del hombre. La siguiente historia nos da una enseñanza de por vida.

Sabiduría sin alma

Rabí Ber era un sabio de inteligencia aguda. Conocía todos los recovecos de la Guemara y todas las profundidades de la Cábala. Cuando llegó a sus oídos la fama siempre creciente del Baalschem, resolvió verlo, para poner a prueba su sabiduría. Se dirigió a casa del maestro y, cambiando el saludo, esperó, sin mirarlo siquiera, como si no le interesara su apariencia corporal, a que saliesen palabras profundas de su boca, para medirlas y pesarlas. El Baalschem contóle haber viajado un día entero por una estepa desierta. Preocupábale la falta de alimentos, más felizmente encontró a un aldeano que le vendió un pan, y pudo calmar el hambre de su cochero. Eso fue todo lo que dijo el maestro.

A la noche siguiente volvió rabí Ver, creyendo que esta vez, por fin oiría palabras de doctrina. Rabí Israel contóle que, en un viaje hizo, le faltó heno para sus caballos; en eso pasó un aldeano, quien le facilitó lo que necesitaba. El predicador no entendió para qué le refería tales cosas. Estaba convencido de que era inútil esperar de ese hombre una prueba de sabiduría. Vuelto al albergue, ordenó a su criado que se prepara para el regreso. Saldrían de viaje en cuanto la luna apareciera por entre las nubes. A media noche aclaró. Disponíanse ya a partir cuando se presentó un mensajero del Baalschem. El maestro pedía a rabí Ber que fuese a verlo de inmediato. Lo recibió en su cámara.

– ¿Conoces la Cábala? – preguntó.
El predicador repuso afirmativamente.
– Toma el libro de “El árbol de la vida”, ábrelo y lee.
El predicador leyó.
– Recapitula
Lo hizo.
– Interpreta.
Interpretó el párrafo que hablaba de la substancia de los ángeles.
– No sabes nada – dijo el Baalschem -. ¡Ponte de pie!

Se puso de pie. El Baalschem levantóse a su vez y explicó el punto controvertido. Ante los ojos asombrados de rabí Berversapareció el aposento en el que se encontraba. Vio fuego, oyó a los ángeles rumorear entre las llamas, y perdió el uso de los sentidos. Cuando volvió en sí, la habitación tenía el aspecto de siempre. El Baalschem seguía hablando:

– Tu interpretación es correcta. Pero no sabes nada, pues tu sabiduría no tiene alma.

Rabí Ber regresó al albergue, ordenó al criado que retornara solo a casa, y se quedó en Mesbiz, la ciudad del Baalschem.

Fuente: Raíces