Enlace Judío México.- Los titulares proclaman todos los días la nueva religión: la corrección política, el vandalismo cultural y la censura – no de emiratos islámicos como Arabia Saudita, sino de ciudades occidentales de aquí.

GIULIO MEOTTI*

El Sindicato de Escritores de Canadá, por ejemplo, recientemente se disculpó por un editorial de una revista que defendía el derecho de los novelistas a crear personajes de otros orígenes distintos a los suyos.

Imagínese: ¡un escritor defiende el derecho a usar la propia imaginación! ¡Qué insulto! Al menos, para los “nuevos estalinistas” lo es.

En mi opinión, se debe alentar a cualquier persona, en cualquier lugar, a imaginar a otros pueblos, otras culturas, otras identidades“, dijo Hal Niedzviecki, editor de la revista sindical, Write, defendiendo la libertad en un editorial. El Sindicato anunció luego que Niedzviecki había dimitido.

Otro periodista también fue víctima de esta nueva religión. Jonathan Kay también dimitió recientemente como editor de la revista The Walrus. Defender el derecho de Niedzviecki a usar su imaginación le costó a Kay su trabajo.

Su inefable delito fue, al parecer, la “apropiación cultural“, una de las nuevas expresiones del “pensamiento de grupo” que el teólogo Paul Griffiths condenó como “iliberales y totalitarias“. Griffiths también tuvo que dimitir de la Universidad de Duke después de criticar a sus colegas por un “programa de diversidad” que “proporciona formación básica para comprender el racismo histórico e institucional“.

Cada revolución necesita dominar un nuevo “lenguaje” para lograr la uniformidad de expresión y pensamiento. George Orwell, en 1984, llamó al idioma de reemplazo “Newspeak” (nuevo lenguaje).

La Universidad Metropolitana de Cardiff, una de las más grandes de Gran Bretaña, compiló una lista de 34 palabras “alentando” a los profesores y estudiantes a dejar de usarlos y las reemplazó con términos “de género neutro“. “Bombero” (fireman) debe ser reemplazado por “bombero” (firefighter); “humanidad” (mankind) debería ser reemplazada por la “humanidad” (humanity) prohibida, y así sucesivamente. La Universidad de Princeton también expurgó la palabra “hombre” (man) en sus diversos usos, a favor de expresiones supuestamente más “inclusivas”. La City University de Nueva York decidió prohibir “Sr.” y “Sra.”. La Universidad Estatal de California reemplazó términos comerciales como “hombre de negocios” (businessman), “cartero” (postman), “mano de obra” (man power) y “vendedor” (salesman) para evitar esa palabra horrenda y prohibida.

Y ya de paso, ¿por qué no también purgar el lenguaje religioso del cristianismo? Algunas de las universidades teológicas más famosas, como Duke y Vanderbilt, invitaron a los profesores y al personal a usar el lenguaje “inclusivo” incluso cuando se refieren a Dios, porque los pronombres masculinos son “una piedra angular del patriarcado“.

Esta tontería políticamente correcta pone de manifiesto aún más la infantilización de nuestra cultura -como la demanda de “espacios seguros” y “avisos de activación“. Puede parecer comedia, pero su efecto es mortalmente serio. El filósofo británico Roger Scruton ha dicho que una especie de “obesidad moral” está paralizando la cultura occidental.

El pensar en grupo es una fuerza debilitante. en cualquier civilización. Socava la capacidad de uno para resistir a los verdaderos enemigos de la democracia y la libertad: nos hace ciegos al islam radical y al terrorismo yihadista, y da la impresión de que nuestra sociedad es una broma.

Es por eso que el escritor argelino Boualem Sansal, cuya novela 2084 describía un estado distópico gobernado por la ley religiosa, dijo que “la literatura y las artes no están jugando un papel importante en esta lucha contra la barbarie“. Esos escritores están, en cambio, demasiado ocupados implementando la corrección política.

Las universidades en Gran Bretaña ahora están celebrando talleres para “tratar las actitudes de la derecha en el aula“. En vez de ser intelectualmente diversas, las universidades están haciendo todo lo posible para imponer la homogeneidad de pensamientos e ideas. Los llamados “periódicos de derecha” están prohibidos en ciertas universidades. Recientemente, la Universidad de la Ciudad de Londres, el sindicato estudiantil, carente de ironía, votó de manera fascista prohibir algunos tabloides conservadores con el fin de “oponerse al fascismo“.

A decenas de personalidades, conservadoras y liberales por igual, se les ha impedido hablar en muchos campus de Estados Unidos. Esta es sólo una pequeña lista: Milo Yiannopoulos, Janet Napolitano, George Will, Condoleezza Rice, Madeleine Albright, Ayaan Hirsi Ali, Henry Kissinger, Christine Lagarde, Charles Murray y Jason Riley.

Primero, los estudiantes pidieron limitar la libertad de expresión a un lugar específico en el campus. Entonces empezaron a emitir declaraciones sobre ningún derecho a la libertad de expresión. Finalmente, en un crescendo de histeria, terminaron lanzando bombas incendiarias. ¿Cómo podemos pretender que la libertad de expresión en Occidente está protegida -desde el fascismo, el islamismo, cualquier cosa- cuando la restringimos en nuestras universidades?

Hace unas semanas, la Bienal Whitney 2017 en Nueva York se abrió con una protesta frente a un cuadro de la artista estadounidense Dana Schutz. El cuadro representaba a Emmett Till, un muchacho linchado por racistas en Mississippi en 1955. Más de 25 artistas negros firmaron una carta abierta, escrita por la artista Hannah Black, a los comisarios y personal de Whitney, pidiendo que la pintura fuera retirada de la Bienal, supuestamente porque “la pintura usa el sufrimiento negro para ‘beneficio y diversión‘”. La Srta. Black también pidió que la pintura sea “destruida y no ingresara en ningún mercado o museo“.

Esa petición no sólo tenía por objeto censurar ideas diferentes, sino, como el Gran Inquisidor, destruir el “pensamiento equivocado“. La nueva religión -con corrección política, vandalismo cultural y censura- está desmantelando a Occidente.

*Giulio Meotti, Editor Cultural de Il Foglio, es un periodista y autor italiano.

Fuente: GATESTONE INSTITUTE – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico