Enlace Judío México.- La Naturaleza no tiene un plan ni una meta ni un control central. Tampoco tiene pasiones. No busca la venganza ni la conquista. La señora Naturaleza se mueve solo porque está reacomodándose. Acomodando sus placas sucesivas. Alargando sus largas piernas. Girando lentamente su colosal cabeza. Aflojando lo que le estorba a su corazón de fuego, que se concentra y expande a cada latido. Y en el camino sacude a varios hormigueros que medran en su extensa piel esférica.

Fue botando de espaldas por las escaleras. Trató de ponerse en pie. La tumbó el sismo. Prefirió entonces dejarse caer por los peldaños que subían y bajaban y se mecían hacia un lado y otro. Que haga su voluntad la Naturaleza: soy un leño cayendo por la Naturaleza, se dijo durante los seis pisos siguientes y sus 120 peldaños duros, mientras la cal le llovía en los lentes negros.

Ana alzó el altavoz en Avenida Sonora y voceó: Tía, Paulita, estamos acá, vamos a sacarte, no nos vamos hasta sacarte de ahí. La tía de 86 años, tendida en lo que quedó de su departamento, ahora de 30 centímetros de alto, murmuró: No me voy, acá los espero, Anita.

La cadena de manos se organizó en un parpadeo y por ella pasaron a lo largo de tres cuadras escombros: pedazos de pared, lámparas rotas, pedazos de silla, una televisión cuarteada.
Luego la cadena se organizó en otro instante a lo largo de Avenida Michoacán y pasaron por las manos los víveres del supermercado Sumesa: botellas de agua, cajas de latas de atún, cajas de toallas sanitarias, cajas de papas fritas.
Luego: una cuna destrozada.

Los soldados llegaron pasadas 5 horas. Tenían antes que concentrarse y recibir órdenes de sus generales, que tuvieron que recibirlas del Comandante Mayor, que tuvo que recibirlas del Presidente, que tuvo que pergeñarlas con su gabinete de seguridad.
De ahí en adelante, todo en el hormiguero de primates hablantes se volvió una contienda: el esfuerzo del Poder por concentrar el Poder y la lucha de la sociedad civil por seguir distribuyendo su compasión y su energía.

Dos tráileres blancos llegaron de Michoacán a Cuernavaca camino al centro de acopio civil. Fueron desviados por motociclistas a la bodega del DIF local.

Los chóferes de los tráileres documentaron su orgullo en un video que subieron a las redes. Son víveres que manda la sociedad, dijo uno, hinchando el pecho enfundado en una camiseta impecablemente blanca. Y documentaron también su furia. Nos capturaron los envíos, vimos la pinche bodega llena de ayuda que no se está distribuyendo.

Por la noche una ciudadana grabó con su celular el desvío de otros tráileres. Se están robando la ayuda, se escucha su relato, aunque no se ve su rostro. Se la están robando. El gobierno se la está robando.
No era exacto. El gobierno estaba operando como un gobierno piramidal. Concentrando el Poder, antes que nada. Su lógica: agrupar la ayuda, organizarla, empaquetarla, asignarla a las distintas poblaciones en crisis.

El Presidente por fin emerge a las pantallas de televisión, vestido de rescatista, con un divino rompevientos azul marino. A sus lados, cinco otros hombres del Poder, serios y pálidos como estatuas de cera. El almirante de la Marina, el comandante del Ejército, el secretario de Gobernación, el jefe de Gobierno de la Ciudad de México.
El Presidente lee del telepromter un discurso cuidadosamente cifrado y mueve las manos como un muñeco de cera animado. Y dice lo que diría cualquier tlatoani en la cumbre de la pirámide del Poder. Dejen hacer a la Autoridad. Les daremos albergues. Les daremos sopita caliente. Atenderemos a los damnificados. Zapateros a sus zapatos: ustedes aguardan la ayuda, nosotros la concentramos, y en su momento, se las daremos dosificada, según nuestros criterios.
Pero su modelo de gobierno ha sido rebasado hace más de 20 horas. Lo dicho: el Presidente es un muñeco de cera animado desde un telepromter, que llama damnificados a los ciudadanos, en tanto los ciudadanos estamos en las calles rescatándonos a nosotros mismos.

Que dice AMLO que va a ceder 50% de su dinero para su publicidad de su candidatura para su presidencia. Su su su.
Que dice el PAN que va a ceder igual su dinero para sus spots para su candidato para su campaña para su presidencia. Su su su.
Que dice el PRI que va a ceder lo que se ha robado este sexenio —no, perdón, no dijeron eso.

Televisa también decide concentrar la información. Su transmisión se concentra sobre todo en la Escuela Rébsamen, donde una niña está atrapada bajo los escombros.
El gran director de telenovelas y comerciales, Pedro Torres, está presente en la locación y probablemente está de acuerdo. ¿Para qué reportear y comunicar lo que sucede en la República? ¿A quién podría servirle eso? ¿A los ciudadanos?
No. Los ciudadanos no necesitan información, decide Televisa en alguna alta oficina. Es mejor concentrar la emoción del pueblo entero en una sola niña. 120 millones de personas atentas al corazón pequeño y latiente de una niña atrapada en los escombros.
Desalojan de la locación del reality a los padres de otros alumnos, al cuerpo docente y a todos los otros periodistas nacionales. Que sea clara la historia. Concentrada. Los marinos y los rescatistas trabajando y la única periodista, la de Televisa, narrando con una sola voz los avatares de la niña invisible que padece como un pequeño Cristo por todo México.

El joven traductor del equipo de rescatistas alemanes escucha una conversación casual. La Santa Niña del Corazoncito de Cristo de los Escombros no existe. Llama al noticiario de Carmen Aristegui por celular. Carmen no tiene jefes: entre ella y la línea editorial está de nuevo ella, así que sin mayor trámite el joven traductor cuenta al aire lo que ha escuchado por azar. Lo escuchan millones. En un instante, con una sola llamada de celular de un joven voluntario, el reality de la mayor televisora en lengua castellana se desbarata.

En la Alcaldía de Jojutla, en su despacho, el alcalde dirige la concentración de la ayuda que viene llegando y la gente desde la calle le grita: Asesino. Asesino. Ladrón.
Lo es, asesino y ladrón, aunque él no entiende que lo es. Según él, todavía no se ha robado nada. Que le revisen los bolsillos.
Pero lo es porque interfiere en otro modelo de gobierno, más horizontal, más directo, más eficaz. Más en sintonía con la Naturaleza. Un gobierno sin poder central, sin controles duros, que se mueve en movimientos expansivos, no centrípetos.
Lo es porque la gente de Jojutla vive en la calle desde hace cuatro días, a un lado de sus casas derruidas, y ha llovido a cántaros desde el jueves, y él en la alcaldía quiere acaparar todo lo que no es suyo antes de repartirlo.

Los ciudadanos de Xochimilco largan al delegado entre patadas e insultos y chisguetes de agua. Quítate estorbo, le grita un xochimilca feroz.
En cambio, en Cuernavaca la Autoridad entiende: abre las bodegas del DIF y cientos de ciudadanos entran y se llevan a distribuir la ayuda centralizada.
Los jóvenes de la República acuerdan con otros jóvenes de la República por vía de las redes sociales cómo esquivar su mayor obstáculo: a la Autoridad piramidal. Trazan mapas de rutas alternas para hacer llegar directamente las ayudas a los miles de centros de acopio civiles. Por fin va llegando la ayuda a los pueblos devastados más arrinconados.
Hay desorden, hay desperdicio. Esa es la eficacia de la Naturaleza: sucede sin control, con desperdicio, sin centralizarse.

Los políticos siguen discutiendo.
Que no. Que no basta el 50% de sus presupuestos donados al rescate de México. Ese Máximo Traidor de Emilio Álvarez Icaza, que ni político es, quiere que todos los partidos cedan todo el dinero para su publicidad y para las elecciones con un solo fin: reconstruir al país. Una inyección de dinero que además de servir para la reconstrucción, avivaría la economía.
Que okey, responde el Frente Amplio, sus tres líderes sentados muy serios, leyendo alternadamente de un telepromter. Que van a donar todo el dinero para las elecciones a la reconstrucción de México.
¿Donar? ¿A qué horas ese dinero de nosotros se lo ganaron ustedes?

También el lenguaje transparenta la lucha entre la pirámide y la sociedad horizontal.
El Presidente habla de un plan con tres ejes y cuatro etapas. De damnificados y albergues. De secretarios y secretarías. Sólo le falta hablar de un plan quinquenal al estilo de Mao Tse-tung.
Los ciudadanos en cambio hablamos por las redes de necesidades inmediatas y de ayudas inmediatamente disponibles.

Se derrumbó nuestra casa en Chiconcuac, Morelos. Plaz: en medio minuto se volvió un cascajo colorido. No llamaremos para construir otra casa al mismo arquitecto ni usaremos los mismos materiales blandos, adobe y tejas.
Luego entonces, ¿por qué los mexicanos llamaríamos al INE a arbitrar la contienda de 2018, si la de 2017 en el Estado de México fue un desastre?
¿Por qué no exigiríamos el cese total de recursos a los partidos para la contienda de 2018, si como instituciones son un agujero negro de corrupción y de ausencia de liderazgo?
Que se vaya el INE. Que sólo haga lo único que hace bien: organizar casillas de voto.
Que los políticos hagan su contienda en internet y sin dinero, con ideas. Que no repartan banderitas ni canastas ni tarjetas rosas ni hagan spots, que nos narren su proyecto de país en videos. Que debatan entre ellos y con los ciudadanos. Que gane el mejor preparado, no el más hábil en trampear a la democracia.
Y con esos presupuestos, el del INE y los de los partidos, pongamos en pie al país. Construyamos casas. Reconstruyamos avenidas. Escuelas. Cambiemos nuestra internet por otra de primer mundo. Esos miles de millones de pesos alcanzan para eso y para más.
No queremos spots, queremos casas. No queremos albergues, queremos escuelas.

Hay una belleza atroz y justa en la tragedia. Lo que tumba se prueba inepto. Lo que permanece de pie, indispensable.
En este sismo se cayó la pirámide del Poder y brotó la fuerza de México encarnada en su sociedad civil. Que no se nos olvide. Que no se nos olvide. Que no se nos olvide.

El Viejo Filósofo, flotando en flor de loto y con los ojos cerrados, reza: Esto que sucede ya sucedió antes. Esto —la sociedad civil unida y moviéndose— no tiene ni plan ni cauce: terminada la angustia, la gente regresará a sus casas o a los albergues, y dócilmente mutarán a ser otra vez pequeñas hormigas obedientes y sin poder.
Luego, se duerme y ronca. Y a la sombra frondosa de su ronquido, los políticos de la Pirámide susurran: Amén, que así sea, y entonces nosotros alzaremos otra vez la Pirámide.

Pero se engañan. Esta es una sociedad civil mejor preparada que la del sismo de 1985. Media sociedad está altamente educada y es clase media. Tiene celulares y por internet conoce de las revueltas en otras democracias hartas de la Pirámide. Y ha venido acordando el último lustro que quiere ser una sociedad sometida a la Justicia, no al Poder arbitrario de los políticos. Es decir, que quiere por fin ser un México decente.
Yo no lo dudo: si los políticos no renuncian a sus spots y banderitas en aras de casas y escuelas, los ciudadanos saldremos a las calles otra vez, ésta vez para cantar el Himno Nacional. En Filipinas la población cantando el Himno Nacional al pie de los edificios y las casas tumbó una dictadura. Acá tumbaremos esta Pirámide inservible y corrupta.

Arriba en la montaña de los escombros del edificio de Álvaro Obregón 286 un rescatista alza el puño enguantado en blanco: todos guardamos silencio mientras se percola la certeza: la niña de Televisa, la Virgencita del Corazón de los Escombros, nunca existió: lo que sí emerge de este sismo es una sociedad segura de su fuerza.
Nuestro es ese orgullo.
Y nuestra es también la furia para apartar a los que desde ahora trabajan ya para que lo olvidemos.