Enlace Judío México / Aranza Gleason – Cuando nacemos llegamos a un mundo ya hecho; tan hecho que creemos que todo lo que nos rodea existía de esa forma desde antes. El niño se pregunta cómo es que el árbol crece, cuando ha visto a las cosas crecer; cómo es que la fruta se forma, cuando ha visto a la fruta formarse. Cuando ve al árbol ya formado y a la fruta ya cortada sobre su mesa, da al mundo por sentado; cree que las cosas existen como han existido siempre.

Poco a poco descubrimos que las cosas que nos rodean fueron creadas: la casa donde vivimos la compraron nuestros padres y la hizo un albañil; la ropa que nos ponemos fue cosida antes, las sillas sujetadas por clavos, las mesas, nuestros libros, todo, incluso el perro que es nuestro amigo tuvo un origen previo al nuestro. No hay nada que no haya sido formado.

Sin embargo, nosotros también damos forma y también damos vida. El niño pronto descubre que el trigo lo puede transformar en harina y la harina en una hogaza de pan. Se da cuenta de que es un hombre y si lo hizo un hombre él también lo puede hacer. Es más que sin él, muchas cosas de este mundo jamás hubieran existido.

Sin el hombre no habría imprenta, no habría coches y no habría agricultura. Tampoco habría amor, ni cariño, ni odio. Sólo el hombre puede tener emociones y sólo el hombre puede ejercer los valores. En este mundo, pasa su vida moviéndose entre aquello que le fue dado y quiere conservar, y aquello que él mismo crea y da vida. Es un viaje eterno entre creación y conservación.

El perdón se mueve en este terreno, por un lado nos fue dado y por el otro somos nosotros quienes le damos vida. Desde el inicio tuvo un origen humano y un origen divino. A continuación les contamos su historia.

Los orígenes del perdón

La Cabalá y los midrashim (relatos talmúdicos) nos dicen que el perdón fue creado antes del tiempo. Fue guardado al inicio de la Creación junto con la luz divina que sería dada a los sabios a lo largo de los siglos. Es algo eterno y divino, tan sólido como para ser aquello que sostiene al universo entero.

Para alcanzarlo, el hombre debe ir en contra de su naturaleza. Debe doblegar su orgullo, reconocer su error y cambiarlo. Al pedir perdón va en contra de la costumbre, de sus hábitos, reta a la cotidianidad. Mientras que al darlo la persona debe juntar el valor necesario para poder separarse del odio, el rencor y el dolor, tres de las emociones más fuertes que existen.

Por ello, por la fortaleza que requiere, el perdón puede hacer que el pasado se reescriba y es la única herramienta que tenemos para que nuestros pecados se vuelvan méritos. Esa es su característica divina, que existe fuera de la naturaleza humana y fuera del tiempo. Sin embargo, es el hombre quién, al retarse a sí mismo y superarse, lo puede traer a este mundo, le puede dar cuerpo.

Así como los comentaristas rastrean hasta la Creación el origen del perdón, también retoman la figura de José para hablar de él. Si bien el perdón fue creado desde antaño, José fue quien trajo el perdón a este mundo. Al perdonar a sus hermanos fue el primer hombre que perdonó a otro ser humano.

Si observamos bien las Escrituras, nos dice Rab. Jonathan Sacks, nunca en la historia de la humanidad había aparecido el perdón hasta ese momento. Cuando Adán y Eva pecan, D-os mitiga su castigo, pero no los perdona; lo mismo sucede cuando Caín mata a Abel, cuando la generación del Diluvio incurre en atrocidades o cuando se construye la torre de Babel. Incluso cuando Abraham reza por Sodoma, no le pide a D-os los perdone, sino le pide justicia; D-os al no encontrar ni diez hombres justos en toda la ciudad decide destruirla y Abraham no pide por perdón.

¿Por qué es esto?, Rab Sacks nos dice que es porque el hombre no había perdonado aún. D-os perdona varias veces al pueblo judío en su travesía por el desierto, en el libro del Éxodo, la palabra perdón aparece varias veces. Sin embargo, en el Génesis no aparece una sola, durante esos sucesos, D-os no perdonó.

D-os esperó a que José fuera el primero en perdonar, porque si hubiera sido Él mismo, la situación hubiera sido perjudicial para la humanidad. El hombre no tendría miedo de lastimar a su prójimo, pues se fiaría del perdón divino para ser absuelto. Tenemos primero que perdonar a los demás para entonces nosotros ser perdonados por D-os.

Eso es lo que hacemos en Yom Kipur, perdonamos a los que nos han lastimado y pedimos perdón por las faltas que hemos cometido; humildemente nos acercamos a D-os y nos acercamos a las personas con las que hemos convivido. Es el día en que recordamos que D-os nos perdonó, el momento más sagrado para la historia del pueblo judío. Sin embargo, no olvidemos que si D-os nos perdonó, fue porque nosotros también perdonamos. El perdón es divino y es humano, nos fue dado y al mismo tiempo nosotros lo alimentamos. Aprovechemos este Yom Kipur, para dar vida a aquél valor que nos fue dado desde antes de los tiempos y que nuestros antepasados supieron traer al mundo. ¡Gmar Jatima Tova!