Enlace Judío México.- Hay una peculiar dualidad en las formas en que los israelíes ven a Estados Unidos. Estadounidenses e israelíes viven en diferentes realidades.

HERB KEINON

Por un lado, a menudo hay un exceso de idealización: En Estados Unidos  todo brilla. En Estados Unidos todo funciona. En Estados Unidos todo es bueno y grande y ordenado y limpio y de vanguardia. Si pudiéramos parecernos más a Estados Unidos. Estados Unidos es la meta. Estados Unidos es el ideal. A Estados Unidos se lo ve con ojos románticos.

Por otra parte, suele haber una condescendencia paternalista, una tendencia a mirar a Estados Unidos con superioridad por lo que muchos ven aquí como su ingenuidad, su forma pintoresca de patriotismo, su seguimiento de las reglas, la mentalidad encajonada.

También se suele oír cierta satisfacción de somos-mejor-que-eso al discutir los males sociales que plagan a los Estados Unidos, una sensación de que nada de eso existe aquí en ningún lugar cercano al mismo grado: pobres, abuso de drogas, gente sin techo, delitos violentos.

Tras el desgarrador ataque de Las Vegas, se percibió un poco de esa presunción entre líneas en algunas de las discusiones públicas en los medios, la sensación de que un horror como ese -un acto incomprensible de asesinato en masa sin ningún motivo aparente-, no podría suceder aquí. Y que si alguien intentaría cometer tal crimen, sería detenido mucho más rápidamente.

No es que no tengamos violencia aquí. Por supuesto que sí. Pero la violencia aquí no está en el nivel de los Estados Unidos. De hecho, encontramos consuelo en eso, diciéndonos que si bien tenemos que hacer frente al terrorismo, al menos nuestras ciudades están bastante libres del tipo de crimen violento que plaga Estados Unidos, y que aquí podemos enviar a nuestros niños a jugar en las calles en todas las horas del día y de la noche.

Además, tenemos una tendencia a compartimentar el terrorismo que enfrentamos. No lo aceptamos. No lo justificamos, pero lo ponemos en una categoría distinta a la de un loco que abre fuego contra masas populares.

Y, de hecho, ese tipo de acción es – gracias a Dios – casi inaudito aquí. Pero deberíamos mantener las cosas en proporción.

Para empezar, Israel es un país de 8,7 millones de personas, Estados Unidos un país de unos 325 millones. Las probabilidades de que algún individuo desquiciado se vuelva loco es mucho mayor en una sociedad mucho más grande. Con tanta gente en una sociedad tan abierta y libre, con tan fácil acceso a las armas, se podría incluso decir que es una maravilla que esas cosas no sucedan con más frecuencia.

En segundo lugar, Estados Unidos no es un país donde la seguridad es lo primero en la mente de todos, como aquí.

Somos extremadamente conscientes de la seguridad. Nuestra realidad lo exige. Revisamos las bolsas en los centros comerciales, tenemos guardias de seguridad en los autobuses, miramos por encima de nuestros hombros cuando hacemos compras en un supermercado.

Los estadounidenses, debido a la inmensidad y la libertad del país, viven en una realidad completamente diferente.

Una de las cosas más difíciles de comprender para algunos aquí sobre el ataque de Las Vegas fue por qué tomó más de una hora que alguien derribara la puerta de la habitación del hotel del tirador. ¿Por qué tomó tanto tiempo localizar la habitación? ¿Por qué un guardia de seguridad en el hotel no tomó medidas inmediatas? ¿Por qué alguien más en el piso 32º del Mandalay Bay Resort y Casino no hizo algo para detenerlo? Pero esas preguntas son el producto de nuestra realidad, donde el ethos que ha golpeado a tantos como resultado del deber del ejército es lachtor lemaga, traducido en términos generales como enfrentar físicamente al enemigo.

Ese ethos se ha filtrado hasta tal punto que la gente “neutraliza” a un terrorista con un puñal con un bastón de selfie, o cuando un hombre en una tienda de pizza detiene a un terrorista golpeándole un plato de pizza de madera en la cara, o donde un transeúnte detiene a un terrorista que atropella a la gente con su “tractor” corriendo hacia él y disparando sus armas personales o armas del ejército, en lugar de huir.

Pero nada de eso es un reflejo natural. Más bien, es un instinto perfeccionado y desarrollado en un país que ha conocido tanto terrorismo durante tanto tiempo.

No es el caso en Estados Unidos. El ethos es diferente, las reacciones en tiempo real de la gente común son diferentes, la mentalidad es diferente – porque la realidad es diferente. Tendríamos que tener esto en mente antes de emitir un juicio.

Fuente: The Jerusalem Post – Traducción: Silvia Schnessel – Reproducción autorizada con la mención: ©EnlaceJudíoMéxico