Enlace Judío México – Este jueves empieza Simjat Torá es el día en que terminamos de leer toda la Torá y volvemos a empezar un ciclo nuevo de lecturas. El shabat que viene, este sábado se lee la primera perashá (porción de la semana) de la Torá, la cual es perashá de Bereshit (Génesis). Abarca la narración de la Creación desde su inicio, la creación del hombre, el primer pecado e incluso el primer asesinato. Es el principio de la formación primigenia del mundo tal y como lo conocemos tanto en el sentido físico, como en el sentido moral. Lo que se narra en esas líneas es la raíz y el inicio de todos los eventos vendrían después en la historia de la humanidad. Entre ellas la muerte.

La primera referencia a la muerte en toda la Torá aparece en la perashá de esta semana, justo después de que Adán y Eva comen del fruto del bien y el mal, Rab Yochanan Zweig nos habla sobre este momento en su ensayo semanal.

El cuidado eterno

Adán es advertido que el día en que coma del árbol del Conocimiento, será el día en que muera. Los comentaristas explican que la muerte a la cual se refiere el pasaje es a la perdida de la inmortalidad. Después de que Adán comió de fruta el hombre se hizo mortal. El castigo dado a toda la humanidad por el error de Adán, parece desproporcionado frente a la trasgresión cometida. ¿Cuál es la correlación que existe entre el castigo y la trasgresión? y ¿cómo reconciliamos la imagen de un dios que castiga con las descripciones de D-os como amoroso y benevolente?

Entre las naciones del mundo es común enterrar a los muertos en un ataúd caro y hermético. Ofrece un respiro a los deudos y es una forma de honrar el cuerpo. Se busca al ataúd más duradero e impenetrable que se pueda conseguir. En cambio, la halaja nos dicta que el ataúd con el que enterramos a nuestros muertos debe descomponerse fácilmente. La costumbre en Tierra Santa es enterrar a los muertos sin ataúd ni cubierta alguna, dejar reposar el cuerpo directamente sobre el suelo.

El Midrash dice que D-os creó el potencial para la muerte en el mundo incluso antes de que Adán cometiera la trasgresión. Y menciona el verso que describe el sexto día de la Creación “Y D-os vio que era muy bueno”, el midrash nos dice que “bueno” se refiere a el potencial para la vida, mientras que “muy bueno” se refiere a la muerte ¿Cómo puede ser la muerte “muy buena”?

El verso recalca que D-os creo al hombre del polvo de la tierra. Rashi menciona dos opiniones con respecto al origen de este polvo. De acuerdo a alguna interpretación, D-os reunió tierra proveniente de todas las esquinas de la tierra para asegurar que “donde sea que el hombre perezca la tierra absorberá sus restos tras el entierro”. La lectura llana de este texto implicaría que si el hombre no hubiese sido formado de esta manera, su cuerpo hubiera sido rechazado por la tierra. Sin embrago, la descomposición es una función de la tierra que sucede cuando entra en contacto con materia orgánica. Todas las criaturas se descomponen en el suelo, sin importar que no hayan sido creadas por la tierra de las cuatro esquinas del mundo. Entonces, ¿a qué se refiere Rashi? La segunda interpretación nos dice que el hombre fue formado con tierra tomada del lugar donde el Altar descansaría en el Templo. ¿Cómo es que estas dos interpretaciones se reconcilian?

El Talmud nos cuenta que cuando Cleopatra le preguntó a rabí Meir si el hombre emergería vestido después de la Resurrección de los muertos, él le contestó que si la semilla de un simple grano crece del suelo con numerosas capas y adornos, seguramente el hombre surgirá de él bien ataviado. Rabí Meir nos estaba revelando la definición judía de entierro. En el judaísmo el propósito del entierro no es disponer del cuerpo; sino el inicio de un proceso de recreación. Así como una semilla crece y florece tras ser plantada, el entierro reconecta al hombre con su fuente; le permite ser recreado y emerger en su forma más perfecta, la cual es determinada por las acciones que hizo mientras estaba vivo.

El suelo en cada parte del mundo reacciona de forma distinta a cada semilla. D-os creó al hombre de con todos los tipos del suelo de la tierra, para asegurarse que el suelo donde su cuerpo sería sembrado no inhibiera su crecimiento. Las palabras de Rashi son que el hombre debe estar “niclat”, en el suelo. Ese término se usa para describir la concepción o siembra correcta de una semilla. El entierro no es únicamente un proceso que permite la desintegración del cuerpo; es el proceso que permite al cuerpo perfeccionado florecer y aceptar el alma que le será dada nuevamente con la Resurrección.

En hebreo la palabra que se usa para designar a la tumba es “kever”, que también es el término que usa el Talmud para designar a la matriz. La tumba es el inicio de la vida eterna, de igual forma que la matriz es la casa del niño que se forma. Las dos interpretaciones que nos dicen de dónde viene el polvo con el que el hombre fue creado nos ofrecen la misma introspección. El Altar del Templo del Monte era el lugar a través del cual el hombre se conectaba con su Creador. El hombre fue creado desde el mismo lugar desde el cual se conecta con su fuente. De igual forma el hombre fue creado con polvo de las cuatro esquinas de la tierra para que pudiera en cualquier lado reconectarse con su fuente primigenia.

Adán fue creado con cuerpo y un alma perfectos, que le permitían tener una relación con D-os inigualable. El primer pecado, lo distanció de D-os y lo impregnó de imperfección tanto al interior de su cuerpo como en su alma. La muerte no fue un acto punitivo de un dios vengativo. Al contrario, la muerte es el proceso a través del cual podemos una vez más establecer esa relación tan íntima con D-os y nos permite remover las imperfecciones que obstaculizan nuestro contacto con Él. Permitirle al hombre regresar es el mayor acto de bondad que ha existido. Por ello, D-os vio que era “muy bueno.”