Enlace Judío México.- Donald Trump versus Neville Chamberlain. ¿Es hora de desandar los caminos del apaciguamiento?

GUIDO MAISULS

En Marzo del 2016 yo me preguntaba qué haría Donald Trump si fuese presidente con las negociaciones nucleares con Irán. Donald Trump había dicho: “Nunca, nunca en mi vida he visto ninguna transacción negociada tan incompetente como nuestro acuerdo con Irán. Y cuando digo nunca, es nunca”.

“Duplicaría y triplicaría las sanciones, y haría que ellos (los iraníes) quisieran hacer un trato. En este momento sólo están jugando con nosotros”.

“Tendría que tener inspecciones in situ en cualquier momento y en cualquier lugar, para empezar, algo que no tenemos en absoluto. Todo el trato es un pésimo negocio. No hay manera de que los iraníes se adhieran a ningún acuerdo que tomemos. Y si no hay inspecciones in situ en cualquier momento y lugar, (las naciones P5 + 1) no deben hacer el trato. Y en este momento creo que sólo están tocando el tema de Estados Unidos a la ligera. Nosotros (Estados Unidos) tenemos un montón de bebés negociando. No tenemos buenos negociadores. Ellos tienen grandes negociadores, y están haciendo que nosotros parezcamos tontos”.

¿Cuál era en febrero del 2015 la actitud de los países occidentales hacia Irán?

El acuerdo alcanzado entre el G5+1 (Estados Unidos, Rusia, Francia, Reino Unido, Alemania y China) e Irán pretendía ser un hecho histórico de la diplomacia y prometía paralizar definitivamente el desarrollo del programa nuclear iraní en la próxima década.

Irán no otorgaba ninguna señal que permitiera despejar las dudas sobre si su programa atómico tiene un objetivo nuclear militar, según un informe publicado en Viena por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA): “El Organismo no está en posición de dar garantías creíbles sobre la ausencia de material y actividades nucleares no declaradas y, por tanto, de concluir que todo el material nuclear en Irán es para actividades pacíficas”.

Luego de este enorme logro diplomático de Irán, sin dudas el más grande de los últimos tiempos, las potencias mundiales habían premiado a Irán levantándole los embargos económicos y dándole el precioso tiempo para continuar en su carrera armamentista.

Occidente cerraba así sus ojos frente al poder destructivo del régimen clerical de Irán por medio de una política de apaciguamiento que podría llevar al mundo a un seguro desastre mundial por medio de grandes concesiones a este régimen en las actuales negociaciones nucleares.

Hoy en octubre del 2017 el presidente de Estados Unidos Donald Trump ha decidido que no certificará el pacto nuclear con Irán: “Cuanto más tiempo se ignora una amenaza, mayor se vuelve. Voy a cerrar un camino que lleva al terror, la violencia y al arma nuclear. En cualquier momento puedo acabar con el pacto”. “Cuál es el propósito de un tratado que solo retrasa la capacidad nuclear de Irán por poco tiempo. Como presidente de los EE.UU. esto es inaceptable”.

Además, sancionará a los Guardianes de la Revolución en Irán por su apoyo al terrorismo internacional: “Autorizo al Departamento del Tesoro a sancionar a todo el IRGC (Guardianes de la Revolución) por su apoyo al terrorismo y a aplicar sanciones a sus funcionarios y filiales”.
Como era esperado el Primer Ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, recibió con beneplácito la decisión de Donald Trump: “Felicito al presidente Trump por su valiente decisión de enfrentarse al régimen terrorista iraní”.

La primera ministra británica Theresa May, el presidente francés Emmanuel Macron y la canciller alemana Angela Merkel mostraron su gran preocupación por la decisión de Donald Trump expresando que “siguen comprometidos con la aplicación por todas las partes del acuerdo”, evidentemente Irán se ha convertido en un fenómeno que desde la revolución islámica (1978-1979) Occidente aún no termina de entender.

En 1936, se formaba el Eje Roma-Berlín-Tokio, a partir de los pactos firmados por la Alemania Nazi y la Italia Fascista y a los que también se adhirió Japón una vez comenzada la guerra.

En esas no tan legendarias épocas asomaban dos maneras diferentes de encarar la realidad europea. Mientras que los países democráticos asumían una actitud vacilante y temerosa que intentaba por todos los medios posibles y a un costo muy elevado tranquilizar a las fieras nazis fascistas para resguardar la paz, el Eje Roma-Berlín-Tokio desarrollaba una política ofensiva cada vez más agresiva y expansionista.

En 1937 asume en Gran Bretaña, Neville Chamberlain (el hombre del apaciguamiento) e inicia el denominado apaciguamiento (appeasement) en la política exterior británica que se fundaba en el principio de que si se hacían concesiones territoriales y económicas a los nazis y fascistas, estos se apaciguarían y dejarían de ser un peligro para la paz de aquellas épocas.

Tras los rotundos fracasos de la política del apaciguamiento y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, Chamberlain confesó apesadumbrado su rotundo fracaso: “Este es un día triste, todo en lo que creía se ha derrumbado”.

¿Cuál fue el resultado de la política de apaciguamiento? La más imponente tragedia en la historia de la humanidad: la Segunda Guerra Mundial, con sus más de cincuenta millones de muertos en todo el mundo, incluidos seis millones de judíos, 800.000 gitanos, millones de prisioneros de guerra y víctimas civiles, presos políticos, homosexuales, discapacitados físicos o psíquicos, delincuentes comunes, etc.

El timorato mundo occidental y sus inservibles organismos internaciones continúan perdidos en el intrincado laberinto del apaciguamiento, no son capaces de percibir que únicamente la disuasión puede poner en vereda al islam nuclear, siguen insistiendo en antiguos errores y por ahora no supieron aprender de las dolorosas lecciones de la Historia.

Donald Trump no es Neville Chamberlain y es hora de desandar los caminos del apaciguamiento.

 

 

 

 

Fuente: identidades.com.ar