Enlace Judío México.- Iván Maiski fue embajador soviético en Londres de 1932 a 1943. Vivió, pues, en este destino estratégico, la subida de Hitler al poder, la guerra civil española, la invasión de Checoslovaquia, el pacto Molotov, la invasión alemana de Polonia, el inicio del genocidio judío… Maiski, obviamente, estaba estrechamente vigilado, y se tenía que plegar a las directrices de Stalin. Pero mantuvo un diario, al que llamaba “Mi Vieja Dama”. Lo conservaba rigurosamente oculto, y allí escondió, día a día, sus reflexiones sobre lo que pasaba en la Unión Soviética y en Reino Unido, pero también en el resto de Europa.

GUSTAU NERÍN

Ahora, RBA publica este diario, reencontrado en los archivos oficiales rusos y puesto en valor por el historiador Gabriel Gorodetsky (de la Universidad de Oxford), con una introducción de este. Son más de 700 páginas que suponen un retrato excepcional de la Europa de la época, realizado por alguien que tenía un conocimiento excepcional de la política de la época. Su título: El cuaderno secreto. Iván Maiski, embajador soviético en Londres 1932-1943. Para presentar esta obra, Gorodetsky ha tenido una conversación con Shlomo Ben-Ami, ex ministro de Exteriores israelí y ex embajador israelí en España.

Un embajador especial

Maiski, que dominaba el inglés y conocía muy bien la realidad británica, estableció una potente red de contactos con políticos, diplomáticos e intelectuales residentes en Inglaterra. Desarrolló una potente política de relaciones públicas, una cosa no muy habitual entre los diplomáticos de la época. Incluso tenía muy buena relación con Winston Churchill y con su familia. Llegó a ser extremadamente popular: se le consideraba al embajador con más peso en el Londres de la época. Eso no era siempre bien visto por las autoridades rusas.

Clarividente

Maiski tenía una clara visión de futuro. Desde muy pronto vio que la guerra Hitler era inevitable y por eso consideró escandalosos los acuerdos de Munich, en los que Inglaterra y Francia capitularon ante Hitler. También pronosticó que Churchill llegaría a ser un político clave, incluso antes de que este consiguiera despuntar. Y pronosticó que la única posibilidad para vencer a Hitler era la alianza entre comunistas y liberales.

Con la República española

Maiski fue un firme defensor de la República española y estableció amistad con algunos líderes republicanos como Negrín. No dudó en pedir a Moscú una mayor implicación en la guerra española. En sus diarios confesó que se identificaba plenamente con los republicanos: “Sus victorias eran mis victorias y sus derrotas eran mis derrotas”. Cuando se enteró de la caída de Barcelona quedó muy afectado: “Me temo que eso es el principio del fin”, dejó escrito.

Bajo la amenaza de las purgas

Maiski, que había sido menchevique y había pasado un tiempo exiliado en Londres, fue embajador en tiempos de las mayores purgas soviéticas, cuando Stalin acabó con buena parte de la élite soviética. Dentro de la misma embajada los diplomáticos vivían una situación de terror inmenso. El cuñado de Maiski fue llevado al Gulag y ejecutado, y algunos de sus subordinados de Maiski también. El mismo Maiski era muy sospechoso, por su biografía y por sus excelentes relaciones con políticos e intelectuales británicos. En una ocasión le citaron a Londres y le encararon con confesiones falsas de sus subordinados muertos. Podía haber acabado muy mal, pero lo dejaron volver, no sin antes amenazarlo severamente. Pero siguió escribiendo su diario. En realidad, es uno de los únicos dietarios de diplomáticos y políticos en tiempo de Stalin. Todos tenían miedo de las purgas, pero parece ser que Maiski, que tenía vocación de escritor, no podía dejar de escribir: su diario se remontaba a su infancia.

 

Se entregó de la muerte

Mainski cayó en desgracia y retornó a Moscú, donde rápidamente fue degradado. Se lo vigilaba estrechamente. En realidad, en Gran Bretaña se le quisieron hacer varios homenajes cuando se marchó, y él intentó pararlos. Temía que su popularidad desencadenara su represión en la Unión Soviética. Se libró del encarcelamiento durante un tiempo, pero al fin fue arrestado dos semanas antes de la muerte de Stalin. Le detuvo el mismo Béria, el jefe de la NKVD, la todopoderosa policía política estalinista. Fue torturado en la sede de la Lubyanka, y si no fue ejecutado, fue gracias a la muerte de Stalin. Pero no fue liberado enseguida: Béria lo trató muy bien porque quería que fuera su asesor: continuaba encerrado pero vivía con mucho lujo. Más tarde Mólotov accedió al control de la policía política soviética y Béria cayó en desgracia (y Maiski con él). Mólotov no ejecutó a Maiski, pero lo mantuvo preso, y le sacó el papel y lápiz durante 2 años. Maiski dedicó este tiempo a crear 16 largos poemas, que se vio obligado a memorizar. Los escribiría al salir de la prisión.

Sobre los diarios

Maiski dejó escrito que a su muerte se entregaran sus diarios a las autoridades rusas. El historiador Gabriel Gorodetsky los encontró, por casualidad, en los archivos rusos, y enseguida se dio cuenta de la joya que tenía en las manos. Por eso se apresuró a traducirlos al inglés, anotarlos y publicarlos. Gorodetsky es profesor de las universidades de Oxford y Tel Aviv. Ha publicado, entre otras obras, Stafford Cripps’ Mission toMoscow, 1940-1942 (1984), Grand Delusion: Stalin and the German Invasion of Russia (1999) y Russia Between East and West: Russian Foreign Policy on the Threshold of the 21st Century (2003).

 

 

 

Fuente:elnacional.cat