Enlace Judío México – Sara Blau

A veces queremos gritar: ¡Me estás volviendo loca! con toda nuestra fuerza esto a un niño, un vecino, o la persona que detuvo durante horas el tráfico. Sin embargo, ¿en efecto es posible que personas o situaciones externas a nosotros produzcan nuestras emociones o sentimientos? ¿o necesariamente son producidas por aspectos internos?

En el capítulo 3 de Tanya (texto jasídico de suma importancia), el Alter Rebe explica que es nuestro proceso de pensamiento y en lo que decidimos enfocarnos lo que producirá las emociones que despiertan en nuestro corazón. Eso quiere decir, que nuestras emociones no nacen de eventos específicos, sino de la forma en que procesamos esos eventos. Entre más nos adentramos a un pensamiento específico, se fortalecerán las emociones que ese pensamiento despierta. Si nos enfocamos en lo injusta que es una situación, o lo desconsiderada que es una persona, es obvio que sentiremos ira y resentimiento.

Entonces, ¿cuál es el secreto para sentir emociones “sagradas” o “divinas” como el amor y la reverencia a D-os? Permitir a nuestra alma divina usar sus herramientas cognitivas para observar que grande es D-os. Cómo es Él literalmente la fuerza de toda vida, de todo ser creado y al mismo tiempo mucho más trascendente. Qué pequeños somos en comparación a Él, al punto tal de ser casi nada frente a Él. Este tipo de pensamientos naturalmente nos dirigirán a sentimientos de amor, humildad y reverencia hacia D-os, quien nos da vida y sustento todos nuestros días.

Finalmente, nuestras habilidades intelectuales son los padres de nuestras emociones.

Fuente: chabad.org

Escrito por Sara Blau / Traducción Séfora