Enlace Judío México.- En este espacio editorial se analiza el impacto de la casi total pérdida de territorios de los yihadistas del Estado Islámico (EI) en Irak y Siria, en buena medida se fundamenta en un documento de opinión de Luis de la Corte Ibáñez del Instituto Español de Estudios Estratégicos (9/11/17) y en información de otras fuentes periodistas.

LEÓN OPALÍN PARA ENLACE JUDÍO MÉXICO

En el presente el EI, sin la posesión física de su Califato proclamado en Raqqa, Siria, en junio del 2014, “no ha dejado de existir, sino cambió el patrón de sus actividades; desde Libia hasta la Península del Sinaí y hasta Filipinas, existe una presencia del EI”.

Ciertamente, entre el verano y el otoño del presente año el EI ha sufrido una significativa serie de derrotas en Siria e Irak que lo han privado de la mayor parte de los territorios previamente conquistados, originando numerosas bajas, enormes pérdidas de recursos y un evidente daño en su imagen.

En los primeros días de noviembre pasado el EI fue expulsado de Deirez Zor (Siria) y Al Qaim (Irak), las dos últimas localidades de importancia que aún permanecían en su poder; culminando con la huida al desierto de una gran parte de sus fuerzas. La interrumpida serie de derrotas han privado a la organización terrorista de una parte relevante del territorio que llegó a controlar hasta mediados del 2016; de acuerdo a fuentes militares de EUA, un 95.0% del espacio físico habría sido liberado al inicio de noviembre de este año. La pérdida de milicianos, armas y recursos puso en riesgo a sus fuentes de financiamiento: extorsión en ciudades y puntos de tránsito, saqueo de fondos de bancos, el control de centros de extracción de petróleo, impuestos obligatorios y otros gravámenes a la ciudadanía.

Asimismo, la presión ejercida sobre el EI por una combinación de diversos enemigos (ejércitos de Siria, Irak y Rusia y milicias chiíes y kurdas, principalmente) a través de múltiples secuencias de bombardeos aéreos y ulteriores operaciones terrestres, han deteriorado en extremo la imagen de organización eficaz o invencible que sus portavoces y su propaganda se esforzaron en fomentar, aprovechando las sorpresivas y contundentes conquistas logradas entre 2013 y 2014. El EI ha perdido aliados y colaboradores y se han deteriorado sus niveles de apoyo popular.

Se considera que el EI tiene la habilidad para sobrevivir y adaptarse a circunstancias adversas de la misma forma que lo hizo a principios de esta década. De acuerdo a una estimación reciente difundida por fuentes oficiales de EUA, el EI todavía contaría entre 6 mil y 8 mil efectivos, cifra muy superior a la de los combatientes que contaba solo tres años antes de que Al Bagdadí; proclamara su Califato en el 2014. En este año, primero en Mosul y luego en Raqqa, los dirigentes y muchos de sus mandos intermedios prefirieron retirarse a la árida zona del desierto y a las dunas que se extienden a través de la frontera Sirio-Iraquí, lo cual indica su determinación a sobrevivir, y seguramente también, a continuar su lucha. Sin embargo, la posibilidad de una revitalización del EI como una estructura de reconquistar y para volver a administrar territorios, no parece muy factible en el futuro próximo. Si logra mantener una dirección propia y una militancia suficiente y aplicar un cambio a su estrategia armada, no tendría que renunciar al propósito de recuperar su anterior dimensión; empero, ello exigiría temporalmente abstenerse de poner en marcha alguna iniciativa ofensiva contra ciudades o áreas bien protegidas. Un EI operando en la clandestinidad y concentrado en reconstruir su estructura organizativa y reforzando el empleo de tácticas de combate y acciones armadas propias de una guerrilla, atentados perpetrados en grandes centros urbanos contra objetivos oficiales y civiles que dificultaría la actividad de las fuerzas enemigas, perjudicando la gestión de las tareas de reconstrucción y la vuelta a la calma en las ciudades que le fueron arrebatadas. Se trataría de una estrategia de continuar amedrentando a la población civil, desgastar a sus gobiernos y enviar un mensaje de fuerza y determinación a sus bases sociales de apoyo. Igualmente no cabe descartar la posibilidad de que el EI lleve a cabo nuevas oleadas de ataques contra la población chií, como las promovidas en Irak a mitad de la década anterior con vistas a estimular una espiral de violencia que desestabilice aún más el entorno.

La actividad terrorista del EI podría tener un mayor impacto si lograra mantener posiciones en una o varias áreas remotas y desgobernadas como las que abundan en el este de Siria y el oeste de Irak, que se pudieran usar como santuario o zonas de refugio, base logística y de entrenamiento. Paralelamente precisará continuar con la actividad propagandística y actos terroristas fuera de Irak y Siria, tanto en países musulmanes como occidentales.

Podría establecer alianzas con otras fuerzas insurgentes (yihadistas o no) y actores locales (tribus y clanes) para fortalecerse, siempre y cuando no impliquen la pérdida de su identidad y objetivos. La colaboración con otras organizaciones insurgentes y otros actores locales ha sido práctica habitual tanto en Siria como en Irak. De hecho el EI ha creado una estructura propia de organizaciones y grupos afiliados, una especie de franquicias, distribuidos por distintos países de mayoría árabe o musulmana. Los grupos afiliados gozan de gran independencia del EI, por ello el fin de su poder territorial no tendrá impacto en los mismos; por lo demás, el declive que experimenta el EI crea una nueva oportunidad para Al Qaeda de recuperar el liderazgo del movimiento yihadista global.
Un riesgo creado por la pérdida de territorios del EI, tanto en Siria como en Iraq, se refiere a la posibilidad de un ánimo de revancha de aquellos segmentos de la población no sunní, kurda o chií, que padecieron la represión y brutalidades de las ordas del EI.

El debilitamiento del EI lo obliga a compensar sus derrotas territoriales con otras demostraciones de fuerza que le ayuden a seguir impresionando al mundo y, sobre todo, a sus simpatizantes, lo que conlleva a un potente incentivo para continuar e incrementar los atentados terroristas con su ayuda o en su nombre en naciones occidentales. El éxito ya obtenido en la difusión de diferentes modelos de atentados de ejecución simple y alto impacto social y mediático como los atropellamientos y ataques con armas blancas, promueve su continuidad.

El riesgo terrorista a corto plazo en EUA o Europa, disminuye la pérdida territorial registrada por el EI; asimismo, en EUA y Europa, existe un gran temor de la población por el retorno de los combatientes del EI que ya participan en atentados terroristas en esos países. El EI no está muerto, esta “vivito y coleando”, y constituye una amenaza imponderable para la seguridad mundial.