Por Andrés Criscaut
Por Andrés Criscaut

 

Mientras en Israel el primer ministro Benjamin Netanyahu vuelve a lanzar la idea de someter todo posible acuerdo a un referéndum, el experto nacido en Chile explica qué tiene por ganar cada uno con las conversaciones directas.

Mario Sznajder, integrante del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén e investigador del Instituto Truman para el Avance de la Paz, advierte que “fracasar en estas conversaciones de paz es regalarle la población palestina a los integristas de Hamás”. De visita para dictar el seminario de doctorado “Israel, Medio Oriente, crisis y conflicto” en la UBA, este académico chileno, ferviente admirador de los fundadores del movimiento sionista, evaluó ante Tiempo Argentino las oportunidades y riesgos que se ciernen en las actuales conversaciones directas entre palestinos e israelíes. 

–Estas negociaciones ¿no son la historia de siempre, de los estadounidenses pretendiendo que ambas partes “se casen primero y luego se enamoren”, como alguna vez se dijo?
–Sin duda alguna Israel es el lado fuerte y los palestinos el débil, por eso ellos piden algunas garantías previas al presidente estadounidense Barack Obama (a quién también le interesa un resultado positivo antes de las elecciones de noviembre), como definir las fronteras del futuro Estado palestino en el límite previo a la guerra de 1967 o un plazo de tiempo definido.

El cambio ahora es Hamás, y por eso fracasar en estas conversaciones es regalarle la población palestina al integrismo religioso y a la radicalización, que se plantean sobre una sociedad ya bastante decepcionada de no ver resultados concretos desde los acuerdos de Oslo. El precio de la paz puede ser algo impopular, y habrá que ver si el actual liderazgo israelí tiene ese calibre. Se acaba de abrir “una ventana de oportunidad” que nadie puede perder.
–¿Qué ganaría Israel entrando por esa ventana?
–Israel ganaría muchísimo con la paz, sería un país mucho más desarrollado de lo que es. Tiene índices mucho mejores para ser miembro de la Unión Europea que la mitad de los países que la integran, incluso su capacidad militar es mejor que la de muchos de los que forman la OTAN.

Sin embargo, ninguna de estas instituciones podría aceptar un país con un conflicto con los palestinos y el mundo árabe. Es en este sentido que, para Israel, la paz es una necesidad real. 
–Pero, entonces, ¿por qué no puede resolver el conflicto “unilateralmente”?
–El sistema de coalición israelí está preñado de un vicio ideológico: el voto depende de muchos partidos y el gobierno tiene que buscar un equilibrio entre múltiples visiones ideológicas e intereses, y para eso tiene que pagar precios muy altos. Se llegó a un “sistema de indecisiones” donde no se puede tomar ninguna medida importante.

La más mínima oposición de cualquiera de las minorías de la coalición (religiosos ortodoxos, judíos árabes, judíos rusos y estadounidenses, por citar sólo algunas) tiene el poder de impedir cualquier cambio. Para esto se requiere de políticos que estén dispuestos a poner en peligro su futuro inmediato a cambio de una visión estratégica que beneficie a su propio Estado. Cuando un primer ministro israelí da un paso en política exterior tiene que mirar lo que pasa en Rusia, porque hay elementos rusos en su coalición, en los Estados Unidos, en Europa, entre otros. Como decía Henry Kissinger: “para Israel, la política exterior está adentro, y la interna está afuera”. 
–Parecería ser que desde el 2006, cuando los integristas religiosos ganaron las elecciones legislativas en Palestina, el problema de Israel ya no es con los palestinos, sino con Hamás. ¿Es ese un error de cálculo?
–La iniciativa israelí, desde el punto de vista político, no existe desde los acuerdos de Oslo de 1993, que fracasaron, pero que le permitieron a Israel jugar su juego y conservar sus intereses. Hamás, un movimiento pequeño, débil y basado en una masa empobrecida, logra más iniciativas de carácter estratégico-militar con medios incluso reducidísimos: sus misiles primitivos cobran un valor estratégico y político desmesurado por la reacción de Israel.

Más allá de la retórica de Hamás de instaurar una teocracia en Gaza o de destruir a Israel, hay que intentar entenderlos desde el punto de vista sociológico, político y de su desarrollo histórico. Todo movimiento tiene alas más moderadas y otras más terroristas, y hay que evaluar con quién se puede negociar y con quién no.
–¿Es este el motivo por el que los ex seguidores de Yasser Arafat, que gobiernan Cisjordania, están más cerca de la percepción israelí que de los integristas de Hamás, que controlan Gaza?
–Hamás dice que esos palestinos laicos son traidores, y por eso se oponen a las negociaciones directas que comenzaron el 2 de septiembre. Con lo cual está claro que ningún acuerdo de la Autoridad Nacional Palestina laica firmado con Israel tendrá valor si no se llega a un acuerdo interno con Hamás. Esta sería sin duda alguna la peor de las pesadillas.
–¿Cuáles serían los riesgos?
–La opción de un único país binacional al estilo “sudafricano”, con un Estado para todos sus ciudadanos, tanto israelíes como palestinos, ya no es aceptable para nadie. Lo concreto son dos países, uno para cada uno.

El problema sería que se institucionalice una teocracia en la Franja de Gaza, en una suerte de “Hamastán” fundamentalista contra una “Fatahlandia” de la OLP en Cisjordania. Aunque el peor de los escenarios también podría ser un cuarto país formado por los bloques de las colonias israelíes en Cisjordania, o incluso un quinto con los palestinos-israelíes que viven en Israel (el 20% de su población). Estas son discusiones públicas que ya existen, y que podrían terminar en un desastre político y estratégico. 
–¿Hay forma de impedir ese posible desastre?
–La memoria del conflicto no se va a terminar de un día para el otro como pretende el diálogo en Washington, y para llegar a una convivencia habrá que lograr emparejamiento de las condiciones de vida y de los estilos culturales de ambas partes.

Es ilusorio pensar que un país miembro del la OCDE, como Israel, pueda vivir pacíficamente con estas diferencias de ingresos. Incluso las partes más pobres de la sociedad israelí tienen acceso a servicios que no existen ni siquiera en países árabes no petroleros. Este desarrollo es posible como lo muestra el hecho de que la Bolsa de la ciudad cisjordana de Nablús es una de las mejor cotizadas del mundo. Cualquier solución que se piense implica eliminar esta violencia, que está relacionada con estas diferencias socioeconómicas. 
–Pero también hay factores religiosos, étnicos, culturales. 
–Desde el punto de vista de los Estados Unidos, el conflicto palestino israelí complica toda la política internacional, porque sirve de motivación legitimazadora a Al Qaeda, a Irán, a los talibanes, al nacionalismo árabe, al Islam y sus alrededores, etcétera. Pero el problema palestino también es un remanente del tercermundismo del siglo pasado, y sobre esto se basa mucho sobre el mensaje de Irán de “pobres contra ricos, oprimidos y opresores, colonia e imperio”.

https://tiempo.elargentino.com/notas/fracasar-las-negociaciones-de-paz-es-regalarle-los-palestinos-hamas