EL PAÍS Y AGENCIAS

El partido-milicia Hezbolá, considerado como una agrupación terrorista por Estados Unidos y la Unión Europea, ya gobierna en Líbano.

El millonario Nagib Miqati ganó el apoyo del Parlamento y consiguió ser nombrado Primer Ministro del país del Medio Oriente, tras lo cual llamó a la unidad.

“Tengan confianza en que el resultado de las consultas parlamentarias no es la victoria de un grupo ante otro. Es una victoria de la moderación ante el radicalismo, ante la división, una victoria de la reconciliación ante las diferencias, del amor ante los errores”, afirmó Miqati.

Hezbolá, que controlaba un tercio del Gobierno del ex Premier Saad Hariri y tenía derecho de veto, consiguió hace dos semanas una inesperada mayoría parlamentaria gracias al apoyo del líder druso Walit Jumblatt, quien hasta entonces formaba parte de las fuerzas prooccidentales y prosaudíes de Hariri.

Aparentemente, uno de los objetivos de Hezbolá consistía en bloquear la investigación del Tribunal especial de la ONU sobre el asesinato en 2005 de Rafik Hariri, padre del ex Mandatario, pues numerosos rumores afirmaban que varios miembros de Hezbolá podrían ser acusados de participar en el atentado.

El Presidente libanés, Michel Suleiman, aceptó al candidato de Hezbolá y le encomendó la formación de un Gabinete para su Gobierno.

“Todos los líderes libaneses deben cooperar para enfrentar los actuales desafíos”, sostuvo Suleiman.

Hassan Nasralá, líder de Hezbolá, sin voluntad aparente de romper el delicadísimo equilibrio religioso y político del país, intentó evitar que la llegada al poder de Miqati fuera interpretada como un golpe de Estado parlamentario o como una entrega de Líbano a Siria e Irán.

“Los libaneses tienen una verdadera posibilidad de unirse sobre la base de ‘ni vencedores ni vencidos'”, declaró Nasralá.

Para ello eligió respaldar como candidato a un suní moderado, además de que sus opciones eran limitadas pues la Constitución exige que el Primer Ministro sea  musulmán suní; el Presidente, cristiano; y el presidente del Parlamento, chií.

Sin embargo, a pesar de que ayer Nasralá llamó a la calma y la unidad, miles de suníes partidarios de Hariri se manifestaron en Trípoli y Beirut durante varias horas.

El hecho de que fuera el Ejército el que se enfrentara a la protesta suní demostró que, al menos por el momento, Nasralá y Hezbolá preferían mantener una actitud conciliadora, pues su fuerza y equipamiento es capaz de derrotar al Ejército libanés.

Tanto el nuevo Primer Ministro, como el propio Nasralá pidieron a las fuerzas de Hariri que se sumaran a un Gobierno de unidad nacional, pero éste se negó.

Políticos y diplomáticos coinciden en que Miqati y sus aliados no buscarán propiciar una situación de tensión bélica con Israel, ni un acercamiento demasiado visible a Irán.

Estados Unidos reaccionó enviando una advertencia al nuevo Gobierno. La Secretaria de Estado, Hillary Clinton, declaró que la llegada de Hezbolá implicaba un alejamiento respecto a Washington.