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El hombre tranquilo. O el cauto paracaidista. Así definen a Benny Gantz, el nuevo jefe del Ejército israelí. A partir de esta semana, el capitán de un barco golpeado por escándalos e intrigas en la cúpula que navega en un mar lleno de retos conocidos (Hamas, Hizbulá, Irán…) e inciertos (como el que presenta hoy el vecino y estratégico aliado egipcio).

En un país donde se supone “mala leche” del soldado número uno frente a los enemigos, algunos han recordado en tono crítico sus suaves modales y su fama de “sensible”. “Conozco el apodo de  “Príncipe” que me han puesto siempre. Que tenga ojos azules y voz suave no quiere decir que sea un trapo sin personalidad. Que nadie se confunda con mi forma de hablar. Detrás se esconde un guepardo con uñas punzantes” dijo meses antes de ser nombrado de forma sorprendente el vigésimo jefe del Estado Mayor del Tsáhal.

El ministro de Defensa, Ehud Barak, ya había elegido y nombrado a Yoav Galant como sucesor de Gaby Ashkenazy (con el que prácticamente no se hablaba). Pero cuando ya se probaba el uniforme e imaginaba nuevos galones, Galant fue descartado a raíz de unas graves irregularidades en la ampliación de su majestuosa finca al norte de Tel Aviv. Gantz, que no había ocultado su enfado por perder la carrera ante Galant, ha sido devuelto ahora con urgencia al piso 14 del ministerio de defensa.

En sus 33 años de carrera militar, el título de  “príncipe” se debía  por ser ascendido de forma fácil y meteórica. Gantz responde con suaves formas pero contundente fondo: “Durante decenas de años, he estado en los puestos de combate bajo fuego. Reto a quien sea a que compruebe si soy príncipe o no”.

Gantz nació en 1959 en la cooperativa agrícola de Kfar Achim,fundada por sus padres, Nahum y Malca, supervivientes del Holocausto. Su madre fue rescatada del campo de exterminio nazi de Bergen Belsen. Pesaba 28 kg. “Estoy seguro que en ese momento no imaginó que 66 años después su hijo, que aun no habia nacido, sería nombrado el 20º jefe del Ejército del Estado de Israel”, le dijo el primer ministro Benjamin Netanyahu.  Hace un año y medio, Gantz  visitó con su hijo el campo de Bergen Belsen donde murió toda la familia de su madre. El dramático pasado de sus padres le acompaña desde su primer cargo como oficial de una unidad de paracaidistas hasta su puesto de agregado militar en Washington o el último como subjefe del Estado Mayor.

La primera visita en el terreno ha sido en la frontera con el Líbano y Siria, donde en el 2002 fue su comandante jefe. De hecho, Gantz fue el último soldado que pisó suelo libanés en la retirada hace once años ordenada por Barak, entonces primer ministro. Su imagen cerrando la puerta de hierro fronteriza con el Líbano forma parte de la historia personal de Gantz y colectiva de Israel.

“Es un oficial  experimentado. El nombramiento reforzará la estabilidad del Ejército, muy importante  en estos momentos cuando nuestra región está en una profunda agitación”, dijo Netanyahu en referencia a Egipto y el incierto efecto dominó en el mundo árabe.

Gantz se limitó a añadir: “Tenemos retos en todos los frentes y estamos preparados para ocuparnos de todos ellos”.

Aunque antes de la reorganización de las tropas en la frontera con la incierta Egipto y con la cada vez más distanciada Jordania, los israelíes deben solucionar un problema menor. Es decir, mayor: los 194 centímetros de altura de Gantz que le convierten en un blanco muy visible. De ahí que el servicio de protección personal busque agentes de su tamaño para que guarden bien sus espigadas espaldas.

“Debemos acostumbrarnos a levantar la cabeza cada vez que hablamos con el jefe del Estado Mayor” bromea Barak, el “Napoleón”  obligado ahora a trabajar con un  príncipe.