ENRIQUE RIVERA

Ante un público amante de las manifestaciones culturales de altura y teniendo como marco un templo que por muchas décadas ha sido testigo de eventos de gran importancia, el maestro Horacio Franco se presentó con el Coro de Madrigalistas de Bellas Artes.

La sensibilidad de Franco demuestra que es una figura destacada de la música clásica. Prueba de ello, las obras que interpretó y dirigió en el recinto de Justo Sierra, donde un nutrido público aplaudió las obras de Schmeltzar, Vivaldi y Bach. Sin embargo, mención especial merecen los madrigales y la música sacra de Salomoné Rossi.

Dicho autor, según refirió el destacado flautista, contó con el apoyo de ciertas autoridades que le permitieron desarrollar su obra, incluso en hebreo. Así, pudimos escuchar piezas de música sacra judía, cuyas notas recorrían el recinto y se entretejían con los adornos de la sinagoga. Franco aclaró que los cantos provenían del poema de Shir Hashirim, El Cantar de los Cantares.

Entonces, cerré los ojos para perderme por un momento, entre los acordes y las voces que subían hasta el techo del Templo de Justo Sierra.