MAURICIO MESCHUOLAM

Seguimos intentando entender lo que pasa en Medio Oriente y más allá. No está fácil.

1) Lo de Libia no es el Jazmín posmoderno del siglo XXI, que entre redes sociales y las manifestaciones populares lograron casi de manera aterciopelada derrocar a Ben Ali o a Mubarak. Lo de Libia se parece más a la África del siglo XX. Más al sur. A Darfur, por ejemplo. Las tribus, los clanes, los Janjaweeds, el líder que se resiste a marcharse a costa de lo que sea y dispuesto a masacrar y reprimir a quien se oponga a la “Revolución” que él representa. Las migraciones de gente desesperada que no encuentra cabida. No la ola democrática, me temo. Los leales, los opositores armados. La toma de plazas, la defensa del régimen, y los miles (que no nos cuenten cuentos) de muertos que los libros de historia registrarán.

2) Nadie hace unas pocas semanas hubiese predicho los desenlaces en Túnez o Egipto. Tampoco los que pronosticaban la tercera ola de la democracia en el mundo pensaron en la evolución que la Libia de Qaddafi está presentando. Por ello es preferible a veces esperar un poco y dejar que las cosas marchen. Qaddafi se irá, no sé exactamente cuándo, pero se terminará yendo. Sin embargo, si queremos pensar en lo que puede pasar, tendremos que mirar un poco al pasado del continente y otro poco al reacomodo de fuerzas y clanes que el río revuelto producirá.

3) Los poderes internacionales llegaron tarde a la fiesta. No hay mucho que puedan hacer. Hemos sostenido conversaciones por Twitter en las que me preguntan si puede la ONU o la OTAN intervenir en la región. Por supuesto, todo es posible. Pero mi hipótesis en este sentido es que no hay las condiciones para ello. En la primera opción, la intervención bajo mandato de la ONU, China seguramente (y quizás Rusia) vetaría un involucramiento armado por cuestiones de política interna. No olvidemos que China tiene también sus asuntos dentro de sus fronteras. Por otro lado, una invasión militar sin el aval de la ONU generará divisiones entre los aliados de la OTAN y sobre todo una resistencia de opiniones públicas tanto en Europa como en EU. Poco probable. Igualmente para otros países de la región, lo que se aprecia es más una reacción que una planeación hacia un diseño estratégico para el futuro. Por lo tanto, son los actores internos: ejércitos, rebeldes, líderes varios, los que terminarán por decidir hasta donde llegan los dictadores y las revueltas.

4) Mientras tanto, de acuerdo con algunos análisis internacionales Irán se fortalece. Las razones que se argumentan para sostenerlo tienen que ver con el empoderamiento de las poblaciones chiítas en sitios como Bahrein, los posibles lazos que se puedan hacer con los Hermanos Musulmanes en Egipto, el debilitamiento geopolítico de Arabia Saudita, la apertura del cruce de Rafah en Gaza que termina de facto con el bloqueo que junto con Israel, Egipto llevaba a cabo en esa franja, y que puede terminar fortaleciendo al Hamás, aliado estratégico de Irán. A ello, sin embargo, habría que agregar las posibles tensiones internas que se pueden generar al interior del régimen de los Ayatolas tras las diversas revueltas y la capacidad que puedan tener para seguir reprimiéndolas como ya lo han hecho desde hace tiempo.

5) Pero los iraníes quieren que su poder sea percibido en la región. Cuando hace un par de días utilizan el canal de Suez para desplegar la fortaleza de dos de sus buques militares en abierta amenaza a Israel, buscan aprovechar el estado de confusión en la zona y en Egipto en particular para hacerse presentes y enviar el mensaje de que ellos son los ganadores. Los buques están ya anclados en Siria y llevan, dicen en Irán, un mensaje de paz. Más aún, para añadir complejidad por si no basta, la Jihad Islámica lanza desde Gaza misiles Grad hasta la ciudad israelí de Beer Sheva por primera vez desde el conflicto del 2008-2009.

6) Hoy, cosa de verdad rara, tengo que estar de acuerdo con Netanyahu quien augura una inestabilidad prolongada para toda la región. No solo no conocemos el alcance de los movimientos que han iniciado, sino mucho menos su desenlace. Todo parece indicar que analistas e historiadores tendrán mucho más material para analizar del que nunca imaginaron.
Seguiremos pendientes.