ROGELIO NUÑEZ

El discurso que Barack Obama dará hoy lunes en Santiago de Chile, calificado por el entorno del presidente como “importante” para las Américas, ha provocado mucha expectación y muchas especulaciones. Se recuerda como Obama tuvo intervenciones anteriores trascendentales en El Cairo o Nueva Delhi y algunos sueñan con que el discurso en la capital chilena sea una especie de nueva Alianza para el Progreso kennediana.

Los viajes de Barack Obama a Egipto en 2009 y a India en 2010 sirvieron como marco para que el presidente ofreciera una nuevo estilo de relación con el mundo árabe en el primer caso y con una potencia emergente en el segundo.

En la capital de egipcia  fijó la nueva posición de Estados Unidos con el mundo árabe con su famoso discurso en el que aseguró que “”EEUU y el Islam no están en guerra”. En Nueva Delhi reconoció a la India como una potencia mundial: “en los próximos años perseguiré un Consejo de Seguridad de la ONU que tenga a India como miembro”.

Ahora, en esta gira por América latina, parece que Obama aspira a replantear bajo un  nuevo prisma la relación con la región. El viaje coincide con el 50 aniversario de la Alianza para el Progreso impulsada en 1961 por John F. Kennedy quien buscaba extender el desarrollo económico a América Latina.

Michael Shifter, del think tank Diálogo Interamericano, señaló a Infolatam que efectivamente existen algunos paralelismos entre ambos discursos: “tal como ocurrió con el discurso de John F. Kennedy lanzando la Alianza para el Progreso hace 50 anos, el discurso de Barak Obama podría plantear un nuevo marco para las relaciones inter-americanas para la próxima década.  Como Kennedy, Obama tiene una visión global, de largo plazo.  Y también como Kennedy, cae bien a la gran mayoría de los latinoamericanos.  Son enormes ventajas, que ofrecen grandes oportunidades, para un presidente de los EU”.

El discurso de Obama en Santiago

En los días precedentes la expectación con respecto al contenido del discurso ha ido subiendo. El canciller chileno Alfredo Moreno, anunció que durante su visita a Santiago de Chile, Obama pronunciará “un importante discurso sobre la región”, donde uno de los ejes será la importancia del libre comercio.

Obama concluye en El Salvador este miércoles su primera gira por América latina

Por su parte, el secretario de Estado Adjunto para Asuntos del Hemisferio Occidental, Arturo Valenzuela. dijo que Obama dirigirá un discurso “importante” a las Américas. El diario Folha de Sao Paulo ha adelantado que anunciará la  que “los años de paternalismo de Estados Unidos en América Latina se acabaron”.

“La idea es demostrar que Estados Unidos quiere ayudar la región en su exitosa lucha por reducir la desigualdad”, expresó al rotativo en Washington una fuente del gobierno norteamericano que tuvo acceso al texto del discurso. Obama destacará la importancia de fortalecer el comercio y la inversión de Estados Unidos en la región, expresará la disposición de su país en ofrecer oportunidades de educación e intercambio para estudiantes de América Latina y enfatizará en la importancia del uso creciente de las energías renovables.

Obama también incluiría en su discurso en Santiago de Chile referencias elogiosas al proceso de redemocratización de países latinoamericanos como Chile, Brasil y El Salvador.  En este país, Obama tiene programado visitar la tumba del asesinado arzobispo salvadoreño monseñor Óscar Arnulfo Romero, cuyos restos están sepultados en la cripta de la catedral en el centro de la capital.

Como destaca Susane Gratius en el diario ABC la relación entre Estados Unidos y América latina ha cambiado: “el tiempo de las Alianzas para el Progreso, las Iniciativas para las Américas o las ALCA ha acabado. EE.UU. ya no es el único protagonista en un nuevo concierto regional…América Latina ha dejado de ser el patio trasero de EE.UU., cuya zona de influencia se ha reducido a un puñado de países donde defiende intereses comerciales o de seguridad…No es sólo EE.UU. que ha abandonado América Latina, sino que parte de la región también se ha distanciado de Washington”.

De igual forma, Michael Shifter en entrevista con INFOLATAM hizo hincapié en que “las diferencias entre las dos épocas (la actual y la de Kennedy) son notables.  Los EU no son hoy lo que eran hace 50 años, tal vez el punto más alto de su influencia, de fuerza económica y política en las Américas y en el mundo.  Hoy los EU enfrentan desafíos económicos dramáticos y otros países, incluyendo varios en las Américas, gozan de creciente poder en asuntos globales.  Entonces era más fácil plantear una visión más unida, que abarcaba todos los países de las Américas, mientras en 2011 las diferencias entre los países, su niveles de desarrollo, sus capacidades institucionales y sus prioridades políticas, son cada día más marcadas.  La Alianza, lanzada en el contexto de la Guerra Fría, generó gran entusiasmo entre la población de los EU. Ahora, la situación es muy distinta pues el público estadounidense es mucho más escéptico con respecto a realizar grandes esfuerzos en otros países, y menos en este hemisferio”.

Estados Unidos y América latina, vaivenes de una relación

Desde que Estados Unidos alcanzó el papel de potencia mundial a finales del siglo XIX tras la guerra de Cuba de 1898  no ha tenido una política fija con respecto a la región. Hasta los años 30 prevalecieron las políticas intervencionistas amparadas en las llamadas  “política de las cañoneras” o la “diplomacia del dólar”.

Se especula sobre si Obama reeditaría una nueva Alianza para el Progreso como hizo Kennedy

Este nuevo estilo de relación tuvo hecho concretos (intervención en Panamá en 1903, ocupación de Haití y la República Dominicana en 1915-16…) y tuvo una concreción en negro sobre blanco en el conocido “corolario Roosevelt”.

El presidente Theodor Roosevelt dijo en 1904 que ”si una nación muestra que sabe como actuar con eficiencia y decencia razonables en asuntos sociales y políticos, si mantiene el orden y paga sus obligaciones, no necesita temer la interferencia de los Estados Unidos. Un mal crónico, o una impotencia que resulta en el deterioro general de los lazos de una sociedad civilizada, puede en América, como en otras partes, requerir finalmente la intervención de alguna nación civilizada, y en el hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe puede forzar a los Estados Unidos, aún sea renuentemente, al ejercicio del poder de policía internacional en casos flagrantes de tal mal crónico o impotencia”.

Esta injerencia provocó la aparición de movimientos antiimperialistas concretados en el ataque de Pancho Villa a la ciudad norteamericana de Columbus en 1916 o la resistencia de Augusto César Sandino a la presencia norteamericana en Nicaragua desde 1927. De todas formas, en los años 20 se produjo el primer viaje de un presidente estadounidense a América latina, el del republicano John Calvin Coolidge.

El verdadero cambio llegó con Franklin Delano Roosevelt que diseñó la conocida como política de “Buena Vecindad” consistente en poner fin al intervencionismo unilateral en la región lo que se concretó con el retiro tropas de Nicaragua o la supresión de la Enmienda Platt sobre Cuba que permitía a Estados Unidos intervenir en la isla: “en la esfera de la política mundial, yo dedicaré esta nación a la política del buen vecino; el vecino que de modo resuelto se respeta a sí mismo y, al hacerlo, a los derechos de los otros; el vecino que respeta sus obligaciones y respeta la santidad de sus acuerdos en y con un mundo de vecinos”.

Con Harry Truman o “Ike” Eisenhower América latina entró de lleno en la Guerra Fría como evidencian la firma del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca -un pacto de defensa mutua frente a agresiones externas- o la creación de la OEA a fines de de los años 40, por no hablar del respaldo estadounidense a la sublevación de Carlos Castillo Armas contra el gobierno de Jacobo Arbenz en Guatemala en 1954 por sus presuntas conexiones con el bloque comunista.

Eisenhower trató de mejorar la imagen y el clima de la relación enviando a su vicepresidente Richard Nixon a una gira por la región en 1958 que se saldó con serios incidentes en Caracas donde su coche fue apedreado.

Los países latinoamericanos rechazaron en 2005 el ALCA que defendía George W. Bush

Esta mala imagen de Estados Unidos en la región y el triunfo de Fidel Castro en Cuba en 1959 llevaron al presidente John Fitzgerald Kennedy a lanzar su “Alianza para el Progreso”, una especia de plan Mashall para América latina: “nuestra nueva política puede ser mejor resumida con las palabras en español “alianza para progreso”, o sea una alianza en progreso, una alianza de naciones con un interés común en la libertad y el avance económico en un inmenso esfuerzo común para desarrollar los recursos del hemisferio entero…. Y esta es una alianza, no simplemente dirigida contra el comunismo, sino planteada para ayudar a nuestras hermanas república por su propio bien”.

Estados Unidos se comprometió a aportar 20.000 millones de dólares en ayuda (concesiones y préstamos) y solicitó a los gobiernos de América Latina que aportaran 80.000 millones de dólares en fondos de inversión para sus economías en lo que era el programa de ayuda más grande de Estados Unidos para el mundo en desarrollo.

Pero la muerte de Kennedy en 1963 y la profundización de la tensión mundial hicieron pasar al olvido este plan. Johnson y Nixon apostaron por respaldar ocupaciones militares como en la República Dominicana en 1965 o golpes de estado como el de Chile en 1973.

Con Jimmy Carter desde 1977 se interrumpió esa política de “mano dura” y se privilegió la defensa de los Derechos Humanos, una política que quedó en entredicho con el triunfo sandinista en Nicaragua en 1979 y la extensión de los movimientos guerrilleros en Centroamérica.

Ronald Reagan apostó por la democratización en los años 80 a la vez que impulsaba el combate a las guerrillas en Centroamérica, en especial en El Salvador respaldando al gobierno y en Nicaragua a las fuerzas antisandinistas, la Contra.

El fin de la Guerra Fría, al democratización de América latina y la conclusión de los conflictos centroamericanos permitieron que George Bush padre lanzara en 1990 la Iniciativa para las Américas: ”los tres pilares importantes de nuestra nueva iniciativa son: el comercio, la inversión y la deuda. Para ampliar el primero propongo que iniciemos  el proceso de crear una zona de libre comercio a lo ancho del hemisferio, para aumentar la inversión, que adoptemos medidas para crear el nuevo flujo de capital hacia la región, y para aliviar aun más la carga de la deuda , que busquemos  un nuevo enfoque para la deuda en la región, y beneficios importantes en  medio ambiente”.

Bill Clinton siguió con esta apuesta por la integración económica (firma del TLC con México en 1994) pero le añadió una instancia política con la celebración desde 1994 de las bianuales cumbres de las Américas. El proyecto del ALCA murió en la cumbre de Mar del Plata en 2005 cuando Argentina, Brasil y Venezuela rechazaron la propuesta que entonces defendía George W. Bush.

El proyecto de Obama

Tras esta serie de vaivenes en la relación ahora la toca el turno a Barack Obama. De él se puede esperar, más que una nueva Alianza para el Progreso, una ratificación de la vieja política de buena vecindad, al estilo Roosevelt, como ya hiciera en Trinidad u Tobago en 2009: “esta cumbre ofrece la oportunidad de un nuevo comienzo. El impulso de la prosperidad, la seguridad y libertad de los pueblos de las Américas depende de actualizar las sociedades del siglo XXI sin adoptar las posturas inflexibles del pasado. Ese es el liderazgo y la colaboración como socios que Estados Unidos está listo para asumir. Podemos construir un futuro juntos y avanzar hacia una asociación de igual a igual, no de socio mayor a socio menor”.

Los presidentes Barack Obama y Sebastián Piñera en Washington.

Esto, además, unido a una alianza para impulsar el progreso económico y comercial, inspirándose en la Alianza para el Progreso de Kennedy, pero de forma mucho más modesta: “lo que trasmitiré esta semana es que somos socios dedicados al progreso. Reforzar estas alianzas aumentará la prosperidad y seguridad común de todos nuestros pobladores, al generar nuevos empleos y nuevo crecimiento en todo el hemisferio, y contribuir a que nuestra economía siga siendo el motor que impulsa a nuestro pueblo y genera oportunidades para todos”.

La misma secretaria de Estado, Hillary Clinton, ratificaba estas palabras diciendo que el impulso a las relaciones con Latinoamérica se reduce “a una sola cosa: aprovechar las oportunidades fenomenales que tenemos en esta región. Nuestra oportunidad de crear empleo e impulsar el desarrollo”.

Como apuntaba Sergio Bitar en Infolatam “la próxima visita del presidente Obama a America Latina ocurre en un momento histórico de acelerada globalización y cambio de poder relativo en el mundo. Ello enmarca de un modo muy distinto las relaciones tradicionales de EEUU con AL. Las saca del marco hemisférico y las coloca en un contexto planetario y global. Ya no caben ni Alliance for Progress (1960) ni Enterprise of the Americas Initiative. (1990). El juego es otro”.

Esa nueva relación debe basarse, según Bitar, en tener en cuenta que “AL ha cogido su propia dinámica, cada vez menos dependiente de una relación bilateral con EEUU, con la excepción de los países mas cercanos de Centroamérica…los grandes temas de futuro entre A Latina y EEUU, que pueden dar pie a un nuevo “Partnership”, son energía, medioambiente, investigación e innovación, reformas de las instituciones multaterales y gobernanza global…Obama tiene hoy dos ventajas en America Latina: su mirada de futuro para construir un nuevo “partnership” y su empatía con los latinoamericanos. Estos dos ingredientes pueden ayudar a una mejor coordinación futura. Pero esperar mas ahora es desconocer la realidad”.

En resumen, como indicó Micheal Shifter a Infolatam “el desafio para Obama en este discurso es plantear una visión de largo alcance, que reitera algunos temas de Kennedy sobre valores y agendas comunes, importancia de historias y culturas compartidas, pero superando la actitud paternalista tradicional y más bien enfatizando el concepto de socios. Reconocerá los enormes avances de la región en materia económica, social y política y también tomará en cuenta las grandes diferencias entre los países.  Tiene que ser un discurso positivo, de esperanza, como el de Kennedy, pero que muestre la nueva posición de los EU en el mundo, y también la creciente importancia y peso de muchos paises latinoamericanos en la nueva agenda global”.

INFOLATAM