ADELA MICHA

Aquí en México se editó y publicó el Manual del lenguaje no sexista. Está destinado a que hombres y mujeres hablemos con un lenguaje incluyente, a nombrar lo que somos y hacemos para distinguirnos pero sobre todo para reconocernos.

Y es que hasta el lenguaje sexista es otra forma de violencia. Porque lo que no se nombra, no existe. Hay quienes dicen que no se deben feminizar nombres de profesiones, porque caerían en el genérico y sería poco preciso.

Por ejemplo “la música” es ambiguo y podría confundir la profesión con la mujer que la practica o la ejerce. Pero hay que defenderlo. Porque conozco muchos oficios y profesiones que en masculino pueden confundirse con objetos: frutero, granero, costurero… Por eso debemos decir, ministra, presidenta, diputada, senadora, abogada, jueza. Recuerde, si no se nombra, no existe. Para forzar el cambio en la educación, la cultura, la sociedad, hay que emplear ya el lenguaje no sexista.

El Manual podría parecer algo excesivo, quizás absurdo o hasta ridículo, pero cuando vemos realidades como que 70% de las denuncias a emergencias son de mujeres golpeadas en su casa, por sus parejas, mujeres que viven y duermen con el enemigo. Si de cuatro mil denuncias por año, sólo en dos hubo proceso penal, hay que reconsiderar todo. La lucha por la equidad de género hoy se da en todos los frentes. En Honduras cambiaron el Himno Nacional, por su lenguaje sexista. Hoy, el Manual es parte de una estrategia de medios. Sí, hemos avanzado en una ley para una vida libre de violencia, pero aun con reformas al Código Civil o al Penal y leyes en los tres niveles de gobierno, no basta, pues hay que cambiar gradualmente los hábitos y las costumbres de una sociedad regida durante siglos casi sólo por hombres. En España, la lucha por la equidad no sólo abarca el lenguaje no sexista y las reformas a las leyes. Allá, Bibiana Aído es ya la primera ministra de Equidad de Género.

Y déjeme darle más ejemplos de inequidad. En representación política, somos 5% en casi dos mil 500 presidencias municipales y 4% en puestos de dirección en dependencias federales. Y hay que cambiar muchas cosas. Por ejemplo, en la Comisión para Prevenir la Violencia contra la Mujer se está intentando la reforma a la ley que castiga el fraude familiar.

Algo cierto y real: muchos hombres preparan en silencio su divorcio y ponen a nombre de padres y hermanos los bienes materiales. Así que urge esa reforma para defender los derechos de la mujer. Insisto, la lucha se da en todos los frentes. Y el Manual del lenguaje no sexista tiene una serie de recomendaciones, muy sencillas, que se dan a conocer de forma amable, clara, directa y didáctica. Ejemplo: En lugar de decir “los niños” hablar de “la niñez” por ser un término incluyente. ¿Qué efecto produce esto en la vida cotidiana de las personas? El mismo que ha venido teniendo que las niñas no jueguen con autos, sino sólo a la enfermera o a la maestra, al ama de casa, a lavar y planchar. Es necesario que hijos e hijas, que la niñez, aprenda a hablar sin depender del género. También, dejar de feminizar las groserías, las palabras altisonantes, las malas palabras, que al final retratan formas de violencia.

Créame, no es mal menor. No basta con reformar leyes, debemos romper inercias. Cambiar desde la educación en la casa, la escuela, la calle y el trabajo, forzar el cambio en la cultura hacia el trato a la mujer. Pero también dejar los silencios, hacer denuncias y ratificarlas, poner los puntos a las íes y el tono y el acento a la lucha por la equidad de género en la vida cotidiana, los hábitos y las costumbres y aprender a empezar a llamar a cada cosa por su nombre.

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