ISABEL FERRER
A pesar de su historial nazi, Josep Karl Silberbauer, miembro de las SS, los escuadrones de la muerte de Hitler, pudo trabajar para los servicios secretos de la República Federal de Alemania después de la II Guerra Mundial. No fue el único. Según una investigación efectuada por la revista alemana Focus, otros 200 autores de crímenes contra la humanidad en el Holocausto fueron espías en Alemania occidental durante la guerra fría. El caso de Silberbauer es singular porque su hoja de servicios incluye un dato trágico. Él mismo se encargó de arrestar en Ámsterdam a la familia de Ana Frank, la niña judía autora del famoso diario que lleva su nombre. Fue en 1944, y los Frank, que se ocultaron (junto con otros cuatro amigos) de la persecución nazi durante dos años, perecieron en Auschwitz y Bergen-Belsen. De los campos de concentración solo regresó con vida Otto, el padre.

Aunque la identidad de Silberbauer era conocida, los detalles de su vida posterior a la II Guerra Mundial estaban por aclarar. Se supo que trabajó como policía en su Austria natal sin levantar sospechas. Luego su pista se perdió y parecía que llevó una vida anodina. Sin embargo, la publicación alemana, que ha consultado archivos en Estados Unidos, recuerda que ya fue localizado en 1963 por Simon Wiesenthal, el judío superviviente del exterminio de Hitler especializado en perseguir nazis.

El archivo del Centro Wiensenthal señala que Silberbauer fue detenido, suspendido de sus funciones e investigado en 1964. Poco después, sería liberado sin cargos porque “no sabía nada del Holocausto”. La investigación de Focus añade, por el contrario, que una vez dentro de los servicios secretos de la entonces Alemania Occidental, “aprovechó sus buenos contactos con viejos camaradas de armas”, asegura Peter-Ferdinand Koch, autor del escrito.

“Los antiguos nazis trabajaron donde quisieron después de la guerra. Llegaron a ministros, diplomáticos, a canciller incluso. Que los servicios secretos nacionales no mediten sobre su propio pasado es lamentable”, ha dicho Thomas Heppener, director de la Casa de Ana Frank de Alemania.

En Holanda, el nombre de Silberbauer evoca a la vez el horror y la certeza de que el Diario de Ana Frank es verídico. No se ha podido saber quién delató a la familia Frank, escondida en una casa de los canales de Ámsterdam. Pero la entrada del policía nazi, con sus hombres, en pleno mes de agosto en el edificio, forma parte de la historia del país. Ellos simbolizan la brutal ocupación por parte de las tropas de Hitler. Y también la esperanza de un diario adolescente, rescatado del suelo por Miep Gies (la vecina que les ayudó), que describe con igual fuerza el dolor del cautiverio y la esperanza de la libertad.

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