JOSÉ BERMAN

Mi tía Lea fue una mujer intrépida durante los 89 años, 11 meses y una semana que duró su vida.
Nació en la ciudad de Bielsko-Biala , en Polonia sur-occidental, en 1921.

Hace apenas tres meses publicó un libro titulado Mas Allá de los Hechos, que está actualmente a la venta, que es, a la vez, una descripción de la sensacional forma en que la familia Goldberg Israeler Fucks (o sea, mi familia materna) logró llegar desde Bielsko al puerto de Manzanillo en nuestro país, pasando por Pinsk en Polonia Oriental, Kaunas o Kovno en Lituania, una larga serie de ciudades en los diferentes husos horarios de la Unión Soviética, que finalizó en Vladivostok en el Pacífico, para luego continuar a Corea, Japón, y México.

El libro, además, es una alabanza y una profunda muestra de gratitud a mi abuelo, (zeide en Idish), o sea, a su padre Wolf Goldberg, otra persona muy intrépida, con quien ella obviamente se identificó mucho. Mi abuelo supo interpretar perfectamente bien los fatídicos acontecimientos del año 1939, como el pacto Molotov-Ribentroff, que consideró un acuerdo de división de Polonia entre la Alemania Nazi y la Unión Soviética. Supo usar el conocimiento geopolítico que había adquirido como oficial militar durante la primera guerra mundial, para salvar a mi abuela, a Lea, a mi madre Raquel, y a seis familiares más. Si no salvó aún más gente, fué por que muchos no le creyeron su interpretación brutal de los hechos.

Lea me platicó que tuvo varios roces con la muerte a lo largo de su vida: el último de ellos fue anteayer; el primero de ellos fue cuando a sus 18 años, su familia sufrió un bombardeo de la Luftwafe, a tan poca distancia, que pudo ver la cara a los pilotos nazis.

Su vida recién llegada a México, fue muy difícil. Platicaba que tenía que ir al rastro cada madrugada, para proveer de materia prima a una mini fábrica de brochas que mi zeide logró poner en México, de un tamaño de menos de un décimo de una fábrica del mismo producto en Polonia.

Decidió, junto con casarse con un refugiado de la guerra civil Española, irse a estudiar medicina y psicoanálisis a la Argentina. Aún tenía amigos de aquel peregrinaje México-Buenos Aires-México, hasta hace dos años, un año, y hasta ayer.

Se volvió una peregrina, con práctica psicoanalítica bastante exitosa en México, Estados Unidos (donde estuvo en una de los hospitales psiquiátricos más renombrados), Israel, donde se me platicó que había cola para psicoanalizarse con ella (con el beneficio adicional de que se podía hacer en cinco lenguas diferentes: Español, Hebreo, Inglés, Alemán o Polaco).

Hacia el final de su vida regresó a México a reunirse con sus sobrinos, nosotros, los hijos de su hermano Max, y los hijos de su hermana Raquel. Increíblemente, dada su edad, siguió activa con pacientes, participando y presentando trabajos en congresos, haciendo nuevas amistades, y hace apenas dos semanas se mudó a un nuevo departamento. Todo esto con un amor y un apego a la vida que evoca al de su padre, nuestro zeide.

Yo siempre tuve una relación cercana con ella. Comenzó desde que presenció mi nacimiento.
Le agradezco infinito el apoyo incondicional y la ayuda que me dio en situaciones recientes de dolor físico y psicológico.

Tenía muchos planes para lo que ella calculaba iban a ser los últimos seis años de su vida: escribir su autobiografía. Hacer una revisión de la evolución de su profesión en las últimas décadas, y hacer contribuciones teóricas al psicoanálisis. Eso ya no lo hará, aunque quizá algunos de sus amigos logremos adivinar que era lo que estaba tramando.

¡Descanse en Paz!