CLARA SCHERER

Pregunta que aparentemente es retórica. que indigna. por lo que merece ser documentada, para saber para cuántas y cuántos, la respuesta es positiva en el actuar cotidiano de cada individua/o. Porque de eso se trata la realidad. no de lo que alguien escribe en textos brillantes. lo cotidiano, el día a día, ese ¡buenos días, maría! o esa forma en la que muchos se dirigen a ella: ¡prendan la luz!, dando una orden a “alguien” que puede ser “algunos”; pero que de ninguna manera ese personaje, reconoce a la otra, en ese momento, por su “individualidad”.

¿Cuáles son las cualidades que hacen que una persona sea tal? parece que no basta que la ley diga que somos iguales, para ser parte del género humano. La persona es definida en los diccionarios, como un ser racional y consciente de sí mismo, poseedor de una identidad propia. y la raíz etimológica da más pistas: quien tiene voz propia. Es decir, persona es quien decide por sí misma lo que quiere hacer en el mundo. Es persona, quien es autónoma.

Los logros de las mujeres en el ámbito del derecho positivo, como el voto, o la ley por una vida libre de violencia, si bien son avances, no son suficientes para llegar a la autonomía ni para que desde ahí, exijamos un tratamiento   equitativo   frente   a  los   hombres. Invitar a una amiga a desayunar, recibe respuestas como: ¡ay!, le pido permiso a mi marido y te aviso; o quejas frecuentes: ¡no me dio ni para el gasto!, dan claridad suficiente para saber que esas parejas están atrapadas en relaciones de dependencia, y eso no apoya su desarrollo, mucho menos, el de la sociedad.

Entender que no buscamos el camino para ser idénticas, sino para ser iguales, es una diferencia sustantiva para poder alcanzar acuerdos. Por cuestiones de muy larga data, fue fácil decidir que las mujeres, por la biología, somos idénticas una a otra. la biología de los hombres no produce tan extraña ecuación, porque, al parecer, su biología es intrascendente. Lo importante en ellos es su “capacidad racional”.

No. Tampoco queremos ser idénticas a los hombres. Queremos igualdad de derechos, de oportunidades y de trato. En un México donde la grosería se impone, insultar y descalificar a las mujeres a través de su cuerpo y capacidades, es ejercicio tan frecuente, que ni en espacios donde el respeto debiera ser la norma, éste, el respeto, es inexistente.

No es anécdota que, ante una petición de una funcionaria a un par, diciéndole que si por favor tal cosa, el señor responde: ¿hacerle un favor? ¡mejor le hago un hijo! y la risotada de los otros, que, cual borrachos de cantina, no entienden que por ley, somos iguales.

Gracias al esfuerzo de diputadas conscientes de que en este país, las desigualdades comienzan desde el nacimiento y por la “razón” menos sensata: la anatomía. Y que si hoy “no pasa nada”, es porque hay muy pocas mujeres en puestos de decisión política. Si fuéramos más, estoy segura de que magistradas, gobernadoras y legisladoras, sumarían esfuerzos para hacer justicia.

Por esa “larga data” (a alguien hay que echarle la culpa) es evidente que no existe una cultura política de respaldo a las mujeres. Grave es que aún no es tan contundente la decisión de las mujeres de actuar en la política, porque en los partidos les exigen comportamientos poco autónomos, que, afortunadamente, muchas ya no están dispuestas a acatar. Es absolutamente necesario cambiar las estructuras y modos de actuar de dichos institutos.

Las mujeres en los partidos prestan servicios esenciales en la actividad proselitista, especialmente en el apoyo logístico de las campañas; pero se les excluye de ser las protagonistas principales. Hoy, no hay un partido que encabece, es más, que siquiera toque el tema de la paridad. La dignidad de las personas de sexo femenino es lo que nos jugamos. y  por eso, nos hemos dado a la tarea de unir nuestro esfuerzo con las mujeres de todos los estados. Es largo el caminar para abrir a la sensatez, la mente de los seres racionales que,  dice el diccionario, son los hombres.

Hacer esto, re-unir a las mujeres de los estados, no ha sido fácil. aprender a respetar es un tema que a las y los mexicanos nos complica la existencia. pero lo estamos intentando.Todas las batallas que hemos dado para llegar a ser personas, -es importantísimo no olvidarlo-, las hemos librado primero, con el apoyo de otras  mujeres.

Diversos estudios concluyen que las mujeres hemos ido liberándonos en varios escenarios. El primero, en la educación, donde hemos logrado un nivel de presencia superior, y hoy tenemos mucho mejores calificaciones que ellos. Hemos asumido, desde hace siglos, el rol de orientadoras y sostenedoras de las familias. pero cada día más, lo hacemos sin la presencia, ni los recursos masculinos. Para ellos, ha sido fácil desligarse de sus responsabilidades familiares, y aun así, muchas personas los prefieren en puestos de responsabilidad pública. Hemos ido ganando mayor independencia económica; pero, seguimos obteniendo menos por el mismo trabajo. Hay casos en que esta cifra no es nada menor, pues llega a ser de hasta 40%.

Lo más importante: nos hemos organizado para hacer valer nuestros derechos. Y esto, ya lo sabemos, sólo es posible si hay más mujeres en puestos de decisión política. Quiero decirles, para que quede bien claro: la paridad es un derecho y una política pública que México se ha comprometido ha conseguir en corto plazo.

¿Qué es la paridad? que en todos los espacios públicos estemos representadas. somos la mitad de la población y tenemos derecho a la mitad del poder. Las cuotas pueden seguir ajustándose mediante la formulación de leyes, o por la iniciativa política de los partidos. En el mundo, 50 países tienen cuotas ordenadas por la Constitución o una Ley electoral, y 73 países cuentan con partidos políticos que han adoptado voluntariamente dicho mecanismo. Y todos caminan teniendo como meta, la paridad. Las cuotas son una acción afirmativa para lograrla.

Una política pública para las mujeres debe también lograr tranversalizar el género en todas sus acciones. Esto significa incidir para que todos los programas de gobierno, incorporen un enfoque que garantice la inclusión de mujeres y reconozca sus particulares necesidades. Y esto también será resultado de que haya más mujeres en cargos políticos.

Un gran reto, que hoy, por muchas razones se ve lejano,  es que la educación propicie una actitud positiva y comprometida de las mujeres del país hacia la política, donde ellas se vean como agentes propiciadoras de cambio, y que no dejen esa responsabilidad en manos de “otros”. Un proceso democrático sin mujeres, no es tal. Sólo incluyéndolas, daremos cumplimiento cabal al mandato constitucional de igualdad.