LEÓN OPALIN

Las religiones han sido el pilar de la formación de valores en el devenir social; sin embargo, la mayoría de ellas contienen preceptos de marginación hacia la figura femenina, particularmente el Islam, misma que en su versión fundamentalista, defiende interpretaciones del Coran (el libro sagrado de esta fe) en relación a la mujer, que sobrepasan la discriminación femenina para convertirse en mandatos de misoginia que violan los derechos humanos de las mujeres. Cabe hacer notar que la interpretación de las reglas del Coran varia de un país a otro, de ahí la confusión que surge respecto a la verdadera filosofía y practica de esta religión que suma 1,300 millones de creyentes en el mundo.

La visión integrista de el Islam está atrayendo un número creciente de adeptos; sin embargo, a la vez cobran fuerza las voces disidentes que rechazan la irracionalidad, intransigencia y dogmatismo de los fundamentalistas. En este ámbito, destacan las repetidas presentaciones de reproche al integrismo de la Siquiatra Wafa Sultan (WS), que proviene de una familia musulmana de Siria y que actualmente está asilada en EUA. WS considera como “barbaridades” las reglas existentes del Islam para las mujeres; esta disidente le ha declarado abiertamente la guerra al Islam para que “1,300 millones de musulmanes cambien sus prácticas inhumanas”. Para WS el Islam tiene dos opciones: cambiar o desaparecer. WS manifiesta una tristeza crónica en virtud de que “no puede olvidar como su sobrina se vio obligada a casarse cuando tenía 10 años con un hombre de 40 años” y con el cual procreó a cuatro hijos. La sobrina no logró superar la infelicidad que le causó ese matrimonio y cuando tenía 25 años se suicidó prendiéndose fuego. WS afirma ¿Por qué mi sobrina no se iba a casar a tan tierna edad, si el profeta Mahoma contrajo nupcias con su segunda esposa cuando ésta sólo tenía 6 años? WS reprueba las “posiciones incoherentes de los extremistas musulmanes” citando el caso que se registró en Arabia Saudita en el 2002 en un colegio al que asistían 800 niñas y que al desatarse un incendio en el mismo, 15 niñas murieron al no ser rescatadas intencionalmente “por que no llevaban los atuendos específicos que marcan las disposiciones musulmanas”. Asimismo, resulta inverosímil que en Arabia Saudita las mujeres no puedan conducir un automóvil o comer solas en un restaurante.

En el contexto del extremismo, en varias naciones islámicas de Asia y África, entre otras Nigeria e Irán, el adulterio de la mujer se castiga con la muerte a través de la lapidación, incluso en la interpretación ortodoxa del Coran se menciona que las piedras para este castigo “no deben ser demasiado grandes para que el tormento a las culpables se prolongue”. Igualmente en algunos países de África, por disposición religiosa se practican cada año millones de mutilaciones femeninas (ablación genital), con pérdida de muchas vidas. La ablación representa un acto de sometimiento de la mujer y pérdida de su autoestima.

Por otra parte, el uso de la Burka para cubrir la cabeza y el rostro de las mujeres musulmanas se hizo obligatorio en Afganistán bajo el régimen Taliban, empero se ha extendido a otros países, incluso entre mujeres musulmanas residentes en Europa y otras naciones de Occidente; hecho que ha suscitado intensos debates políticos. Lo cierto es que el Coran no especifica el uso de la prenda que si se emplea por periodos prolongados “puede afectar la salud de las mujeres por falta de luz”.

En varios países con regímenes teocráticos extremistas, como en Irán, las mujeres se encuentran vigiladas por otras mujeres que realizan funciones para que las vestimentas y conductas femeninas “no atenten contra el pudor”.

En este marco, el Coran tiene preceptos que pueden calificarse de “machistas” en virtud que aprueba que los maridos puedan golpear a las esposas, “sin dejar marcas en el cuerpo o en el rostro de las mismas”, cuando no los obedezcan; esta potestad masculina tiene como objetivo “preservar a la familia”. El trato a la mujer en la religión islámica degrada su dignidad y la humilla; las mujeres inconformes con las prácticas religiosas no tienen posibilidad de recurrir a alguna autoridad para que la defienda y tampoco existen en los países musulmanes organizaciones que velen por sus derechos. Las mujeres musulmanas que se en mancipan recurren frecuentemente a la renuncia de su fe y al exilio.

La analista de temas del Medio Oriente, Esther Shabot, ha consignado que la educación en el mundo árabe es fuente del radicalismo religioso vinculado con supersticiones, mitos y creencias responsables, en buena medida, de los sectarismos étnico religiosos y la violencia hacia las mujeres y las minorías.