Ser judío en Cuba: Después de cuarenta años de silencio, la comunidad comienza a escribir su nueva historia.
Por Enlace Judío el 07 julio 2011 en Reflexiona, Reportaje (Edit)0 Comentarios

MARGARITA COHÉN
Visitar Cuba resulta siempre una experiencia enriquecedora por dondequiera que se le mire, máxime que nuestra percepción ocupa el cien por ciento de lo que sucede a nuestro alrededor. Llega un momento en que los ojos ya no nos alcanzan para descubrir todo lo que observamos frente a nosotros, o que el corazón se colma de un sentimiento tal de solidaridad al conocer las historias de vida de las personas que ahí habitan, que ya no tiene cabida para más impresiones. O nuestra mente se embota de tantas dudas y cuestionamientos, que nunca se agotan los recursos para seguir cuestionándonos. Porque definitivamente, Cuba es una ciudad de grandes contrastes: las imponentes construcciones se van intercalando con casonas roídas por el paso del tiempo y parece que están a punto de derrumbarse; el servicio al turismo es de diez estrellas, cuando los servicios para los ciudadanos ni siquiera llegan a cubrir con dignidad lo más necesario.
Como judíos, el contactar con la gente que integra la Comunidad Hebrea de Cuba puede resultar una experiencia sui géneris, ya que su bondad y su solidaridad se perciben en todo momento. Asistir a un evento de Kabalat Shabat podría ser, quizá para los más orotodoxos, una ceremonia surrealista, pero todo es respetable y comprensible desde el punto de vista que en Cuba, sin lugar a dudas, es muy difícil ser judío y aquellos que aún se mantienen de pie, arraigados a sus raíces, a sus costumbres y tradiciones, son dignos de toda nuestra admiración. Son ellos los responsables de preservar la herencia y lograr que cada persona que acude a los servicios, que estudia en la “escuelita dominical Tikún Olam”, que baila en el grupo de rikudim o que recibe la ayuda humanitaria del exterior por el sólo hecho de ser judíos, se sientan orgullosos de pertenecer a nuestro pueblo.
Y es que el camino para el resurgimiento no ha sido fácil, aunque se había creado la oportunidad durante dos generaciones, ya que los judíos de Cuba habían sufrido de amnesia cultural. Había muy pocos recursos y conocimientos necesarios para la reedificación de la vida judía a nivel individual o comunitario, pero hoy es diferente.
Fue durante mi última visita a Cuba, gracias a la invitación de Anshei Cuba, quien representa la ayuda económica de la comunidad judeo mexicana y quien se ha preocupado por ser un apoyo para nuestros hermanos al otro lado del mar, que percibí de otra forma más realista la vida de aquella Comunidad que estuvo a punto de desaparecer algún día, pero que hoy sigue firme y unida como la gran familia que es.
La mayoría de los judíos sigue las normas del movimiento conservador, quedando muy claro “quién es judío y quién no”. Judío es todo hijo de madre judía, y además, judío también se es por elección, siempre que se demuestre una profunda y sincera conexión con el jud aísmo. En Cuba se han efectuado conversiones, fundamentalmente a hijos de padres judíos, y a cónyuges de judíos.
De la misma forma en que muchos miembros de la comunidad judía de Cuba han decidido emigrar a Israel por razones económicas o porque sienten a Israel como su propia tierra, es significativo el número de familias que han regresado a la Comunidad en busca de sus raíces y, posiblemente en estos momentos, Cuba tenga uno de los más altos índices de participación activa de sus miembros. Lo cierto es que el destino de la comunidad judía en Cuba es incierto y un gran número de estos judíos quieren vivir realmente su juda ísmo.
La única hipótesis que podemos concluir es que, mientras queden judíos tan comprometidos como los que hay, habrá comunidad judía en Cuba, porque después de cuatro generaciones perdidas, vuelve a renacer con más fuerza que nunca.
Algunos testimonios:
“Ser judía es parte de de mi yo interno, es parte de mi pasado, es parte de mi presente, es parte de mi futuro y me siento tan orgullosa de ser la heredera de una historia que va pasando de persona en persona, que hace que sigamos vivos dentro del pueblo judío” (Rosa Behar)
“¿Y qué era lo que pretendíamos nosotros? Que los cubanos dejaran de ver a los judíos como extranjeros o como separadas de la sociedad cubana; queríamos que la sociedad civil conociera más y entendiera mejor la vida judía tradicional, que no tiene que ver con la vida del judío como ciudadano cubano. Yo estuve integrado de manera muy fuerte, muy intensa en esa actividad, como estuve integrado también al Círculo Universitario Hebreo, es decir, formaba parte dentro de la Comunidad Judía en un grupo juvenil que además estudiaba en la universidad.
(José Miller (z”l), fallecido Presidente de la Comunidad Hebrea de Cuba)
“Vivimos momentos muy difíciles y no podemos evitar recordar lo que hicimos para saber que estábamos vivos y hacer eterno el orgullo de ser judíos.” (Matilde Eli)
“En nuestra condición, donde no existe educación hebrea oficial, es esencial que exista una escuelita, de la cual yo soy Morá. Porque constituye el acercamiento de los miembros de nuestra Comunidad a su origen y sus tradiciones. Especialmente a los niños, que son nuestro futuro, les creamos la base de la vida judía, no solamente aprendiendo el idiomas hebreo, sino en su formación de valores para que puedan acceder a la vasta tradición cultural de nuestro pueblo”.
(Déborah Soriano, Morá y jazanit)
“Tenemos la intención de convertir nuestra escuelita en un verdadero Majón, donde cada vez nuestros talmidim adquieran mayores conocimientos. Es por ello que nuestro reto y nuestro compromiso es lograr una mayor motivación a todos nuestros alumnos, tanto niños como adultos.
“La educación judía entregada por la familia no está completa. Si no existiera el intercambio en el marco comunitario, tal vez mucho de lo que somos en la actualidad no sería posible. Con el renacimiento de la Comunidad a principios de los noventa, se impuso la premisa de la unidad. La escuelita dominical fue la puerta que abrió un nuevo mundo de sentimientos y conocimientos para niños, jóvenes y adultos. Fue donde conocí nuevos horizontes y el deseo de sembrar lo recibido por nuestros ancestros, realizando sueños.”
(Elizabeth Palestrant)
“Ser joven y cubano a la vez, siempre ha sido todo un desafío, incluso en nuestros días. Ser los mensajeros de ese legado increíble e inagotable que es el ju daísmo y preservar la herencia a las futuras generaciones es nuestra responsabilidad. Me siento orgullosa de pertenecer a nuestro pueblo y lograr que cada niño o niña se sienta orgulloso de continuar sembrando…”
(Anette Eli, Morá de rikudim)
“Siempre supe que era judío, pero nunca supe el verdadero significado de esta frase. Asistir e involucrarme a las actividades comunitarias, hoy me llena de seguridad.”
(Allan Siegelbaum)
“Entre el millón de personas que emigró, se fueron trece mil judíos que representaban el noventa por ciento de la Comunidad. Y eran los más integrados, los más observantes de entre sus miembros. Por ello nuestra Comunidad no sólo decayó numéricamente, sino que también en su identidad. Eso se fue perdiendo en Cuba. Los mayores envejecieron y los jóvenes crecieron sin identidad judía. No tuvieron ni Brit Milá ni Bar Mitzvá. Pero quedaron algunos; los suficientes para que la vida judía en Cuba no se extinguiera. Nos acordábamos de nuestro hogar judío y lo extrañábamos. Deseábamos que nuestros hijos lo hubieran conocido y tratamos de reconstruir un poco aquella vida.
Y en esa hermosa tarea estamos hoy: esforzándonos por ser los protagonistas de esa historia que siempre soñamos.”
(William Miller, Vicepresidente de la Comunidad Hebrea de Cuba)