MARÍA JOSÉ ARÉVALO GUTIÉRREZ

“Haced justicia al huérfano y a la viuda, y ama al extranjero dándole pan y vestido. Y amaréis al extranjero, pues extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto”. (Devarim 10, 18).

En cierto sentido el judaísmo difiere esencialmente del cristianismo y del islam; la identidad judía no depende en primer lugar de la aceptación de un sistema de creencias o del seguimiento de un estilo de vida determinado. Según la ley judía, una persona es judía si su madre era judía.

Todos aquellos que puedan trazar una línea de descendencia matrilineal hasta llegar a una mujer aceptada como judía por la comunidad son, por definición, judíos. Según la Halajá, es perfectamente combinable, ser creyente musulmán o cristiano y seguir siendo judío. Las enseñanzas de la Torá mantienen que incluso los apóstatas que deliberadamente rechazan la fe judía siguen siendo judíos.

No obstante, es posible convertirse al judaísmo, tal como lo describe el Talmud. La cuestión sobre quién es judío, se fue complicando con el surgimiento de los movimientos reformistas americanos. Estadísticamente quedó manifiesto, que los hombres judíos son más propensos a “casarse fuera” del grupo que las mujeres judías. La asociación de rabinos reformistas determino, que los hijos de padre judío podían considerarse judíos siempre que recibieran algún tipo de educación judía. Los ortodoxos y conservadores obviamente, no aceptaron esta decisión, ya que son fieles defensores de la tradicional descendencia matrilineal.

La discusión sobre el modo correcto de convertirse al judaísmo puede abarcar tomos enteros. Como señaló el rabino Iosef Bitton: “el pueblo judío nunca buscó conversos pues no somos misioneros. La conversión debe ser incondicional”, es decir “exclusivamente para abrazar una forma de vida y un sistema de valores”. Resaltó, que es importante conocer la cultura del pueblo judío, para poder llevar a la practica el judaísmo o vivir de acuerdo a las leyes, ya que la conversión lo que manifiesta es la voluntad de adoptar la Torá como nueva forma de vida”. La postura ortodoxa de Bitton reconoce solamente como ejes vinculante a la conversión, a los rabinos reconocidos por el Rabinato Central de Israel, apuntando, que “si existe voluntad de evitar divisiones en el mundo judío, debemos optar por la conversión ortodoxa, la única aceptada por todos”.

Según Leon Gefen, la posición de Bitton contiene varios errores. Entre ellos señala, que “es lógico que existan normas para validar una conversión, pero no lo es cuando una única corriente (el judaísmo es pluralista según su opinión) posee por motivos políticos el control absoluto del Rabinato israelí, imponiendo unas interpretaciónes excluyentes de la Torá.

El pueblo judío tiene en materia religiosa una base común, pero nunca existió – afirma Gefen – una interpretación única de la Halajá, y no tenemos ninguna autoridad equivalente al Papa, cuyas decisiones doctrinales sean inapelables. No existe, aunque disguste a los ortodoxos, una forma única para vivir el judaísmo”.

Uno de los preceptos más difundidos de la Torá es el que hace mención al imperativo de amar al extranjero. “Hace justicia al huérfano y a la viuda, y ama al extranjero dándole pan y vestido. Y amaréis al extranjero, pues extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto” (Devarim 10, 18). Aparece formulado de diferentes formas treinta y seis veces a lo largo del texto bíblico. Un judío que se burla, humilla y maltrata a un extranjero, de hecho está transformándose en el principal destinatario de su propio maltrato. Cuando se llega a la conclusión de que su propio antepasado sufrió humillaciones, el grado de empatía hacia los desprotegidos se potencia.

Cualquier ser humano, sin importar su raza o su religión anterior, se puede convertir al judaísmo. La Torá no es un manual de fe. La Torá en el hábitat natural, es la constitución del pueblo judío. Aquel individuo que pretende ser parte del pueblo adoptara “plenamente” su Ley. El caso más conocido de conversión es el de Ruth, de cuya conversión se aprenden, prácticamente todas las pautas halájicas contemporáneas. Otro caso fue el del Rey Bulán de Kazaria en el año 720, que aborrecía la idolatría de sus ancestros.

Decidido a abandonar el paganismo, promovió un debate religioso en su presencia, entre representantes del Islam, Cristianismo y Judaísmo, quienes trataron de convencerlo con sus argumentos, sobre la verdad de su fe. A través de su población árabe y griega adquirieron conocimientos sobre el Islam y el Cristianismo.

Aunque los detalles del convencimiento para optar por la religión judía sean posiblemente de carácter legendario, la esencia del incidente es sin duda alguna de absoluta verdad histórica. El sucesor del rey Bulán, adoptó el nombre de Obadía, mandó construir sinagogas y escuelas donde rabinos y maestros enseñaban Torá a los habitantes del reino.

Con el advenimiento de la modernidad, y específicamente con la creciente secularización del mundo occidental, el componente étnico de la identidad judía, y por tanto las insoslayables diferencias existentes entre los judíos y grupos “puramente” religiosos, pasaron a percibirse con mayor claridad. En efecto, en consecuencia de este macro proceso social, se genera un quebrantamiento de hasta la entonces existente fusión entre religión y etnicidad al interior del pueblo judío. Esto es así porque cobran cada vez mayor importancia los sectores de población judía que al tiempo de auto distinguirse como judíos, rechazan los principios de fe fundamentales de la religión judaica.

La modernidad da origen a un sector significativo de judíos que desarrolla una vida judía puramente o digamos que bastante “secular”, en la cual se respetan costumbres y celebraciones judías exentas de significación religiosa o, alternativamente, se reinterpretan rituales de origen religioso, otorgándosele a los mismos significados desvinculados de los principios de fe judía. Aun así, muchos “judíos seculares” aceptan y requieren la presencia de un rabino al contraer matrimonio, consideran a la pascua judía, el año nuevo judío y el día del perdón, como celebraciones clave, asistiendo a la sinagoga y rezando junto al resto de los “fieles” al menos una vez al año

Como última cuestión, dejaré este punto de reflexión: ¿Quién se acerca más al “concepto judío”? Aquel que por linaje matrilineal adquiere dicha condición y se manifiesta ateo o aquel Guer, que decide abrazar al judaísmo, con o sin conversión, cumpliendo con las leyes establecidas?