COMUNIDAD JUDÍA DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS

En cuanto a Tel Aviv, la expresión el “Estado de Tel Aviv” tiene connotaciones positivas y negativas. No hay duda del atractivo de la gran ciudad, las ilimitadas oportunidades y las opciones para aquellos que buscan la cultura, el entretenimiento y las actividades de ocio, no han dejado aumentar en los últimos años.

Pero me parece que ese atractivo de Tel Aviv tiene otra dimensión: la ciudad es una manifestación de una realidad alternativa tanto política como socioeconómica. Es una realidad que se caracteriza por la tolerancia, el “vive y deja vivir“, esa actitud que otorga plena libertad a los individuos para llevar sus vidas como lo deseen sin temor a ser un blanco de las críticas de los árbitros de la halajá.

Tel Aviv es una ciudad que da la bienvenida a esas masas que acuden a ella todos los viernes por la noche, a pesar de la presencia de los partidos religiosos en la coalición municipal (vale la pena señalar que no hay gran diferencia entre los haredíes y la representación religiosa en el concejo de la ciudad y la que existe en la Knesset, sin embargo, el sistema de elección en Tel Aviv permite una distribución muy diferente del poder). Un paseo por los bulevares y el paseo marítimo, así como un viaje a la playa le ofrece a uno de primera mano la evidencia de la composición multicultural y multiétnica de los residentes de la ciudad y de los que buscan diversión en ella.

Tel Aviv también es el hogar de la Escuela Bialik-Rogozin, que principalmente es una institución que atiende a los hijos de los trabajadores inmigrantes, aquellos que se ven constantemente amenazados por los planes de expulsión del ministro de Interior. La escuela les inculca una educación única, humanista, israelí y judía, que garantiza su integración en el tejido de la vida de la ciudad. Tel Aviv es una ciudad en la que los gays y lesbianas tienen un estatuto oficial y el apoyo de la municipalidad. No es una casualidad que Tel Aviv esté considerada como uno de los 10 mejores destinos turísticos de la comunidad LGBT (Lesbianas Gays Bisexuales Transexuales).

El resultado final es una ciudad multicultural que vive en relativa armonía con todas las partes que la componen. Shenkin Street – donde el seminario religioso pertenece a la dinastía hasídica de Belz y el shtiebel, que presta servicio al movimiento hasídico alemán, a los cercanos clubes nocturnos donde hace explosión el de hip-hop – es un símbolo de la convivencia en Tel Aviv. Un centro comunitario y la sinagoga Chabad Ba’alei mela’ha se asientan al lado del jardín tantas veces frecuentado de Shenkin. Mientras que los disturbios callejeros ardían en Jerusalén entre los haredim y la policía a cauda del estacionamiento de Karta, en Tel Aviv, los asistentes a las fiestas y los devotos seguidores de la Torah de Moisés se reunían en las aceras adyacentes.

Esto no quiere decir que la ciudad carezca de graves problemas socioeconómicos. La brecha entre el sur y el norte de Tel Aviv continúa perturbando a los que luchan por una igualdad real. Sin embargo, Tel Aviv es la antítesis completa del haredismo de extrema derecha y del nacionalismo religioso que está ganando terreno en la Knesset. Los campeones de esta ideología están, ante todo, preocupados por la coerción. Tratan de imponer una forma de vida religiosa al público secular. El Rabinato quiere aplicar por la fuerza su visión del mundo a las parejas que se casan. Los ultra-ortodoxos obligan a aquellos que deseen unirse al pueblo judío a realizar una conversión estrictamente haredí. La derecha trata de imponer el himno nacional, la bandera y la Cueva de los Patriarcas a nuestros estudiantes. El “régimen de los comisarios” trata de imponer sus principios al ciudadano que desea recibir algún tipo de ayuda. El gobierno quiere castigar a aquellos que tratan de expresar su oposición a los asentamientos a través del boicoteo de sus productos. También se quiere castigar a los judíos religiosos que no se afilían a la corriente ortodoxa del judaísmo.

Si estas cuestiones caen bajo la jurisdicción de la municipalidad de Tel Aviv el resultado sería completamente diferente. Daría lugar al reconocimiento de aquellos que son diferentes, con tolerancia a nivel de pensamiento y creencias, aceptando variedades alternativas del judaísmo, en suma, unos principios que son demandadas por la opinión pública de Tel Aviv . La voz de una mujer cantando no está prohibida en Tel Aviv, como lo está en la Knesset – y, pronto quizás, en el IDF.

No sólo es un día de reposo ese séptimo día que el pueblo judío le dio al mundo, es también un día para salir con la familia y para otras actividades.

En otras palabras, Tel Aviv es la realización de esa idea encarnada por el principio de la libertad individual. Ejercer esos principios a pesar de las limitaciones (…). El ultra-nacionalismo y el haredismo, los acuerdos de coalición, los votos en la Knesset defendiendo leyes que abogan por la coerción religiosa, todos ello está en contradicción con la forma de vida de Tel Aviv. Esto también explica el deseo de las masas de vivir en la ciudad, y no en las poblaciones satélites. Los jóvenes laicos que residen en Ramat Gan y Petaj Tikva se ven obligados a soportar unos pueblos fantasmas los sábados. Todos los clubes nocturnos y los puntos calientes están cerrados, y no tienen ningún medio de transporte público con el que pueden llegar a la ciudad en la que todo está abierto el sábado.

Los que fustigan a los manifestantes de Tel Aviv están ladrando al árbol equivocado. Es natural que los laicos, así como ciertos jóvenes observantes, prefieran Tel Aviv. El ambiente anti-liberal que se cierne sobre sus localidades es la razón de ello, y es aún más cierto cuando se trata de las áreas periféricas del país, que están en gran parte aisladas de Tel Aviv debido a un tráfico lento y pesado.

Me parece que la migración en masa a Tel Aviv – que incluye también a quienes votan por los partidos de la derecha – es indicativo de la añoranza del pueblo judío por una vía anti-haredi y anti-religiosa-nacionalista de vida. Habla de su deseo de pertenecer a una sociedad liberal, abierta y tolerante. Ese es el estado judío que imaginó Herzl en su “Altneuland”, un Estado judío que respete las tradiciones de su nación, pero que sea liberal y tolerante con los demás, incluidos los no judíos. De repente, me acordé de algo. El término Tel Aviv es en realidad la traducción al hebro de “Altneuland“.