TIERRA DE NADIE

En 1933 Carl G. Jung escribía: “Göring (lugarteniente de Hitler y comandante supremo de la Luftwaffe) es un hombre muy amable y muy razonable, lo cual representa el mejor de los presagios para nuestra colaboración”.

El célebre psicoanalista-disidente había sido nombrado ese mismo año, tras la dimisión de Ernst Kretschmer, director de la AÄGP (Allgemeine Ärtzliche Gesellschaft für Psychotherapie). En el ejercicio de tal cargo, escribió textos favorables a la Alemania nazi en los que defendía la diferencia entre las razas y las mentalidades, el carácter alemán de sus planteamientos y condenaba las democracias europeas.

En una entrevista realizada por Radio-Berlín afirmaba que “El jefe es el portavoz y la encarnación del espíritu nacional. Es la punta de lanza de todo el pueblo en movimiento. El bien de la masa exige siempre un jefe, sea cual fuere la forma del Estado”.

Armado con una psicología de la diferencia que apuntaba a una psicología de las naciones, no dudaba en clasificar a los judíos en la categoría de los pueblos desarraigados, condenados al peregrinaje y a invadir el universo mental, social y cultural de los no judíos. Jung puso su concepción del psiquismo al servicio del nazismo.

En abril de 1934 publicó un artículo pronazi, antifreudiano y antisemita, titulado “Zur gegenwärtigen Lage der Psychotherapie” en el que justificaba el nacionalsocialismo y afirmaba la superioridad del inconsciente ario sobre el inconsciente judío: “El judío…no ha producido jamás y jamás producirá sin duda una cultura original, pues sus instintos y sus dotes exigen para desarrollarse un pueblo anfitrión más o menos civilizado”.

Jung dimitió de su cargo en 1940. Sufrió una metamorfosis y su antisemitismo se convirtió en sionismo y en germanofobia. Pero esto ya es otra historia.