SALOMÓN LEWY

De manera constante y rutinaria, los medios hablan al mundo de Irán. En nuestro ámbito “occidental” algunos presentan a esa república islámica como una amenaza; otros como una potencia digna de ser tomada en cuenta seriamente y, otros, como un enigma, pero pocos – o ninguno – explican o definen qué o cómo es en realidad.

La República Islámica de Irán ( Yamhariya Islamiya Irán), la original Persia de los medianitas, fue fundada alrededor de los años 600 A.C., pero sus antecedentes  datan de más de tres mil años A.C., al lado de la historia mesopotámica, en el reino de Elam. Al paso de los siglos, el emperador Ciro unificó el imperio meda y el persa en uno solo, el ajmenidita.  Darío logró convertir a Persia en el imperio más grande y fuerte de su tiempo. Que iba desde el río Indu hasta Anatolia (hoy Turquía) y Egipto.

Curiosamente, un personaje – real o imaginario – llamado Zoroastra (Zaratustra) influyó fuertemente en la vida cultural, social y religiosa de los persas. Los ajmeneditas adoptaron los derechos humanos, profesaron la igualdad y erradicaron la esclavitud, bases del pensamiento zoroástrico. Estos conceptos, para mi sorpresa y la de muchos, fueron introducidos por los judíos (¡!) que habían sido “liberados “por el mencionado Ciro. La filosofía de la antigua Grecia y las enseñanzas judías llevaron a los ajmedinitas a un largo período de paz y prosperidad, durante la cual brillaron la  literatura, filosofía, medicina, astronomía, matemáticas y el arte en diversas expresiones y que fueron adoptadas por los musulmanes luego de su llegada a la mitad del siglo VII.

La revolución constitucional de 1906 hizo de Irán una monarquía, la cual culminó en el establecimiento de la república islámica en 1979. En ella, la autoridad máxima reside en el líder supremo (Ali Jamenei), seguido por el presidente (Mahmud Ahmadineyad), el primer vicepresidente (Mohamad-Reza Rahimi, el jefe del parlamento (Ali Larijani) y el precedente de la corte suprema de justicia (Sadeq Larijani); la shiita se adopta como religión oficial y el persa como idioma.

Irán hoy es un país de 1.650,000 km.2, con un estimado de 75 millones de habitantes y un ingreso per cápita anual de US $4,700.- Sus principales ciudades son: la capital, Teherán, Mashhad, Isfahan y Tabriz, y la tendencia del 80% es emigrar a los grandes centros de población.

Tiene el 10 por ciento de las reservas mundiales comprobadas de petróleo y el quince por ciento de gas, lo que la hace el segundo mayor exportador y el cuarto mayor productor.

El cuadro completo nos da la idea de una nación fuerte, de gobierno férreo e inamovible, basada en el unidad etno-religiosa, y, por supuesto, las leyes shiitas de vestimenta femenina (hijabs, etc) y familiares.

Ahora bien: una nación así, con ese régimen y un poderío  derivado de su riqueza, puede hacer tratos con cualquier estado- Norcorea, Venezuela, China,etc.-; trabarse en cualquier lucha – como la guerra con Irak durante diez años – ; declarar lo que sea : que EUA es el gran satán e Israel el pequeño satán (y que a éste lo van a borrar de la faz de la Tierra); y así, ad infinitum, sin que nadie reclame, así fuese la Asamblea General de las NN.UU., desde cuyo podio vertió Ahmadineyad amenazas abiertas.

Las grandes potencias (¿?) han venido dándose cuenta de lo que Israel ha advertido desde tiempo atrás: Irán está en el camino de convertirse en una potencia nuclear. La tecnología de la información (IT) israelí, sumada a sus servicios de inteligencia, proporciona datos de manera constante.

Esas potencias inician ciertas medidas para tratar de convencer “por las buenas” a Irán de no proseguir con el desarrollo de armas nucleares. Irán contesta que es energía nuclear para generar energía eléctrica. La Agencia Internacional de Energía Atómica, de la inefable O.N.U., logra inspeccionar las instalaciones iraníes. Su reporte definitivo dice (y traduzco literalmente) “tener serias preocupaciones respecto a la dimensión militar del programa nuclear iraní, el cual refleja actividades relevantes para el desarrollo de armas atómicas”.

A todo lo anterior, sólo EUA, el Reino Unido e Israel reaccionan. China, Rusia y otros convenientemente implicados reaccionan a favor de Irán. Los demás, comparsas del concierto mundial, callan.

Comentarios y declaraciones inanes van y vienen, desde Bashir el Assad de Siria hasta Chávez de Venezuela y Erdogan de Turquía.

Quienes gustan de leer ambos lados del espectro – como el que escribe esto – encuentran opiniones sorprendentes, tanto por lo que dicen como por sus autores, especialmente siendo éstos exponentes de los norteamericanos  “políticamente correctos”. Roger Cohen, del NY Times – judío él, para más señas – escribe que

en lugar de crear un “coco” atómico, se debiera tratar con los iraníes en forma diplomática. Me recuerda al malhadado Chamberlain , ya saben por qué. Item más: en alguna parte leí lo que Walter Lippman dijo en 1933 con respecto a la Bestia: “El mundo debe aceptar la buena voluntad de Alemania y actuar en consecuencia”. El resultado lo conocemos todos, trágicamente.

Seymour Hersh, otro columnista judío, declara que no hay evidencia de que Irán esté consiguiendo armamento atómico. Ha’aretz, el diario de los políticamente correctos israelíes, no pierde oportunidad de atacar su gobierno. Cualquier declaración de su primer ministro es saludada con ataques personales, sin importar la trascendencia de la misma.

¿Todos estos aquí mencionados creen que lo que el mundo sabe ya, aunado al reporte de la IAEA, es sólo un malentendido?

¿No será que muchos están jugando al avestruz? ¿Será que algunos de nosotros somos alarmistas y que nadie necesita advertencias? ¿Sería posible que la actitud de EUA, Reino Unido e Israel buscara sólo beneficio económico o político?

Esto nos regresa al encabezado del artículo, Irán: ¿un peligro?

Por supuesto que lo es, como Corea del Norte, Paquistán, India, Rusia y China. Todos ellos poseen armamento nuclear y han amenazado con utilizarlo; su estabilidad política no ha sido ejemplar, por más que nos empeñemos en ver como dictaduras a algunos de ellos.

Otros, como Francia, el Reino Unido, Estados Unidos o Israel, otorgan a su armamento nuclear un carácter de disuasivo, como advertencia.

Existe otro ángulo: el deseo de Irán de influir política y económicamente en esa convulsa región que es el Medio Oriente. Estoy cierto que cuando el ejército de EUA se retire de Irak, el gobierno iraní procurará hacerse del poder, por fáctico que sea, en ese país.

¿Ya olvidamos que Hizbollah en Siria y Hamas en Gaza son patrocinados por el gobierno de Irán?

Los países de la región, especialmente los grandes productores de petróleo, están asimismo inquietos y preocupados con Irán y su gran designio.

¿Qué puede, qué debe hacer Israel? ¿Esperar que le caiga un proyectil armado con energía nuclear en su exiguo territorio? ¿Acudir a los poquísimos simpatizantes que en el mundo tiene? ¿Ir a la O.N.U. y pegar el grito en el cielo?

¿Aprovechar sus ventajas estratégicas y atacar a Irán de una buena vez?

¿Provocar reuniones” secretas” con los funcionarios iraníes en busca de paz?

Opiniones hay muchas. ¿Cuál es la tuya, querido lector (a)?