LEO ZUCKERMANN/ EXCELSIOR

No podemos ni debemos ser hipócritas. No es justo ni correcto ni consistente que, cuando algún connacional destaca en algo positivo, se le considere como un mexicano que produce orgullo nacional; pero, cuando alguien que tiene la ciudadanía mexicana comete un crimen o barbaridad, se le remueva la mexicanidad y se le ponga otra etiqueta. Hay muchos ejemplos.

El fotógrafo Emanuel Lubezki Morgerstern, mejor conocido como El Chivo, ha sido nominado cuatro veces al Oscar. Este año seguramente será candidateado de nuevo con buenas probabilidades de ganarlo. Cada vez que la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas lo han nominado, en México se presume que un “cinematógrafo mexicano” destaca en el cine mundial. Muy bien. Sin embargo, cuando aparece el video de Miguel Sacal Smeke golpeando, insultando y humillando al portero del edificio en el que habita, el individuo se convierte, como por arte de magia, en “empresario judío”. ¿Por qué a Lubezki, quien también es judío, lo consideramos como mexicano pero a Sacal, quien también es mexicano, le desaparecen su nacionalidad? ¿Acaso eso nos deja más tranquilos?

Y no es un asunto que nada más ocurra con los judíos. A Carlos Slim, quien es el hombre más rico del mundo, honrosamente se le presume como “empresario mexicano”. Sin embargo, cuando aparecieron las grabaciones de Kamel Nacif agradeciéndole al entonces gobernador de Puebla, Mario Marín, su intervención para violar los derechos de la periodista Lydia Cacho, con lenguaje prepotente y grosero, el individuo en cuestión se convirtió en “empresario libanés”. ¿Por qué Slim, quien es descendiente de inmigrantes libaneses, sí es mexicano pero Nacif, quien tiene pasaporte mexicano, se le considera libanés?

Carlos Ahumada nació en Argentina. De muy chico llegó a México. Aquí creció y vivió muchísimos años como ciudadano mexicano. Cuando se destaparon los casos de corrupción de éste con diversos políticos, en los medios de comunicación inmediatamente se convirtió en el “empresario argentino”. En cambio, el futbolista Giovanni Dos Santos nació en México porque su padre, de origen brasileño, jugaba entonces en nuestro país. Giovanni cuenta con la nacionalidad mexicana pero ha vivido muy pocos años en el país. Actualmente juega en Inglaterra. No obstante es seleccionado nacional y ha metido unos golazos. Y los medios siempre alaban a este “jugadorazo mexicano”. ¿Por qué a Ahumada sí le sacan su descendencia sudamericana pero no a Dos Santos?

Zhenli Ye Gon nació en China pero vino a vivir a México. Adquirió la nacionalidad mexicana. Cuando descubrieron que tenía presuntos vínculos con el narcotráfico y le encontraron más de 200 millones de dólares en efectivo en su casa, el individuo se convirtió en “el chino”. El Presidente incluso así se refirió a él, a pesar de que contaba con pasaporte mexicano. Muy diferente a como Calderón ha tratado a José Hernández Moreno. Nacido en Estados Unidos, hijo de inmigrantes michoacanos indocumentados, Hernández estudió ingeniería y llegó a la NASA, donde participó en una misión espacial. No obstante de haber nacido en California, orgullosamente se le considera como “el astronauta mexicano”.

¿Por qué existen estas diferencias? O todos coludos o todos rabones. O consideramos a todos como mexicanos, en las buenas y en las malas, o a todos los diferenciamos por su religión o descendencia familiar.

Yo creo que lo justo es calificar a todos como mexicanos, nos guste o no. Porque todas las naciones tienen gente buena y mala. Lo que no se vale es sacar a los malos de la lista nacional para sólo incluir a los buenos.

Un último comentario sobre la actitud de Miguel Sacal en el video publicado. ¿A qué se debe su incontenible e irracional ira? No creo que tenga que ver con su condición de empresario, mexicano o judío. Se debe a esa parte animal de nuestro pasado primate. Lo de Sacal nos recuerda que venimos de los chimpancés, cuyos machos alfa demuestran su supuesta superioridad peleando y orinando para demarcar su territorio. La diferencia es que el homo sapiens evolucionó de sus ancestros primates y desarrolló un cerebro que permite el razonamiento abstracto, el lenguaje, la introspección, la imaginación y la resolución de problemas complejos. Gracias a ello, el humano se ha civilizado y superado su animalidad. Pero todavía por ahí aparecen individuos, como Miguel Sacal, que al parecer no desarrollaron del todo su cerebro y siguen comportándose más como chimpancés. En este sentido su actitud es la simple estupidez de un animal.