Este artículo se publicó en enero 2011

( Carlos y José son nombres ficticios que pusimos a dos de nuestros entrevistados para proteger su privacidad)

Cuando Carlos cumplió 13 años, al día siguiente de su Bar Mitzvá, su padre le declaró que le tenía un regalo muy especial. Lo llevó a una casa de citas y lo entregó a los cuidados de una mujer quien hizo de él “un hombre”. Lo que Carlos no sabía era que, además de adentrarlo al mundo del sexo, la mujer lo había contagiado de uno de los virus más letales, el VIH (Virus de Imunodeficiencia Humana). Hoy, a sus 21 años, Carlos ya sabe que en cualquier momento este virus puede mutar a SIDA (Síndrome de Imunodeficiencia Adquirida) y limita en gran medida sus oportunidades de lograr una vida familiar normal.

Según datos de fuentes fidedignas, por lo menos 40 judeo mexicanos han fallecido víctimas del VIH SIDA, en su mayoría homosexuales (según estadísticas el 10% está infectado con el virus), pero también, como Carlos, mártires de la mala suerte y de decisiones erróneas: por ejemplo, mujeres cuyos esposos son homosexuales u bisexuales y las han infectado al tener relaciones sin protección.

El SIDA no es semejante a otras plagas de la humanidad. Lleva en su aura la vergüenza y la soledad. El Dr Arnoldo Kraus, médico y escritor, explica el porqué en “Una lectura de la vida” (Cal y Arena, 2002): “Ni la plaga, ni la tuberculosis, a pesar de su naturaleza infecciosa y sus complicaciones sociales, han horadado tan profundamente la conciencia como el SIDA. La (pseudo) lógica de tal suceso reta la razón; en la mayoría de esos males, el individuo carece de culpa. En cambio, en torno al SIDA, acorde con ideas obsoletas, el delito es cimental: los modos de vida son tierra fértil para el virus. El pecado en el universo del SIDA revive a Proteo; se denomina pobreza, incultura, homosexualidad. El poder embozado en los dedos satanizadotes de la religión y del Estado parece autoeximirse: la culpa es de los enfermos, de sus hábitos”.

José, al enterarse en 1985 que padecía la letal enfermedad, pensó en suicidarse. Más adelante, se sobrepuso e intentó vivir, como lo expresa él, “one day at a time”. Hoy, como todos los enfermos crónicos, el SIDA es parte de su vida: “ Casi toda mi vida adulta, la he vivido con el virus”.

Según la mayoría de los entrevistados, la muerte del paciente de SIDA inicia desde su aislamiento. En general, es un aislamiento auto impuesto: a la pregunta “¿Han buscado apoyo de la Comunidad?” todos los entrevistados respondieron que no se atrevieron a confesar su mal, por miedo al rechazo de sus correligionarios. Uno de ellos pidió una reducción en su cuota de adhesión, la cual no le fue concedida. “Atrofiar la comunicación es el primer paso del suicidio” dice Guillermo, cuyo hermano falleció víctima del letal virus

José, a su vez, dio a conocer muy paulatinamente la información, pero recibió de sus padres y hermanos y algunos tios un apoyo incondicional : “De hecho atribuyo a eso estar tan bien después de todos estos años” Relata: “Poco a poco, fui compartiendo lo sucedido con amigos y la realidad es que no cambió nada en mis relaciones, fue una aceptación total. A lo largo de los años, dos personas solamente me rechazaron: cuando las cosas se tornaron más en serio, al platicar del tema, terminaron esos dos intentos de noviazgo; aún así, he tenido parejas que me aceptaron tal cual”. Y aconseja: “Si están ya infectados, no teman a la reacción de padres y hermanos ya que lo mas seguro es que encontraran apoyo: es super importante el estado de animo y no caer en la depresión; creo que te mata antes la depresión que el VIH”.

Guillermo comentó el dolor, la rabia y la impotencia de la familia , al enterarse de la noticia, pues ya se sabía del virus para esta época (1994) y de que había que cuidarse. Su hermano falleció al año y medio de enterarse de su enfermedad, muy deteriorado, afectando en forma total a la familia: “El fallecimiento de mi hermano a causa del SIDA ha sido el suceso que ha cambiado, de manera total y contundente, mi vida. El nacimiento de mis hijos y convivir con mi pareja por casi 20 años han sido sin duda una experiencia de aprendizaje y de madurez, pero no se equipara a haber vivido al lado de mi hermano el proceso de su enfermedad”. La vergüenza de la familia hizo que solamente pocos amigos se enteraran de lo sucedido, los cuales llegaron a visitarlo en forma cotidiana. La Comunidad no supo lo que sucedía pero, tras el fallecimiento, “nos dio un apoyo total para que despidiéramos a mi hermano con todos los preceptos judaicos”. La familia no pidió apoyo al gobierno, pero una organización destaca por su generosidad: “ En ‘SER HUMANO A.C.’, lo recibieron y trataron en su fase terminal… Fue un oasis y sin duda una bendición para mi hermano y para nosotros”.

En un inicio, el flagelo del SIDA parecía ser un castigo divino hacia los homosexuales ya que, en algunas partes del país, se decía que “lo que Dios no pudo hacer, lo hizo el SIDA”. Luis Perelman, sexólogo y coordinador de Shalom Amigos, grupo mexicano de apoyo a gays, lesbianas, bisexuales y transgéneros explica que los adelantos de la ciencia han cambiado la sentencia de fatalidad que acompaña esta enfermedad. Existieron dos etapas del SIDA: antes y después del descubrimiento de los antiretrovirales. “Este joven falleció rápido porque aún no existían estos medicamentos, pero hoy, un portador de VIH puede tener una esperanza de vida de 30 años y de mejor calidad, si se detecta temprano la infección, si cata las recomendaciones de su médico y toma sus medicamentos”.

Interrogado acerca del tema, el Dr Victor Achar, médico general, explica que los antiretrovirales son medicamentos encargados de frenar la replicación viral mediante un proceso de inhibición de una enzima ( dicha enzima conecta la información del virus con la información de la célula del ser humano y la convierte en su esclava, tomando prestado el mecanismo de reproducción celular para multiplicarse). Los antiretrovirales frenan este proceso dando como resultado un alentamiento en la progresión de algunas enfermedades virales sistémicas y oportunistas.

Luis explica que las medicinas de hoy, a pesar de su costo exorbitante (pueden alcanzar los 9000 pesos mensuales) son disponibles en instalaciones del Seguro Social y del sistema de salud nacional. De hecho, es gracias a este apoyo que José ha podido salir adelante.

Al preguntar a Guillermo si la Comunidad está preparada por una pandemia como el SIDA, éste responde: “ Nadie está preparado para casos tan extremos. Nuestra colectividad se ha sensibilizado cada vez un poco más para tratar temas delicados y la apertura se ha dado poco a poco. Todavía falta mucho camino por recorrer, pero ya se han abierto los canales”.

Para evitar casos como el de Carlos y el del hermano de Guillermo, hacen falta en México y en la Comunidad más campañas de prevención. En palabras del Dr Kraus: “Algunos sectores de la sociedad (mexicana) han condenado la educación sexual en las escuelas, pues consideran que atenta contra sus costumbres. Lo mismo opinan en relación a la promoción para usar el condón, pues aducen que no encaja en su contexto cultural. Dicha interpretación, leída desde la pandemia del SIDA, además de equívoca , es intolerante…”

“…Para contrarrestar los embates del mal, moral y política barata deben desaparecer”.

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