EL PAÍS

1 de abril 2012- El régimen de Bachar el Asad ha proclamado su victoria horas antes de que arranque, este domingo en Estambul, la segunda gran conferencia de los Amigos de Siria, integrada por unos 70 países empeñados en presionar al dictador sirio para que abandone el poder. Damasco ha anunciado que no retirará el Ejército hasta que no se den las garantías de seguridad. Y ayer bombardeó de nuevo las ciudades de Homs y Deraa.

¿Cuántos más muertos serán necesarios para que la oposición en el exilio al régimen de El Asad cierre filas? La pregunta se la hacen a diario todos aquellos que, desde Estados Unidos hasta los países del golfo Pérsico, pasando por la Unión Europea, la respaldan.

La oposición siria debe dejar de “desgarrarse” y sus miembros de “enfrentarse unos con otros”, constataba, con una inusual franqueza, el ministro francés de Exteriores, Alain Juppé, en una reciente entrevista con el diario Le Monde. “Hacemos todo para intentar reunirles alrededor del Consejo Nacional Sirio (CNS) y convencerles de que sean más abiertos, de que acojan a alauíes, cristianos”. “No lo acaban de lograr”.

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Horas antes de que se diesen cita en Estambul los Amigos de Siria, decididos a promover una transición, la oposición aparecía más dividida que nunca. Esta segmentación de los adversarios de El Asad desespera a los comités locales que dirigen la lucha sobre el terreno, retrasa el desgaste del régimen y, en definitiva, dificulta la búsqueda de una salida.

Por eso Jihad Makdessi, portavoz de la diplomacia siria, acudió el viernes por la noche a la televisión para enviar un mensaje a los asistentes a la reunión de Estambul: “La batalla para derrocar al Estado en Siria está terminada de una vez por todas y empieza otra batalla, la de la consolidación, la estabilidad y la construcción de una nueva Siria”.

Makdessi anunció que el Ejército saldrá de los barrios residenciales cuando estén “restablecidas la seguridad y la paz civil”. Ayer el régimen bombardeó los bastiones rebeldes de Homs y Deraa. Incumple así las condiciones fijadas por el emisario de la ONU, Kofi Annan, quién estipuló que primero le correspondía al Ejército retirarse de las ciudades y poner fin a la violencia.

Un año después del inicio de la rebelión y con más de 9.000 muertos, la mayoría civiles, según la ONU, la fragmentación de la oposición siria es llamativa comparada, por ejemplo, con la unidad que lograron, en poco tiempo, los militares y civiles que se sublevaron en Libia contra Muamar el Gadafi. Libia es un país más homogéneo y tenía pocos exiliados. Acaso esa variedad de tendencias políticas sea debida a la complejidad de Siria, un mosaico de religiones y etnias en la que, sin embargo, la minoría alauí, a la que pertenece El Asad, controla las unidades de élite del Ejército y el aparato de seguridad.

Fundado en octubre y dirigido por académicos laicos sirios afincados en París desde hace décadas, el CNS agrupa a la mayoría de la oposición. Desde la anterior reunión de los Amigos de Siria, celebrada en Túnez en febrero, es el interlocutor privilegiado de la comunidad internacional. Algunas potencias, como Libia, le consideran incluso como representante legítimo del pueblo sirio.

Burhan Ghalioun, presidente del CNS, anunciará hoy a los Amigos de Siria que va a reformar su funcionamiento, que se dispone a recaudar fondos para armar a la oposición y, por último, que propondrá a sus miembros que se comprometan a construir un Estado democrático y a promover la reconciliación. Precisamente ayer el ministro de Exteriores saudí, Saud al Faisal, dijo, en presencia de la secretaria de Estado de EE UU, Hillary Clinton, que armar a la oposición es “una obligación”.

A lo largo del último mes, el CNS ha sufrido una constante hemorragia. Algunos de sus miembros más prestigiosos lo han abandonado individualmente, como Catherine al Telli y Kamal al Labouani. Este antiguo preso político justificó su dimisión porque detrás de “liberales estúpidos” se esconden “fanáticos” financiados por los países del Golfo. Aludía a los Hermanos Musulmanes.

Más grave aún fue la renuncia del célebre octogenario Haitham al Maleh, magistrado y abogado que ha pasado años en prisión en Damasco hasta que se exilió el verano pasado. Criticó la gestión “autocrática” de Ghalioun, el catedrático de sociología que encabeza el CNS. Probablemente considere que él reúne más carisma para presidirlo. Al margen de los opositores acreditados, cinco pequeños grupos de diversas ideologías se escindieron la semana pasada del CNS para crear su propia coalición. Reagrupados en el seno del Ejército Sirio Libre, los militares desertores actúan por su cuenta sin coordinarse con la dirección del CNS.

“Mientras los sirios sufren una represión sangrienta, algunas figuras egoístas de la oposición intentan impulsar sus perfiles políticos”, denuncia el politólogo exiliado Salam Kawakibi, afín al CNS. “Es lamentable”.

Bassma Kodmani, la portavoz del CNS, sostiene que la comunidad internacional contribuye a acentuar las divergencias. “Nos pide constantemente”, se queja, “que nos ampliemos, que integremos a más gente para ser más representativos de las minorías étnicas y religiosas, pero después se extraña de que, según ellos, no tengamos un discurso coherente” sobre el futuro de Siria.

Para incitarles a cerrar filas en la reunión de hoy, el Gobierno turco y Catar convocaron, a principios de semana, al CNS y a otras corrientes opositoras en un hotel de Estambul. Lograron que un pequeño grupo se incorporase al Consejo, pero los representantes del principal movimiento kurdo sirio dieron, en cambio, un portazo porque no lograron suficientes garantías de que su especificidad será reconocida en la futura Siria.