Pesaj Shení y tu Shabat Emor 5772

RABINO MARCELO RITTNER PARA ENLACE JUDÍO

Tal vez te pueda resultar una sorpresa saber que el domingo pasado probablemente olvidaste celebrar una festividad judía. No se trata de una fecha agregada hace algunos años o tal vez siglos. Para encontrarla debemos remontarnos apenas hasta Moshé ya que según la Torá el día 14 de Iyar, debemos observar “Pesaj sheni”, un segundo Pesaj, que a pesar de no estar entre los “top 10” de las fiestas judías, tiene un profundo mensaje y una bella enseñanza.

Verán, hace poco más de un mes, nos reunimos alrededor de nuestras mesas de “seder”. Sin embargo, entre la gente de nuestro pueblo hubo quienes por razones de fuerza mayor no pudieron ofrecer el “korbán” en el día establecido. Y se sintieron mal por no poder hacerlo. En respuesta Moisés legisló una ley que quien no pudo celebrar, sea por impureza, por algún problema de visa u otra razón, tendría una segunda oportunidad, exactamente un mes después.

¿No es un concepto sensacional? Ahora llévenlo al plano personal. Todos sabemos cómo nos resulta difícil dar una segunda oportunidad y cómo nos molesta cuando nosotros no la recibimos.

Simon Wiesenthal, contaba un relato en los días posteriores a la guerra, cuando un vecino le preguntó: “¿Me puede prestar diez dólares hasta el lunes? Tengo una mercancía que me llega mañana y la venderé y el lunes, te devolveré el dinero. Te lo juro”. Wiesenthal se lo prestó. Como se imaginan el lunes el hombre le dijo: No sé que pasó. El paquete no llegó. Pero no te preocupes, un día de estos llega. Esto se prolongó durante semanas y cada vez el hombre se acercaba con una excusa u otra. Hasta que finalmente casi tres meses después el hombre llegó y le dijo, “Ya llegó, aquí están tus diez dólares.” Y Wiesenthal le respondió:” No, guárdalos. Por diez dólares, no vale la pena cambiar mi opinión sobre ti”.

Es una gran historia pero en el fondo Wiesenthal estaba equivocado. Porque, creo yo, le debe a su prójimo la oportunidad de corregir su decepción. Debemos a otros y nos debemos a nosotros mismos una segunda oportunidad.

Claro que es más fácil decirlo que hacerlo.

Pero hay dos cosas que quiero que piensen. En primer lugar, lamento informarles que todos los seres humanos somos imperfectos. Y en segundo lugar piensen que los seres humanos deben existir en relación con otros seres humanos. Necesitamos el contacto permanente con los demás. Por lo tanto, si todos somos imperfectos y todos existimos en relación con los demás, resulta simplemente imposible ir muy lejos sin encontrar fallas de otras personas. Y esto es justamente la razón por la que segundas oportunidades son tan importantes.

En algún lugar entre un no hacer nada, “lo pasado, pasado” y un acto lleno de perdón y la reconciliación existe un término medio muy importante y valiente: la capacidad de ver y reconocer el daño. No se trata de amnesia, no se trata de disculpar, tolerar, mitigar o contextualizar, más bien, es una forma de amnistía.

Yo creo que hay una sanación que llega con la decisión consciente de no vivir una vida de resentimientos o justificaciones. Examinamos el pasado, aceptamos que lo que fue, fue, y nos encaminamos con precaución hacia el futuro.

Hubo una vez una familia real que durante generaciones poseía un gran brillante, grande y puro, que era el orgullo de todos porque no había otro igual en el mundo. Un día el rey le encontró un defecto. Llamó a los mejores artesanos y les ofreció una gran recompensa. Nadie logró quitar la imperfección.

Después de un tiempo, apareció un lapidario talentoso y le aseguró al rey que dejaría al brillante más bello todavía. El rey le confió la preciosa piedra, y el hombre cumplió con su palabra. Con maestría grabó un botón de rosa alrededor de la falla, utilizando la misma como tallo y le retornó una joya aun más bella que la que había recibido. Podemos imitar al joyero. Cuando la vida nos lastima, personas nos hieren o decepcionan, nos lastiman, podemos usar las imperfecciones para transformarlo en algo hermoso.

No existe una relación sin defectos. Todos vivimos con decepción, desilusión, dolor y pérdida. Y todos aspiramos a ser mejores personas, a reinventarnos a nosotros mismos, a reinventar nuestras relaciones. El mensaje de la Torá es que podemos hacerlo mejor, si damos lugar a una segunda oportunidad.

La vida es demasiado corta para desperdiciarla de otra forma.

Shabat Shalom.

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