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EB

En el mes de Septiembre de 2010, mi padre se cayó y esto le provocó una fractura de la cadera.

Lo transportamos al hospital y lo operaron. Cuando salió del hospital, debido al tipo de cirugía y su edad (88 años), los miembros de la familia decidimos contratar los servicios de un cuidador-enfermero. Como somos 4 hermanas, nos turnamos para nunca dejar solos a mis padres. De proto, mi papá comenzó a ponerse mal:se quedaba dormido, no comía, estaba con nauseas, tenía bajas de temperatura y de presión; lo hospitalizamos de nuevo. Comenzó a mejorar y lo dieron de alta.

Al poco tiempo, mis padres comenzaron con los mismos síntomas. Los doctores consultados dijeron fue que mi papá ya no quería luchar y mi mamá le seguía el paso. Llamamos a una tanatóloga, quien nos comentó que dejarían juntos la existencia, pues era muy fuerte el lazo entre ellos.

Así pasaron cerca de 3 meses: día y noche, las hijas estábamos al pendiente de sus necesidades; algunas veces, hasta dormíamos todas en su casa.

Este último diciembre, nos dimos cuenta que faltaban algunas cosas por la casa y que habían robado y falsificado cheques de la cuenta de mi papá. Lo platicamos y fuimos escuchados por la enfermera, quien probablemente le avisó a su compañero.

El cuidador no regresó al trabajo y comenzaron a mejorar mis padres. Uniendo cabos, entendimos que el cuidador los había estado drogando.

Mi padre siempre fue una persona completamente independiente antes del accidente. Debido a que estaba drogado, no pudo hacer la fisioterapia; sus músculos se fueron atrofiando y ahora está postrado en una silla de ruedas.

Si escribo esto, es para que quienes lean, en caso de que se vean en necesidad de tomar los servicios de enfermeros, auxiliares o cuidadores, tomen las debidas precauciones.