YONA BIALOSTOCKY para ENLACE JUDIO

El año pasado me divorcié y me vi en la necesidad de trabajar, cosa que no me molesta pues nunca le he tenido miedo al trabajo.

Comencé trabajando en una fábrica de dulces; al ir a ofrecer el producto a una dulcería, que se encuentra en un centro comercial de la parte alta de Tecamachalco, el dueño – quien también es el dueño de varios locales en este centro, como el Falafel, el Shwarma, etc.- me ofreció venderme la dulcería y que la fuera yo pagando con utilidades.

Mis conocidos me advirtieron que me cuidara de él, pues es muy deshonesto; me recomendaron poner todo por escrito y firmar contratos debidamente redactados. Siendo éste mi primer negocio y debido a mi ingenuidad, acepté sus términos de palabra y comencé a trabajar en la dulcería.

Mi horario era de 9 A.M a 10 P.M todos los días, inclusos domingos. Descuidé mucho a mis hijos, pensando que estoy forjando un futuro para mí y para ellos. De hecho, en mi entusiasmo, puse una manta que decía Yony´s Market- porque sentía mío este negocio.

El dueño se fue al extranjero durante cuatro meses ; al llegar, se dio cuenta de que había yo aumentado las utilidades en un 35% y cambió de parecer: me dijo que en lugar de vendérme la tienda, quedábamos de socios a partes iguales; y me dijo que quitara la manta que había puesto.

No estuve de acuerdo en que cambiara las condiciones d ela sociedad, pero era lo único que tenía en ese momento . Un poco después, me declaró que la sociedad quedaba de la siguiente forma: 75% del negocio para él y 25% para mí. Obviamente, no estaba de acuerdo pero seguí trabajando para darles de comer a mis hijos, mientras buscaba otro trabajo

Durante todo este tiempo le pedí formalizar la sociedad; siempre evadía el tema.

El 31 de marzo fue un sábado: me llamó Ana mi empleada y me dijo que estaba muy contenta trabajando conmigo pero la noche anterior en que paso a la oficina del dueño a cobrar su sueldo, el hombre se quiso propasar con ella; por esta razón, ella entregaba su renuncia. Llamé al dueño y me comentó que desconocía las razones por las cuales Ana había renunciado.

El día siguiente, domingo, a las 9:30 am, me llamó a mi casa y me anunció que ya no requiería de mis servicios. Le pedí me pagara lo que me correspondía de las utilidades, así como mi liquidación- a lo cual respondió que no me debía nada.

Más adelante, me llamaron proveedores a quienes la tienda debia dinero, avisándome que se rehusa a pagarles. Alegó que yo fui quien hizo el pedido. Hoy, pretende que me corrió porque le robé: me esta difamando.

Recurrí al Comité de Honor y Justicia y no pudieron hacer nada porque nunca firmé contrato.