JOSÉ KAMINER TAUBER PARA ENLACE JUDÍO

Los hebreos

Los hebreos tienen su origen en un antiguo pueblo semita del Cercano Oriente y ellos son considerados los ancestros de los israelitas y los judíos.

Según la Biblia y las tradiciones hebraicas, los hebreos fueron originarios de Mesopotamia. Eran nómadas, vivían en tiendas, llevando manadas de cabras y ovejas, utilizando asnos, mulas y camellos. Abraham y los suyos se asentaron en Canaán se convirtieron en agricultores sedentarios que cultivaron la vid, al igual que el higo, el trigo y los olivos. En la actualidad, “hebreo” se utiliza ocasionalmente para designar el etnónimo de judío o israelita.

La vid

Se denomina uva o vid al fruto de una especie de planta de igual orden de la familia de las ramnáceas, formada por ciertas variedades de enredaderas y vides, el nombre científico de la vid común o uva europea es Vitis vinífera.

El viñedo y el vino proceden del Oriente Próximo. Siendo un cultivo de terrenos secos y áridos o hasta pobres, la viña se ha identificado siempre como ‘el árbol de la vida’, como un símbolo de prosperidad y riqueza de las personas y de los pueblos. La viña y el vino han dejado tras de sí numerosos testimonios arqueológicos y tradiciones que han perdurado a la Historia, como puede comprobarse todavía hoy en las laderas del Monte Carmelo. Los viñedos de Hebrón fueron conocidos por sus grandes racimos. Moisés quedó asombrado por aquella tierra de Canaán que producía leche y miel y grandes racimos de uva que era necesario transportar entre dos personas.

El ser humano se relacionó íntimamente con las uvas desde épocas prehistóricas y aunque se considera que la vid es originaria de la zona del Mar Caspio, su cultivo se extendió a Europa y el antiguo Egipto. Queda absolutamente constatado que los fenicios fueron el pueblo de mercaderes más exitosos del antiguo mundo, encargados de comercializar entre medio oriente y occidente. Rodearon, por primera vez, África en barco y popularizaron el cultivo de la vid y el vino en Europa y todo el Mediterráneo.

En el antiguo Egipto se pueden apreciar instrucciones acerca del cultivo y usos de la uva en jeroglíficos esculpidos en las criptas funerarias de los más destacados faraones. También la Biblia, en el antiguo testamento, se hace referencia al cultivo de la uva para ser procesada con el fin de producir el vino, lo cual demuestra que los antiguos pobladores judíos que habitaban Palestina manipulaban a la perfección todo lo referido a la vinicultura.
Cuando las doce tribus israelitas se volvieron sedentarias, la vid, al igual que el higo, el trigo y los olivos, constituyó uno de los primeros cultivos del hombre.

El vino y los viñedos aparecen profusamente a lo largo de la Biblia en lugares históricos, en referencia de varios personajes y en toda suerte de metáforas como la embriaguez de Noé y de Lot, la viña de Nabot, en el Cantar de los Cantares.

Tanto el jugo de uva como el vino tomaron gran protagonismo en los relatos bíblicos, a tal punto llegó su importancia que todo Israel fue llamado la viña del Señor.

El vino que se bebía en la antigüedad era tinto, no se parecía en sabor al que actualmente bebemos, de hecho, la mayoría de las civilizaciones bebían el vino mezclado con leche y miel para “mejorar el sabor”. Los judíos, por respeto a D–s, eran los únicos que bebían el vino (Yaim en hebreo) al natural, como lo hacemos en la actualidad.

El vino tiene muchos antecedentes registrados en la historia del pueblo judío. No en vano, el vino y los judíos tienen unos orígenes geográficos muy próximos que les han permitido permanecer en contacto a lo largo de milenios.

Beneficios del vino y la vid

Entre las cosas buenas que D–s le ha proporcionado a la humanidad se considera a la planta de vid como la planta de más nobleza de la tierra. El vino y la vid se utilizaban frecuentemente con fines medicinales.

Las pasas de uva se consideran los frutos secos de mayor importancia desde el punto de vista terapéutico.
Antiguamente al igual que hoy utilizaban las pasas para dar mayor gusto a los panes y el vinagre de vino lo utilizaban como remedio, solo o mezclado con aceite o agua para calmar el dolor de muela o en compresas para las hemorragias y, o lumbago reumático y lo empleaban para adormecer a la persona que sufría dolores.

En la cocina se preparaban diferentes platillos donde el vino era ingrediente importante como algunas muestras mencionadas a continuación: Pichones macerados (ablandados) en vino y asados al espeto, Buñuelos de manzana con arrope de moscatel, pescados rellenos salteados con salsa de miel y vino o el cabrito que se asaba con cepas de vid.

Los rituales

El vino es un elemento ritual y simbólico muy antiguo de la práctica religiosa judía. De las vendimias se establecía un diezmo a los propietarios y una parte como obras de caridad. El Talmud reconoce que “no hay alegría sin vino”. Así fue siempre la vendimia y sigue perdurando hasta hoy como la celebración de una gran fiesta de todas las gentes en cuya historia existe una tradición vitivinícola.

Sin embargo, en numerosos pasajes bíblicos aparecen diversas consideraciones en torno a su consumo y a la conducta de bebedores y abstemios. Dice uno de los pasajes más conocidos que ha perdurado hasta nuestros días en el refranero popular que “Cuando entra el vino, el buen sentido se va; cuando entra el vino, los sentidos (los secretos) se escapan”.

Pero la Biblia incluye otras recomendaciones como las que figuran en los Proverbios (“El vino hace burla; el licor alborota. Y cualquiera que se descarría no es sabio”).

Los judíos peregrinaban una vez al año a Jerusalén para visitar el Templo. En el mismo se almacenaban y vendían artículos para las ofrendas de los peregrinos a D–s, a Yhavé. Entre ellos, claro está, el vino, vino kosher, claro, cuyo consumo y comercio se incrementaba notablemente en vísperas de Pesaj (la Pascua judía).

Pero conviene recordar aquí también la prohibición de su consumo a los sacerdotes cuando entraban en el Templo.

Las leyes del Kashrut recogidas en la Torá establecían tres cuestiones básicas para los alimentos: los que se podían comer y los que no; los alimentos que pueden combinarse entre sí y, finalmente, cómo deben tratarse para que no pierdan su condición de ‘kosher’. Las leyes, pues, también afectaban al vino para que este pudiera cumplir las exigencias de los religiosos y observantes judíos.

El derecho judío prohibió en la Baja Edad Media de Europa la comercialización del vino de los gentiles y la obtención de beneficios con su venta. La documentación medieval, sin embargo, demuestra que los judíos españoles residentes en zonas de producción vitivinícola fueron propietarios de viñedos, arrendatarios, productores de vino y prestamistas a los productores, y no solo de vinos ‘kosher’ destinados al consumo en las tabernas de sus aljamas y a su ceremonial religioso.

El Kidush

La Ley judía ordena recordar el día del Shabat, el sábado, para santificarlo, absteniéndose de realizar cualquier labor. Para los judíos observantes, el Shabat conlleva una serie de ritos que comienzan con el encendido de las velas (dos o más) en hermosos candelabros antes de la puesta del sol del viernes. El candelabro se coloca sobre la mesa del Shabat en la que se reunirán todos los comensales de la familia. La comida es precedida por la santificación del vino ceremonial conocido como Kidush, en la que se emplean las llamadas copas del Kidush, que generalmente son de oro y plata o hermosamente talladas en vidrio y proceden de regalos o herencias de padres a hijos.

“Bendito eres Tú, Señor, nuestro Dios, Rey del mundo, que nos has santificado con tus preceptos y nos has agraciado y Tú, Shabat Santo, con amor y agrado nos has impartido, como recomendación de la obra de la creación. Pues él es el primero de los días de convocación santa en recuerdo del Éxodo de Egipto. Pues a nosotros nos has elegido, y a nosotros nos has santificado entre todos los pueblos. Y Tú, Shabat santo, con amor y agrado nos has impartido. Bendito eres Tú, Señor, que santificas el Shabat”.

La libación del vino ya formaba parte de los rituales de sacrificio en el templo de Jerusalén. El vino es un símbolo de alegría y de celebración en el día más importante de la semana y en otras festividades o ceremonias de la vida como la del matrimonio (‘El mosto alegra a D–s y a los hombres’). El Shabat finaliza con un ritual muy parecido, con la llamada copa de Havdalá.

El Kidushim es la ceremonia que consagra la unión de una pareja judía. El día de la ceremonia, el rabino oficiante recitaba siete bendiciones a los novios con una copa de vino en la mano de la que beben después el novio y la novia. El rabino continúa la ceremonia recitando las siete bendiciones (Sheva Brajot) con otra copa de vino en la mano. Tampoco podía faltar el vino en la comida de consolación que ofrecían los familiares del difunto a su regreso del cementerio, ni en la ceremonia de la circuncisión.

Durante las fiestas hebreas como el Séder de Pésaj, la Pascua judía que recuerda la vuelta de Egipto, se toman cuatro copas de vino (una de santificación o consagración, una de alabanza y acción de gracias, una de redención y una última de cumplimiento-) y en la fiesta del Purim, similares a las del carnaval cristiano, los judíos además de disfrazarse podían beber vino y lo hacían como en ninguna otra fecha, según algunos testimonios históricos.

Elaboración del vino kosher

El concepto del vino que se elaboró entonces no tenía nada que ver con los parámetros actualmente conocidos. Es más, hasta bien entrado el siglo XIX, los vinos blancos fueron más numerosos y más caros que los tintos, entre otras cuestiones porque permitía una mejor conservación y transporte.

El proceso de elaboración del vino kosher es similar al de cualquier otro vino, la diferencia básica y primordial es que debe ser realizado por judíos y contar con la presencia de un rabino. Estos controlan todo el proceso de producción hasta el embotellado. El proceso es rigurosísimo. Limpieza extrema de las instalaciones, recogida de la uva; proceso de fermentación y sellado de los depósitos; observancia estricta del Shabat con la paralización de toda intervención humana y la única actuación de los mecanismos automáticos.

Igualmente todos los productos que suelen emplearse en la elaboración del vino como levaduras, enzimas o ácido tartárico tienen que contar con la certificación ‘kosher’.