Convivencia entre judíos y árabes, a prueba en “Zoo Bíblico de Jerusalén”

TERRA

Zeinab y Tali, miran fascinadas a los gibones Siamang, una especie de monos, que se desplazan por sus lianas y reciben con gritos y gestos a los visitantes del “Zoo Bíblico” de Jerusalén, donde la convivencia entre judíos y árabes se pone a prueba.

Cuando la cacofonía cesa, las dos niñas vuelven junto a sus familias que, no lejos de allí, disfrutan de un picnic en el césped, a pocos metros la una de la otra.

Zeinab, de 7 años, regresa junto a sus padres, Sharehan y Mohamed Abu Sbitan, oriundos de At Tur, en Jerusalén Este, el sector de mayoría palestina. Y Tali, de 6 años, vuelve junto a su hermana mayor, Shira Klopper que, procedente de Geula, un barrio judío ultraortodoxo de Jerusalén Oeste, cuida de sus cinco hermanos.

El zoologico, que ocupa 25 hectáreas en un valle al sur de Jerusalén, es uno de los pocos lugares de recreo de la Ciudad Santa donde judíos y árabes que, salvo en contadas excepciones, viven en barrios separados, tienen la oportunidad de cruzarse en familia.

“Hacemos todo lo posible por tener en cuenta a nuestros visitantes árabes. Nuestros folletos explicativos están traducidos al árabe y numerosos trabajadores del zoo son árabes, especialmente los guías”, explica a la AFP Sigalit Dvir-Herz, la responsable de comunicación del zoologico.

A la entrada, Aulfat Abu Katish, de 20 años, recibe a los visitantes sonriente y con el hiyab violeta y la camiseta de color verde oscuro de los empleados del zoologico.

“Aquí los judíos y árabes se mezclan, trabajan juntos. Nos olvidamos por un rato de la política, aunque cada uno tiene sus ideas y nadie está dispuesto a renunciar”, explica la joven.

Sin embargo, el lugar está impregnado de la idea sionista de retorno a la tierra prometida de los antepasados. Creado en 1939 bajo el nombre de “Zoo Bíblico”, su objetivo era reunir todos los animales mencionados en la Biblia.

Actualmente, “decenas de especies” entre los más de 120 nombres de animales citados por la Biblia pueden verse en el zoo, según Sigalit Dvir-Herz. Sin embargo, la responsable de comunicación precisa que es difícil proporcionar una cifra exacta porque los nombres utilizados en el texto no siempre son precisos.

Pero el ambiente de relajación y el bucólico entorno, con un césped cuidado, parterres de flores y cascadas, no son suficientes para derribar las barreras entre judíos y árabes.

“¿Una familia árabe? ¿Dónde?”, se extraña Shira Klopper, de 16 años, que finge no ver a Sharehan y Mohamed Abu Sbitan, sentados bajo un árbol a varios metros de ella.

“Esto es agradable, vengo para que mi hija pueda divertirse en el césped y ver a los animales. Si los judíos me hablan, respondo, pero la conversación termina ahí”, dice Mohamed Sbitan, agente de seguridad.

Entre los trabajadores del zoologico, que conviven en aparente armonía, también aflora la tensión.

“No hay conflictos entre los empleados judíos y árabes, pero como es frecuente en Israel, los trabajadores árabes sufren discriminaciones salariales”, explica, dolido, un jardinero del zoologico que prefiere permanecer en el anonimato. Aunque, a pesar de todo, cede al optimismo para añadir: “cuando haya paz, los árabes serán tratados como los judíos”.

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