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Tras presentar la primera demanda colectiva por discriminación de género, una organización religiosa de mujeres de Israel aspira a que se protejan los derechos femeninos en la esfera pública de ese país.

“Es una forma de frenar el fenómeno”, opina la asesora legal Riki Shapira, integrante de Kolech, la primera organización judía ortodoxa de mujeres de Israel. “Solemos hablar de discriminación contra las mujeres y no pasa nada. Cuando la gente comprenda que es algo que les va a costar mucho dinero, esperamos que las cosas cambien”, explicó.

Kolech presentó el 29 de agosto una demanda por 104 millones de nuevos shéqueles (casi 26 millones de dólares) contra Kol Berama, una emisora de radio ultraortodoxa de Jerusalén. La presentación alega que esa emisora discrimina a las mujeres al prohibirles salir al aire en todos sus programas. “Es un tema muy simbólico. Es su voz en la emisora y en el mundo. Nadie las ve y nadie las escucha”, arguyó Shapira.

Como respuesta, Kol Berama pidió a las demandantes que respetaran “las creencias y la visión de la mayoría de la comunidad ultraortodoxa, hombres y mujeres por igual”, según informó The Jerusalem Post. Pero no hay consenso dentro de la comunidad ultraortodoxa o Jaredí, que constituye 10 por ciento de la población israelí, sobre la decisión de la emisora de dejar a las mujeres fuera del aire.

Moshe, un hombre de 37 años e integrante de la comunidad que no quiso dar su verdadero nombre, dice que está contra la discriminación de género. “La emisora no da voz a las mujeres pese a que ellas sean el tema del que se habla. Es una vergüenza que sean silenciadas”, opina. “Hay muchas voces diferentes dentro de la comunidad Jaredí. No pretendo saber cuántas personas piensan de una u otra manera, pero sé que muchas están de acuerdo conmigo”, añadió.

Originario de Jerusalén, Moshe observó que los derechos de las mujeres empeoran, en gran parte porque la gente se hace más religiosa y hay grupos extremistas que tratan de controlar a la comunidad ultraortodoxa. “Las mujeres deberían tener los mismos derechos que los hombres”, señaló. De hecho, hubo muchas denuncias de discriminación de género en Israel en los últimos meses.

En julio, un tribunal concedió unos 3.120 dólares de indemnización a una adolescente porque dos hombres de la comunidad ultraortodoxa la obligaron a sentarse en el fondo del autobús, a pesar de que en Israel la segregación en el transporte público es ilegal.

El incidente ocurrió en Beit Shemesh, una ciudad ubicada a unos 30 kilómetros de Jerusalén, donde en los últimos tiempos han proliferado los acosos e intimidación religiosa contra la población femenina. En esa misma localidad en diciembre de 2011, una niña de ocho años fue escupida cuando se dirigía a la escuela por llevar, según dijeron los agresores, un “atuendo poco recatado”.

La compañía de transporte israelí Egged decidió en agosto no utilizar imágenes de personas en los avisos publicitarios de sus autobuses de Jerusalén. El objetivo de la empresa fue no ofender a los residentes ultraortodoxos en caso de que aparecieran mujeres, según versiones de prensa.

“La defensa de la segregación no genera consenso dentro de la comunidad. La mayoría está en contra”, observó la abogada Orly Erez- Likhovski, del Centro de Acción Religiosa de Israel, una rama del movimiento Judaísmo Reformado. “De hecho es un reclamo de algunas sectas radicales dentro del sector ultraortodoxo, y por la naturaleza de su forma de vida, si soy una persona ultraortodoxa no puedo estar públicamente en contra“, explicó.

En su informe “Excluidas: Por el amor de Dios”, divulgado en enero, el Centro de Acción Religiosa de Israel presentó 50 casos de discriminación ocurridos en este país en 2011. Los hechos ocurrieron en aceras, centros médicos, almacenes y oficinas, pero también en ceremonias de graduación militar y escolar y en fiestas religiosas organizadas por las municipalidades, entre otros lugares.

Erez-Likhovski estima que en 2012 habrán menos casos de segregación debido, en gran parte, a las condenas aparecidas en los medios de comunicación y en la sociedad en general. “Es una pendiente resbalosa, si permites la práctica en cierto ámbito terminará desbordando a otros. La gente comienza a darse cuenta de los peligros que encierra. Ocurre en todas partes y por eso es importante detenerla y explicar cuán peligrosa es”, expone la abogada.

Según Moshe, la mejor forma de terminar con la discriminación de género es que la gente, religiosa o laica, hable abiertamente del tema. “No hay lógica ni justificación para silenciar la voz de las mujeres y nos conduce a un pésimo lugar”, arguyó. “Cuánto más se hable más efectos positivos tendrá”, añadió.