PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA

Qué tal.

Muy buenas tardes.

Amigas y amigos.

Muy estimado maestro Rafael Zaga, Presidente del Comité Central de la Comunidad Judía.

Embajadora Rodica Radian, Embajadora de Israel en México.

Señora Vivian de Zaga.

Estimado Simón Salame, Presidente de la Comunidad Monte Sinai.

Estimado Aarón Salomón Cukiert, Presidente de la Comunidad Ashkenazi.

Estimado Eduardo Cherem, Presidente de la Comunidad Maguén David.

Estimado Carlos Sandoval, Presidente de la Comunidad Sefaradí.

Ingeniero Simón Neumann, Presidente del Centro Deportivo Israelita.

Ingeniero Nahum Gorodzinsky, Presidente de la Comunidad Bet El.

Muy queridas y muy queridos, amigas, amigos de la Comunidad Judía en México.

Muy apreciables colaboradores del Gobierno Federal.

Querida Margarita.

Distinguidos invitados especiales.

Señoras y señores:

Muchas gracias por reunirnos aquí. Déjenme decirles que la última ocasión que nos reunimos, precisamente, ahí, en el Club Israelita, platicábamos con Rafael: Dónde podrá ser la próxima comida. Y efectivamente dijimos: A lo mejor en Los Pinos.

Entonces, esta comida es muy peculiar, porque es la comida de la comunidad con el Presidente. Así que, muchas gracias por invitarme.

Y, a la vez, es en Los Pinos. Bienvenidos todos aquí, a ésta, la casa de todos los mexicanos.

Así que, de veras, qué gusto verlos.

Y muchas gracias, Rafael, por ese mensaje tan emotivo, tan rico en conceptos, en ideas, en afectos, que has pronunciado y muchas gracias por lo que has dicho de nuestro trabajo y de nuestro paso por esta enorme responsabilidad, un verdadero privilegio, desde luego, que es conducir los destinos de México desde la Presidencia de la República.

A nombre de mi familia, de mis hijos, de mi esposa, desde luego, del mío propio, quiero que sean portadoras y portadores de un mensaje de paz y de cariño para todos los miembros de la Comunidad Judía que no están aquí.

Siempre he expresado mi admiración por el pueblo de Abraham, así lo aprendí en mi casa, lo he aprendido mucho más en casa de Margarita y, desde luego, no es sólo por su historia, sino por su cohesión, por su amor al trabajo, por su perseverancia, por su gran sentido de lo humano, por su solidaridad, por la sólida defensa de sus tradiciones.

En momentos de dificultad, personal, incluso, siempre encontré una mano de un amigo judío, que me la tendió en los momentos más complejos y más difíciles.

En los orígenes de la gran Nación hebrea están, también, importantísimas raíces de la cultura occidental y universal.

Por ello, el Pueblo del Libro tendrá siempre mis mayores consideraciones. He señalado, además, el respeto que siento por quienes en la diáspora supieron conservar su identidad y su pertenencia; por los hijos de Israel que nunca han perdido la fe y han tenido la sabiduría para preservarse, más allá de cualquier frontera y para perseverar más allá de la persecución, de la marginación, de la discriminación.

A pesar de todo eso, los hebreos siempre han salido adelante, frente a las adversidades más terribles, las indecibles, las más injustas que haya sufrido cualquier comunidad en el mundo.

Han salido adelante frente a persecuciones de todo tipo en la historia.

Y orgullosamente, como ya mencionaba Rafael, hace un momento, en este año, 2012, se celebran, además, cien años de que se formalizó la Comunidad Judía en México, a través de la Sociedad de Beneficencia Alianza Monte Sinai.

Qué años aquellos de 1912. En medio de una revolución compleja, de asonadas; en medio de la traición al Presidente Madero. Sin embargo, esmerados y valerosos ascendientes de ustedes, sus abuelos y bisabuelos, a través de su organización han contribuido a forjar la gran Nación que hoy es México.

Es, amigas y amigos, la última ocasión en que me dirijo a ustedes, a la Comunidad Judía, como Presidente de la República, y quiero aprovechar esta ocasión tan especial, sobre todo, para expresarle mi más profundo sentido de gratitud. De gratitud, porque han estado ahí, en estos momentos difíciles de México.

De gratitud, por el apoyo sincero, generoso, permanente, que me han dispensado.

Gratitud, también, por su gran compromiso y su gran esfuerzo con el país y con su destino, en estos seis años que he tenido el privilegio de servirlo en este cargo.

También, quiero reconocer a todos los que han enriquecido la cultura, el arte, el deporte, en todas sus expresiones.

A los docentes, que comparten su sabiduría con nuestros niños y jóvenes. A los investigadores, que hacen avanzar nuestra ciencia y nuestro conocimiento. A quienes analizan y aportan soluciones a los problemas nacionales.

Gracias, también, a quienes en el servicio público encontraron la oportunidad de realizarse personalmente y contribuir a hacer de México el país que queremos, un país más seguro, más justo y más próspero.

Mi más sincera gratitud a los médicos que contribuyeron a que alcanzáramos en este sexenio la cobertura universal de salud, a los servidores públicos de la Secretaría de Salud, desde luego.

A altos funcionarios, también, Sara Topelson, también, en SEDESOL. A Salomón. En fin.

Buenos amigos y grandes colaboradores que con su esfuerzo y su dedicación pudimos sacar adelante múltiples tareas en el Gobierno mexicano.

También, quiero reconocer a las empresarias y a los empresarios de la comunidad, por su liderazgo, por su confianza en la Patria, por generar empleos, por hacer día con día, y a pesar de las enormes dificultades, un México más próspero y más dinámico, a partir de lo único que puede ser más próspero y más dinámico, que es a partir del trabajo.

Mil gracias, también, a quienes desde la filantropía nos han enseñado el sentido de lo humano, de que el valor del hombre va mucho más allá del propio interés al que se refería Adam Smith.

Muchas gracias a quienes no descansan, buscando hacer bienestar a los demás, una casa para los pobres, una escuela para los niños.

Muchas gracias a todos ustedes, que están, precisamente, sirviendo a los demás.

Muchas gracias don Alfredo Achar.

Muchas gracias a todos que permiten que cada día sonrían más niñas, más niños, más familias y construir un México más solidario.

También, mis mayores felicitaciones y muchas gracias a toda la Comunidad Judía que desde cada hogar fomenta valores de justicia, de tolerancia, de respeto, imprescindibles para fortalecer el tejido social de nuestro querido México.

De veras, les agradezco a todos su trabajo y su contribución al país durante estos seis años. A quienes hicieron posible, por ejemplo, el Museo de la Tolerancia, a quienes nos han enseñado todos los días ese valor, aprendido con mucho sufrimiento por el pueblo judío y que es fundamental que todos aprendamos si verdaderamente queremos una sociedad más humana.

Ustedes saben bien, amigas y amigos, que no fueron años fáciles los que compartimos. Hace rato comentábamos en la mesa que muchos de los problemas más graves, no estaban en la percepción o en los escenarios de los más destacados analistas ni en México, ni en el mundo.

No estaba, por ejemplo, ni la crisis económica, ni la magnitud de la crisis económica. Estaban, sí, ya los síntomas, los primeros síntomas de una violencia que venía formando una espiral, pero no estaba en toda su magnitud la gravedad de la debilidad de las instituciones policiacas, por ejemplo, ni en la fortaleza y la ferocidad de muchas organizaciones criminales.

Estaba, sí, en los escenarios que otro destacadísimo miembro de la Comunidad Judía dejó, precisamente, que es Julio Frenk, los escenarios de un ataque de influenza, en este caso de influenza aviar, que, para darles una idea, amigas y amigos, en el escenario que Julio Frenk había descrito en el escenario trágico, si se presentara un ataque de influenza aviar, en un escenario podría haberse llegado a tener 19 millones de muertos en el país.

Afortunadamente, entre comillas, sí se trató de un virus de influenza, sí se trató de un virus desconocido hasta ahora, sí atacó la principal Ciudad de México y del mundo, sí era un virus mortal, pero, afortunadamente, era un virus que se podía controlar y erradicar. Y eso hicimos.

Qué decir de estos años, amigas y amigos.

Yo creo que en términos del Sueño de José, no fueron, ciertamente, los años de vacas gordas, fueron años de vacas flacas. Fueron años, también, de prueba para todos, fueron años en que, en cierta manera, también, fueron para México años de prueba para Job, el Job que todos llevamos dentro de nosotros mismos.

Pero hubo adversidades, pero que esas adversidades, tal vez, a otros pueblos los hubieran derrumbado.

Comentaba, también, en la mesa que uno de los temas más graves, por cierto, y que no están muy comentados, generalmente, fue lo que en estos años implicó el aumento del precio de los alimentos en todo el mundo.

Un aumento del precio de los alimentos que envió a la pobreza a cientos de millones o, quizá, a miles de millones de personas en el mundo. Resurgieron las hambrunas, por ejemplo, en el Cuerno de África, en Somalia.

Muchos regímenes cambiaron. Yo insisto que la Primavera Árabe, aunque algunos la imputan a la irrupción de las redes sociales, la verdad, la Primavera Árabe empezó cuando la gente salió a la calle, y no por tener Facebook, porque probablemente muchos de ellos no tenían ni computadoras, sino porque el precio del trigo, el precio del pan, se triplicó en menos de seis meses; y ese fenómeno, también, el precio de los alimentos, también, lo tuvimos en México.

Afortunadamente, un gran esfuerzo de política pública, un gran esfuerzo de tolerancia, de canalización de inquietudes sociales, de libertad absoluta en el país, de atención a puntos de emergencia, permitió cruzar ese mar proceloso y de tormenta que nos tocó cruzar en estos años.

Enfrentamos, como decía, el Virus A/H1N1. Salimos adelante con responsabilidad, con solidaridad, con transparencia, Enfrentamos la mayor crisis económica que recuerden las generaciones vivas en el mundo.

Se dice que fue más grave la de 1929. Es probable. Pero las generaciones que viven hoy, se acordarán de ésta por muchos años. Y sin embargo, la superamos.

Y hoy nuestro país, amigas y amigos, con todo y las dificultades que sigue presentando el mundo, una Europa en recesión, una China en desaceleración, hoy México, sin embargo, tiene una economía que crece, una economía que genera empleos, y una economía que tiene sólidas bases de futuro.

Cuando tuvimos una crisis similar, por errores, más bien generados adentro, no imputados a una crisis internacional, hace unos quince años, por ejemplo, el país no podía tener crédito, a un mes. La colocación de CETES, por ejemplo, del Gobierno mexicano, a 30 días, le pedían tasas de interés de más del cien por ciento en algún momento de la coyuntura.

Hoy, México, por ejemplo, ha colocado bonos a cien años, a tasas de interés del siete por ciento; la mejor colocación de su tipo en el mundo.

Hay una gran confianza en el futuro del país. Y a pesar de que mucha gente tiene problemas para tener un ingreso digno, y sigue siendo el mayor desafío para todos, hoy finalmente nuestra economía está generando muchos de empleos formales que se necesitan.

Hasta el mes de octubre llevábamos algo así como 750 mil nuevos empleos formales netos, pagados, con su cuota obrero-patronal en el Seguro Social.

Enfrentamos, desde luego, la mayor virulencia, la mayor violencia que haya visto probablemente nación alguna por parte de organizaciones criminales. Y, sobre todo, enfrentamos lo que yo llamaría dos procesos paralelos, dos fenómenos paralelos que amenazaban verdaderamente la seguridad del país. Por una parte, un proceso de deterioro acelerado de las instituciones públicas, sobre todo de seguridad y de justicia.

Un proceso de corrupción de policías completas en el país; de Ministerios Públicos completos y, por el otro, un acrecentamiento imparable del poder de las organizaciones criminales, que estaban ya en franco desafío a la sociedad y al Estado, y dominando por su cuenta áreas enteras del país.

Hoy, seguimos teniendo problemas, sí. Pero hoy podemos ver esos mismos dos procesos gemelos en un sentido inverso. Hoy, como nunca, se están fortaleciendo las instituciones de seguridad y justicia. Todavía no llegamos, desde luego, de a la meta, que nunca, nunca debe abandonar México, de tener policías confiables.

Alguna vez se comentaba en un Consejo de Seguridad: Es que con las reglas que estamos poniendo en la Ley de Seguridad, es como si quisiéramos policías como las de Suiza.

Sí, sí merecen los mexicanos tener las mejores policías, y no tenemos por qué ceder a nada menos de lo que merecen las familias mexicanas. Y por esa razón, amigas y amigos, debe perseverarse en ese esfuerzo.

Pero, hoy, el proceso es de fortalecimiento. Hoy, todos los días están pasando a examen de control de confianza cientos o miles de policías, quizá, en todo el país. Hoy, se están fortaleciendo los métodos. Hoy, se están cambiando las reglas para ir a juicios orales. Hoy, se están buscando instituciones más fuertes.

Hay un proceso de fortalecimiento institucional del país en materia de seguridad y justicia. Inacabado, insuficiente, pero está en marcha. Es un proceso inverso al que había hace seis años.

Y, por otro lado, también, están presentes las organizaciones, pero ahora ellas son las que tienen un proceso de deterioro, un proceso de baja, un proceso de inestabilidad, de pérdida importante de recursos, de liderazgos, de capacidad de operación.

Tenemos, desde luego, un doloroso fenómeno de violencia, pero, finalmente, probablemente, México vio ya, en el año 2011, el punto más alto, un punto de inflexión y, probablemente, por ejemplo, la tasa de homicidios, en este 2012, será más baja, no sólo que el 2011, sino que, incluso, probablemente, más baja que el 2010, al terminar este año; es decir, un proceso descendente en esa violencia.

A Colombia le tomó, más o menos, 28 años llegar al punto más alto y registrar un punto de inflexión en la violencia.

A México, que ha sufrido mucho, sin embargo, tomó menos tiempo. Por eso, es importante perseverar en ese esfuerzo.

Tuvimos experiencias dolorosas, el ver a Ciudad Juárez convertida, probablemente, en una de las ciudades más peligrosas del mundo.

Hoy, sin embargo, Ciudad Juárez, amigas y amigos, ha reducido sus homicidios en más del 70 por ciento, respecto del año pasado, a éste. La gente vuelve a salir a las calles, a los restaurantes.

Y donde fueron asesinados un grupo de muchachos inocentes, que integraban un equipo de fútbol americano, en esas colonias sin equipamiento urbano, sin áreas verdes, ahí, en esas colonias, hoy, floreció ya un centro deportivo, con canchas de fútbol americano, con canchas de fútbol soccer, de béisbol, pasto sintético; con un teatro al aire libre, con bibliotecas, donde cientos de jóvenes participan disciplinadamente en sus propios equipos.

Yo creo, amigas y amigos, que estos años de prueba han sido, que estos años de adversidad han sido años de prueba para todos y que, a final de cuentas, México está saliendo avante de esas adversidades.

Padecimos, también, sequías, inundaciones, terremotos. De todo ello hemos salido adelante. Y fue por un esfuerzo enorme de los mexicanos y dentro de ese esfuerzo enorme, yo quiero reconocer el esfuerzo de la Comunidad Judía, que nunca desistió, que nunca se tentó a dar la vuelta hacia atrás, como si anhelara, digamos, los tiempos del faraón. Siguieron adelante, y conté siempre con su apoyo, decidido, generoso, entusiasta.

Debemos sentir, amigas y amigos, un legítimo orgullo de haber realizado una tarea bien librada. Todos los mexicanos, porque es una tarea de todos, que sé que dará frutos en el tiempo, que ha sido como un gran árbol que se siembra y que quizá aún no lo vemos en su florecimiento, pero que el día de mañana dará frutos abundantes.

Queridas amigas, queridos amigos:

Me emocionó mucho oír a la orquesta de niños, de jóvenes de la Comunidad. No tenía el gusto de conocerla.

Me emocionó mucho, también, oír las palabras de Andrea, que pronunció hace un rato.

Quiero decirles, amigas y amigos, que desde niño, de mi padre yo aprendí que la tarea de todo hombre, la tarea de la vida, es ser feliz. Y ciertamente, aristotélico él, me enseñó que la verdadera felicidad está en el ejercicio de la virtud, y la virtud está en la realización del bien; y que había que encontrar la felicidad haciendo el bien, el bien a los demás, el bien al prójimo.

Por eso, cuando se hace un bien a todos los demás, como es en el servicio público, a pesar de la adversidad y a pesar de las dificultades, uno tiene el deber de encontrar la felicidad.

Y yo he tratado de ser, precisamente, feliz en ello. En la realización de mi trabajo.

Y si servir a los demás tiene para mí un sentido de bien y de felicidad, servir desde la Presidencia de la República ha sido, realmente, un enorme honor, un enorme privilegio. Pero servir a México en tiempos de dificultad y de prueba, ha sido doble, triple, múltiple honor y privilegio, que yo no tengo con que agradecer.

A partir del 1 de diciembre seguiré trabajando fuertemente por México, porque soy un gran enamorado de nuestra Patria.

Y seguiré haciéndolo desde el privilegiado sitio del ciudadano, al lugar donde volveré con el gusto que he amado siempre esa categoría, ese título tan noble, que es el de ciudadano.

Pero ahora, mientras tanto, yo les agradezco, a la Comunidad los bienes que a mí, a mi familia y el Gobierno, y a México, le han dispensado.

Y termino recordando las propias palabras de Andrea, que nos explicaba que Shalom no es sólo Hola, sino es, sobre todo, Paz.

Así que, de corazón, les deseo a todos ustedes y a sus familiares que haya paz en sus hogares, que haya paz y tenga paz la Comunidad Judía, y, sobre todo, que haya paz en todo México, para todos.

Muchas gracias.

Ésta es su casa.