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Aunque Sillicon Valley está localizado en un conjunto de poblaciones en la bahía de San Francisco, existen intentos de replicarlo por todo el mundo. Son incontables los proyectos que pretenden replicar el polo tecnológico californiano. Aunque en realidad, los dos que más éxito están teniendo en nuestro entorno no están donde uno creería y menos todavía dónde uno pretende estar.

El primero es Dublín, conocido por ser la sede internacional o europea de muchas empresas del valle dada su fiscalidad favorable y la oficialidad del inglés. En la capital celta lo que más abunda son las oficinas de empresas multinacionales, no obstante, poco a poco se empiezan a ver start-ups “made in Ireland”.

Dublín es la ciudad más joven de Europa y tiene varias universidades, algunas de ellas están especializadas en ciencia y tecnología. Aparte está la Industrial Development Authority (IDA) que ayuda a las empresas a encontrar oficinas, con los trámites legales, etc.

Poco a poco ese ambiente de empresas está empezando a animar la creación de empresas y negocios nuevos, ya no dependiendo poco a poco de que las empresas se instalen en su territorio.

Pero la gran sorpresa no son las multinacionales en Dublín, que en principio acudieron por el inglés y por la fiscalidad baja, sino que Tel Aviv se haya convertido en el centro de innovación tecnológica que haya producido más empresas que cotizan en el NASDAQ después de EEUU. El mercado interior es demasiado pequeño, eso hace que sus empresas se lancen pensando en el mercado global y no en el local.

El tener una mano de obra excepcionalmente buena, primero procedente de la URSS y después formada en sus excelentes instituciones (el servicio militar de tres años se está utilizando para formar a la gente, no resulta una pérdida de tiempo como sucedía en España para muchos), un excelente dominio del inglés (a pesar de que el hebreo es idioma oficial) y haber atraído la inversión exterior les ha ayudado a sacar adelante incubadoras de start-ups que lo han convertido en una referencia mundial.

Adicionalmente todo esto lo han conseguido sin necesitar mucho dinero. El capital con el que partió el primer fondo de capital riesgo fue de 20 millones de dólares hace dos décadas. Eso es prácticamente nada para las cantidades que se mueven en California.

El modelo israelí debería de ser estudiado profundamente por nuestras autoridades con el objetivo de que existieran condiciones adecuadas para replicarlo. No se trata de construir edificios espectaculares (ya hay bastante de eso en todo el país), sino de poner capital y fomentar que surjan las ideas.

Es cierto, como ya he insistido alguna vez, que no se puede pensar que podemos vivir exclusivamente de las empresas de tecnología, especialmente porque España es un país bastante amplio y con mucha mano de obra sin formación que no se va a reconvertir a ingeniero electrónico o a investigador de enfermedades renales, pero sí tenemos que tener en cuenta que la creación de un ambiente emprendedor no es tan dificil como creemos y puede hacerse si nos marcamos unos objetivos a largo plazo.