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21 de enero 2013.-Israel acude a las urnas para elegir el 19º Knesset (Parlamento) de su historia. Cinco millones de ciudadanos con derecho a voto tendrán la oportunidad de escoger este martes entre los 34 partidos que aspiran a alzarse con representación en la Cámara.

La campaña empezó hace ocho semanas, los militares votan ya desde hace días en Tel Aviv y en estaciones especiales de la Marina, y las últimas encuestas dibujan un panorama similar al del actual Legislativo, aunque quizá aún más radicalizado: una mayoría clara para los partidos de la derecha, lo que otorgaría la reelección al actual primer ministro Benyamin Netanyahu, que aspira a convertirse por tercera vez en primer ministro.

La coalición entre el líder del histórico Likud y el ultraderechista Yisrael Beitenu del ex ministro de Exteriores, Avigdor Lieberman, podría alzarse con 35 de los 120 escaños, con lo que seguiría siendo la fuerza principal. Con todo, perdería 7 escaños respecto a su situación actual, que irían a parar a Habait Hayehudí (Hogar Judío), la gran sorpresa de una campaña marcada por la irrupción en escena de su líder, Naftali Bennett.

Este antiguo asesor de Netanyahu y joven empresario de éxito –vendió en 2005 su empresa de tecnología por 110 millones de euros– ha logrado convertirse en una especie de «ultraderecha alternativa», sirviéndose de un discurso directo asentado en la idea del «Gran Israel» de las fronteras bíblicas, la negación del Estado palestino y el «no» frontal al proceso de paz. Algunos sondeos dan a Bennet entre 12 y 15 asientos y él ya ha tendido la mano a Netanyahu para formar una gran alianza.

Esperanza laborista

La cuestión palestina, sin embargo, ya no ocupa el primer lugar en la agenda de las preocupaciones de unos ciudadanos que, también a partir de recientes encuestas, apuntan a la grave crisis socioeconómica del país como su peor pesadilla. La operación de noviembre contra Gaza y las alarmas sonando en Tel Aviv y Jerusalén por la llegada de los cohetes de Hamás y Yihad Islámica volvieron a situar el conflicto en primer lugar durante unos días, pero el eterno asunto no ha logrado desbancar a la crisis.

Tampoco el fantasma del ataque iraní, esgrimido por el propio Netanyahu ante las Naciones Unidas en el que fue su primer acto de campaña, aplaca las peticiones de mejoras sociales por parte de los ciudadanos, lo que da un ligera esperanza al Partido Laborista, dirigido por segunda vez en su historia por una mujer, Shelly Yachimovich, a la que las encuestas preelectorales asignan 17-18 escaños. Yachimovich, que intenta atraer el voto femenino con el lema «Ustedes pueden vencer a Bibi (Netanyahu)», podría liderar a partir de mañana la segunda fuerza de la Cámara.

Con la más que probable victoria de Netanyahu, poco van a cambiar las cosas para los palestinos. El primer ministro sigue defendiendo con la boca pequeña el proceso de paz, pero en la práctica ya ha adelantado sus intenciones en las numerosas entrevistas concedidas en los últimos días, en las que ha repetido que «los días de las excavadoras que desarraigan a los judíos han quedado atrás, no están delante de nosotros. No me dedico a hacer concesiones».
Netanyahu se congratula de haber «reforzado» los asentamientos, sin desmantelar «nunca» ninguno, y de haber concedido el estatus de universidad al centro académico de la colonia de Ariel, en el norte de Cisjordania. Y Naftali Bennet, antiguo representante de los colonos en tierra cisjordana, cultiva un discurso similar y apela a la unión de las fuerzas de la derecha –su partido ha pegado en las calles carteles en los que su líder aparece junto a Netanyahu– para evitar «la construcción de un Estado palestino en la tierra de Israel».