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La homeopatía unicista tiene 200 años de antigüedad y para el mundo médico fue enunciada por el doctor judeoalemán Samuel Hahnemann(foto).

La base de la homeopatía es el principio según el cual una enfermedad debe ser tratada por una sustancia que produzca los mismos síntomas.

En realidad, este concepto se encuentra en la Torá: leyendo el fenómeno de Mara encontramos un diálogo entre Moshé y Hashem. Al salir de Egipto, los judíos se encuentran en presencia de un lago de aguas amargas y le reclaman al pastor fiel. Éste se dirige al Todopoderoso, quien le responde lo siguiente: ‘¿Ves ese árbol de ramas amargas? Arranca una y tírala al lago. Vas a transformar el agua amarga en dulce”. El principio de la semejanza, la base fundamental de la medicina homeopática.

¿Cómo llega Hahnemann a aplicar este principio?

En una epidemia de paludismo observa que la quinina curaba la enfermedad, por lo cual decide tomar ese medicamento sin estar enfermo y experimenta los síntomas de la enfermedad. A partir de allí enuncia este principio que dice que toda sustancia que produzca en el receptor los mismos síntomas de la enfermedad es capaz de curarla.

Es así que este brillante médico enuncia lo siguiente: si Dios nos puso en la naturaleza, en la naturaleza está la curación. Para afirmar el concepto, reúne a un grupo de médicos y comienza a experimentar sustancias del reino vegetal, mineral y animal para la curación de enfermedades.

Es allí donde encuentra el primer escollo: utilizar sustancias en estado bruto podía generar toxicidad, por lo cual decide dinamizarlas hasta transformarlas en energéticas.

Hasta allí quería utilizar una sustancia natural semejante para curar los síntomas orgánicos, pero se da cuenta de que estas sustancias producían síntomas mentales en los experimentadores, por lo cual llega a la conclusión que la enfermedad orgánica obedece a un desequilibrio energético emocional.

Llevado a la práctica actual, el médico homeópata entiende que la única enfermedad es el desequilibrio de la energía vital, y después aparecen los síntomas, que no son más que las consecuencias de tal desvío.

¿Y cómo se ve ese desequilibrio energético? En la forma de ser del paciente: qué siente, qué piensa y cómo actúa en la vida.

Son los aspectos emocionales los que nos enferman; por lo tanto, el arte del homeópata es buscar cuál es el medicamento único y constitucional que le corresponde a cada paciente, entendiendo que la curación es lograr con ese medicamento un cambio de actitud vital y no la simple desaparición de los síntomas físicos.

Lograr en el paciente este equilibrio le da la posibilidad de tener una vida mejor.