ENLACE JUDÍO

Mientras el caso Cassez retumba en los medios, a través de la indignación de los mexicanos por la liberación de una secuestradora, un nombre es mencionado frecuentemente en los medios: Eduardo Cuahtemoc Margolis, presentado como un personaje siniestro que urdiera una supuesta trama maquiavélica alrededor de la francesa Florence Cassez.

A pesar de la leucemia que le aqueja, Eduardo Margolis es un hombre fuerte y vigoroso, que se ha vuelto leyenda, llamando la atención de los medios que le adjudican todo tipo de “cualidades”, entre ellas el de ser “agente del Mossad”, la Agencia de Inteligencia israelí. Este apelativo le divierte mucho, pues , como lo dice, “el Mossad tiene mejores cosas que hacer que ocuparse de México”.

Por sus conexiones, sus sistemas sofisticados de inteligencia y su temeridad Eduardo es un hombre temido y admirado a la vez. Es sabido que este empresario exitoso ha apoyado a su comunidad como a la sociedad mexicana en casos relacionados con seguridad; pero es también un benefactor pues ha fundado una organización comunitaria de apoyo a personas con necesidades especiales. Además, es casado, padre de familia, abuelo, y muy comprometido con Mexico .

Margolis nos relata que, en el año 2002, se asoció con Sebastien Cassez en la compañía Radiancy de tratamientos de belleza. A mediados del 2004, descubrió que Sebastien había realizado un fraude de 80,000 dólares. Lo mandó a llamar, deshizo la sociedad, y pidió le devolviera dos coches que eran propiedad de la compañía. Sebastien se rehusó a entregarlos y se fue.

Cuando aún trabajaban juntos, Sebastien se había presentado a la oficina de Margolis acompañado de una pelirroja: su hermana Florence. Le pidió a su socio le diera trabajo. Margolis declinó al ver que la mujer aún no hablaba español. Le preguntó de qué vivía y ella respondió que de una pensión de desempleo otorgada por el gobierno francés. ¿ No era ilegal, entonces, buscar trabajo? preguntó el empresario, a lo cual la mujer contestó que no le importaba defraudar a su patria.

Más adelante, Margolis decubriría que la falta de escrúpulos de Florence iba mucho más allá de un fraude. Sebastien le había comentado que Florence salía con un empresario de grandes recursos económicos: Israel Vallarta, miembro de una familia de 8 hijos.

Tras el secuestro de dos miembros de la Comunidad judía y al llevar a cabo Margolis la investigación, salta a su vista el nombre de Israel Vallarta. Margolis descubre que Vallarta y todos sus hermanos son parte de bandas de secuestradores. Puede formar un organigrama donde cada uno de ellos estaba relacionado con una rama de esta nefasta industria. Arturo Vallarta, hermano de Israel, fue muerto por agentes de la Procuraduría del DF cuando recogía un pago de un secuestro; además, sus sobrinos Gyovavi y Pavel de La Cruz fueron detenidos y, hoy en dia, purgan condena en el reclusorio del DF.

En entrevista para Enlace Judío, Margolis nos explica que Vallarta tenía dos casas seguras en las que resguardaba sus presas. Una era el rancho Las Chinitas y otra se localiza en Xochimilco. Allí encerraba a sus víctimas, allí las torturaba física y psicológicamente. Sin embargo, quien aplicaba realmente el terror era Florence. Lo comprueban varios testimonios de secuestrados, entre ellos Ezequiel Elizalde quien, para protegerse, prefirió hablar ante las cámaras, identificando sin duda posible a Florence como su secuestradora y cómplice de Vallarta. Esto puede constatarse en esta entrevista, donde explica su calvario:

La declaración más escalofriante del joven, quien debió de contar con 19 años en el momento de su secuestro, revela el sadismo de Florence. Éste es el relato que aparece en el libro “La Jauría”, de Humberto Padgett:

A la semana de entrar a la nueva casa, Ezequiel escuchó de nuevo a la misma mujer con acento francés. —Sal del cuarto, cierra los ojos —dijo ella y le vendaron la cara—, le voy a mandar un regalito a tu papá. Sentaron a Ezequiel y sujetaron sus manos. La derecha en la espalda y la izquierda al frente. Sintió un piquete en el dedo meñique de la mano izquierda. —¡Por favor, no me hagas daño! —gimió Ezequiel. —Ni modo. Son gajes del oficio —explicó ella—. ¿Qué quieres que le mande a tu papá, un dedo o una oreja? —¡Por favor, no me hagas nada! Ezequiel estuvo sentado en ese lugar durante 15 minutos y regresó a su habitación. La mano, todo el brazo izquierdo estaba totalmente dormido, como si estuviera muerto.

Y así reconoce a Florence:

“Los oficiales retiraron a Israel y colocaron en su lugar a Florence Cassez. La mujer proporcionó sus datos generales. “Ésta es la mujer que me llevó los sándwiches, me dijo que no hiciera pendejadas, me sacó del cuarto y me dijo que iban a mandarle un regalo a mi papá, un dedo o una oreja. Fue quien me inyectó.”

Florence no temía que la vieran, no temía que reconocieran su voz con su particular acento porque contaba que, debido al terror que infligía, no sería denunciada; también porque tenía fe en la impunidad del Estado mexicano.

Es inútil buscar culpables o chivos expiatorios en un caso de tal claridad.

Las víctimas no han inventado sus sufrimientos, las víctimas no mienten: Florence Cassez es una secuestradora que se ha dejado ir libre. Los secuestrados y sus familias lloraban fuera del penal a la hora de su salida; el pueblo mexicano también llora por la impunidad en el seno de su sociedad y por la violación de su soberanía nacional.