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RODICA RADIAN GORDON/ EXCELSIOR

Tras la sorprendente renuncia del Papa hace una semana, quisiera revisar el desarrollo de las relaciones judeo-cristianas desde la última mitad del siglo pasado hasta los tiempos de Benedicto XVI.

El acercamiento entre el judaísmo y el catolicismo inició en 1960 bajo el liderazgo del papa Paulo VI, cuando el Concilio Vaticano II emitió la Declaración Nostra Aetate (octubre, 1965), que revisó las relaciones entre la Iglesia católica y las religiones no cristianas. En lo que concierne a las relaciones judeo-cristianas, en su artículo 4º, la Declaración rechaza la idea de que todos los judíos —tanto de la época bíblica como de periodos históricos posteriores— son responsables de la muerte de Jesús, procurando poner así fin a la visión del pueblo judío como deicida. Asimismo, Nostra Aetate deplora el odio, las persecuciones y las manifestaciones antisemitas en contra de los judíos.

En el proceso de acercamiento, otro paso significativo fue el dado bajo el papado de Juan Pablo II, quien cultivó el diálogo con los judíos, a quienes llamó “nuestros hermanos mayores” y fue el primer pontífice que visitó una sinagoga, cuando en 1986 realizó una visita histórica a la Gran Sinagoga de Roma. Posteriormente, en diciembre de 1993, se firmó el Acuerdo Fundamental entre Israel y la Santa Sede, que condujo al establecimiento de las relaciones diplomáticas con el Vaticano, alcanzando una nueva cima.

El papa Benedicto XVI ha seguido las huellas de Juan Pablo II. Por primera vez, el Papa invitó a líderes judíos a participar en los funerales del papa Juan Pablo II, quienes a su vez fueron también invitados a la ceremonia de Coronación Papal en 2005. Siguiendo el ejemplo de Juan Pablo II, Benedicto XVI visitó, en agosto del mismo año, la sinagoga de Colonia; esta visita fue la primera que se realizó a un templo de una comunidad no católica.

Además de los encuentros llevados a cabo con muchas organizaciones y líderes judíos, el Papa se manifestó en varias ocasiones en contra del antisemitismo, haciendo suyas las palabras de Juan Pablo II, que el antisemitismo es “un pecado en contra de Dios y del hombre” y añadiendo que es un ataque contra las raíces mismas del cristianismo. Igualmente, durante su visita al campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau (2006), hizo referencia a que el Holocausto ocurrió en nombre de una ideología anticristiana como lo fue la ideología nazi y que la insuficiente resistencia de los cristianos ante los horrores del Holocausto proviene de una actitud antijudía heredada históricamente.

Su amistad hacia el pueblo judío e Israel se vio reflejada también durante su peregrinaje a Tierra Santa en mayo de 2009. Solamente dos papas habían visitado anteriormente Israel, Paulo VI en 1964 y Juan Pablo II en 2000. El mensaje ecuménico de esta visita se enfatizó durante su despedida, cuando el papa Benedicto XVI hizo referencia a que las dos religiones surgen de una misma raíz, afirmando que “nosotros (cristianos y judíos) nos encontramos como hermanos que a lo largo de la historia mantuvieron relaciones tensas, pero desde ahora ya estamos comprometidos a crear puentes viables de amistad”.

En retrospectiva, es importante reconocer y recuperar los mensajes de reconciliación tanto de Juan Pablo II como de Benedicto XVI para promover un honesto diálogo y entendimiento interreligioso que consolide el proceso de acercamiento.

*Embajadora de Israel en México