Prejuicios contra Israel y reflexiones para El Salvador

JOAQUÍN SAMAYOA

Enlace Judío México | El fin de semana recién pasado, LA PRENSA GRÁFICA publicó, en dos entregas, una conferencia de la escritora española Pilar Rahola, dictada en diciembre de 2012 en el Foro Global para el Combate al Antisemitismo.

Con el título “Judíos de seis brazos”, Rahola sostiene que muchas personas, por lo demás inteligentes y cultas, están dispuestas a creerse cualquier caracterización negativa que se haga de Israel y de los judíos.

Su conferencia me ha parecido lúcida y valiente; es lectura obligada para quien quiera ahondar su comprensión sobre ese tema específico, pero también sobre cualquier prejuicio discriminatorio contra grandes conglomerados étnicos, religiosos o políticos.

En tono necesariamente provocativo para generar un debate que ha sido sustituido por pancartas y consignas, Rahola interpela a su audiencia: “¿Por qué tanta gente inteligente, cuando habla sobre Israel, se vuelve idiota? (…) ¿Por qué triunfa la mentira y la manipulación informativa, con tanta facilidad? (…) ¿Por qué las razones de Israel nunca existen? ¿Por qué nunca existen culpas palestinas?”

Sin abandonar la atención que amerita en sí mismo el fenómeno del antisemitismo, expresado modernamente, como Rahola sostiene, bajo la forma de antiisraelismo, los salvadoreños debiéramos dejarnos interpelar por esas mismas preguntas y analizar los fanatismos políticos que socavan nuestra capacidad de raciocinio, particularmente en las coyunturas electorales.

En lo concerniente a los prejuicios contra Israel, la escritora española advierte que hay “motivos históricos y geopolíticos”, pero también nos llama la atención sobre “un conjunto de derrotas que sufrimos como sociedades libres y que desemboca en un fuerte relativismo ético”. Se refiere concretamente, entre otras, a la derrota del pensamiento crítico, la derrota del periodismo y la derrota moral de la izquierda.

En relación con el periodismo, la escritora reitera algo que ya se ha señalado muchas veces, que “tenemos un mundo más informado que nunca, pero no tenemos un mundo mejor informado. Al contrario, dice, las autopistas de la información nos conectan con cualquier punto del planeta, pero no nos conectan ni con la verdad ni con los hechos”.

Buena parte de la producción periodística actual se queda en su zona de confort, en lo que se considera “políticamente correcto”; no se atreve a someter a crítica las ideologías dominantes, que no son, para el caso de América Latina, las que eran hace varias décadas.

Es un periodismo cómodo, que acude a Wikipedia en vez de esforzarse por comprender las raíces y la complejidad de los conflictos; es un periodismo que evita las consecuencias peligrosas de sacar a la luz la corrupción y otras formas de abuso del poder; es un periodismo apresurado, que subordina el rigor a las ventajas competitivas.

Pero quizá lo más pertinente para nosotros en el análisis que hace Pilar Rahola es su crítica demoledora a la izquierda: “Durante décadas, la izquierda levantó la bandera de la libertad, allí donde existía la injusticia, y fue la depositaria de las esperanzas utópicas de la sociedad. Fue la gran constructora de futuro. A pesar de que la maldad asesina del estalinismo hundió esas utopías (…) ha conservado intacta su aureola de lucha, y aún marca las pautas de los buenos y los malos del mundo”.

Sin embargo, “también hoy, como ayer, esa izquierda perdona ideologías totalitarias, se enamora de dictadores (…) grita contra el Tzahal (ejército israelí), pero aplaude a los terroristas de Hamas; llora por las víctimas palestinas, pero desprecia a las víctimas judías”.

La falta de pensamiento crítico conduce a un pernicioso relativismo moral que corroe los cimientos de las sociedades democráticas. Las acciones, las palabras y los silencios no se juzgan por su apego a principios éticos o políticos; se han vuelto aceptables o censurables dependiendo de quién habla o actúa contra quién.

Obviamente nadie está enteramente libre de culpas, ni en el conflicto árabe-israelí, ni en las confrontaciones políticas entre derechas e izquierdas en otras latitudes.

La bancarrota moral no es un problema solo de la izquierda, aunque es más notoria y más lamentable en esos grupos, porque en ellos tenían puestas sus esperanzas las grandes masas desposeídas; pero todos estaríamos mejor si reconocemos e intentamos superar los prejuicios y la doble moral con que nos juzgamos unos a otros.

Fuente:laprensagrafica.com

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